Literatura electoral de urgencia
Delibes y Chaves Nogales demostraron que tambi¨¦n en caliente se puede escribir un gran libro
Parece que fue ayer lo de Lehman Brothers, pero pronto har¨¢ diez a?os que la crisis produjo un aluvi¨®n de libros que trataban de explicar el pinchazo de la burbuja, el empobrecimiento de los pobres y el enriquecimiento de los ricos. Muchos de esos libros eran novelas empe?adas en contar microhistorias aplastadas por la macroeconom¨ªa y, de paso, sortear la tonelada de eufemismos ¨Cdesaceleraci¨®n, brotes verdes, regulaci¨®n de empleo- con los que los gobernantes trataron de tapar sus verg¨¹enzas. Parad¨®jicamente, m¨¢s que el an¨¢lisis de los expertos, fue la ficci¨®n la que cay¨® bajo sospecha. Acostumbrados a escribir para la eternidad, los novelistas tuvieron que justificar sus incursiones en la llamada literatura de urgencia.
Los fiscales de la poes¨ªa pura se olvidaban de que Chaves Nogales public¨® A sangre y fuego, uno de los grandes libros sobre la Guerra Civil, en pleno 1937, hace ahora 80 a?os. O que Miguel Delibes hizo lo propio con El disputado voto del se?or Cayo en 1978, solo meses despu¨¦s de los hechos que trata: las Elecciones Generales de 1977, las primeras de la democracia. Forma ya parte de la leyenda que durante la Transici¨®n se fantaseaba con la posibilidad de que a la muerte de Franco salieran de los cajones todas esas obras maestras que la dictadura habr¨ªa impedido publicar. Como no fue as¨ª ¨Cse hab¨ªan publicado en M¨¦xico-, hubo que ponerse a escribirlas. Es lo que hizo Delibes con la historia de Cayo Fern¨¢ndez un anciano que se resiste, junto a su esposa, a abandonar un pueblo castellano del que todos se han ido. All¨ª van los pol¨ªticos a pedirles el voto.
En apenas 180 p¨¢ginas la novela retrata sobre la marcha la Espa?a de la ¨¦poca: el abismo entre ciudad y campo, el recuerdo del 36, las bravatas setenteras de la extrema derecha, la discriminaci¨®n de las mujeres y una brecha generacional que se expresa tanto en los gustos musicales ¨Czarzuela contra rock sinf¨®nico- como en la forma de hablar. Enternece leer a Delibes avisando a su editor del uso de expresiones como joder, co?azo, t¨ªo o t¨ªa. ¡°Quiero rogarte (con objeto de no espantar al lector pusil¨¢nime) que hag¨¢is constar en la solapa que he empleado el lenguaje crudo y desenfadado de la juventud actual sin ?o?er¨ªas¡±, pide a Josep Verg¨¦s, el capo? de Destino
Pese a las precauciones, Delibes intu¨ªa que su libro ¨Cque fue un rotundo ¨¦xito- dar¨ªa m¨¢s que hablar por el fondo que por la forma: ¡°Tengo la impresi¨®n de que armar¨¢ alg¨²n ruido. El enfrentamiento de la cultura pol¨ªtico-intelectual con la secular cultura campesina (ya muerta) no creo que pase sin m¨¢s ni m¨¢s, aunque el tema no est¨¢ m¨¢s que apuntado¡±. Con el tiempo, lo que su autor consideraba solo apuntado es la piedra angular para lectores j¨®venes que ya no dicen ¡®demasi¨¦¡¯ ni conducen un Seat 124. Ah¨ª est¨¢ el rastro de El disputado voto del se?or Cayo en Capitalismo canalla, de C¨¦sar Rendueles, o en La Espa?a vac¨ªa, de Sergio del Molino. Uno naci¨® en 1975. El otro, en 1979, cuando la novela de Miguel Delibes llevaba un a?o en la calle. Urgente o no, la buena literatura nunca tiene prisa.
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