?tica de la ligereza

Cuatro a?os despu¨¦s de haber anunciado su retirada del mundo del cine ¨Cuna decisi¨®n poco convincente en un verdadero militante del cine-, Steven Soderbergh ha vuelto con un gesto que, a los ojos de este cr¨ªtico, le engrandece: lejos de pretender un regreso triunfal por la puerta grande de la obra ambiciosa o el experimento autoral ¨Cde ambos extremos hay muestras en su filmograf¨ªa-, el cineasta ha venido con un seductor e inesperado ejercicio de ligereza bajo el brazo, del que se desprende algo muy poco habitual en el moderno cine espect¨¢culo ¨Cuna contagiosa felicidad en la ejecuci¨®n- y en el que se despliegan un no menos inusual amor por los personajes y un sostenido cuidado a la hora de imprimir un deje de vitalidad y originalidad a cada escena. La suerte de los Logan es, pues, una magn¨ªfica noticia: una pel¨ªcula redonda que no va de pel¨ªcula importante, casi la respuesta redneck a su Ocean¡¯s Eleven (2001), tal y como sugiere uno de los muchos gui?os de la pel¨ªcula.

Channing Tatum y Adam Driver encarnan a dos hermanos empe?ados en burlar una supuesta maldici¨®n familiar a trav¨¦s de un insensato plan de robo durante la celebraci¨®n de una carrera automovil¨ªstica en Carolina del Norte. El primero tiene una pierna lesionada que ha motivado su s¨²bito despido laboral. El segundo volvi¨® de Irak sin un brazo. La suerte de los Logan tiene muy claro que quiere ser una comedia: tambi¨¦n tiene claro que la dignidad de sus personajes nunca ser¨¢ pisoteada para obtener una risa. La secuencia de presentaci¨®n del personaje de Daniel Craig, te?ido de rubio platino, recupera la capacidad del mejor cine cl¨¢sico para fijar una presencia e incendiar de feliz intensidad un momento que otro cineasta menos imaginativo hubiese abordado ¨²nicamente en t¨¦rminos de funcionalidad narrativa.

La ¨²ltima de Soderbergh cuenta un robo accidentado con la seguridad en la conducci¨®n de un ch¨®fer de fugas en un atraco perfecto. La secuencia en la que Adam Driver mezcla un c¨®ctel con un solo brazo para desafiar a unos matones posee la belleza de una irrebatible declaraci¨®n de principios.