Museo Coconut

El director Ruben ?stlund y el productor Kalle Boman presentaron en 2014 en el museo Vandalorum de dise?o de Suecia una instalaci¨®n art¨ªstica marcada por la simplicidad: un simple cuadrado iluminado colocado en el suelo. Le acompa?aba un texto: ¡°El Cuadrado es un santuario de confianza y cuidado. En su interior todos compartimos los mismos derechos y obligaciones¡±. Al a?o siguiente la instalaci¨®n fue trasladada a una plaza de V?rnamo, propiciando que esa pieza conceptual, concebida para espolear reflexiones sobre contrato social y altruismo, se cargase de nuevos significados con las interacciones de los ciudadanos. Dos a?os m¨¢s tarde, El Cuadrado se convirti¨® en la primera piedra para levantar The Square, quinto largometraje de ficci¨®n de ?stlund, nueva s¨¢tira fin¨ªsima y magistral tras la impresionante Fuerza mayor (2014) y ¨²ltima Palma de Oro en Cannes.

El Cuadrado, la pieza art¨ªstica, no es el MacGuffin de The Square, comedia diab¨®lica ambientada en el mundo del arte contempor¨¢neo y sus claroscuros, sino el elemento que determina su concienzudo planteamiento est¨¦tico, porque, del mismo modo que la obra a¨ªsla por cuatro lados una zona del espacio p¨²blico para crear tensiones entre lo que est¨¢ dentro y lo que est¨¢ fuera ¨Ccomo las crea, de hecho, toda frontera, visible o invisible-, ?stlund concibe cada plano cinematogr¨¢fico de su pel¨ªcula a partir del pulso entre el campo y el fuera de campo. En ese sentido, The Square ofrece toda una lecci¨®n magistral regida por un humor que se modula en inesperadas formas de incomodidad: basta colocar a un beb¨¦ en el fuera de campo de una reuni¨®n de publicistas para que la respiraci¨®n de una escena se cargue de comicidad. O, tambi¨¦n, colocar a un espectador con S¨ªndrome de Tourette en el fuera de campo de una conferencia de prensa para golpear los clich¨¦s del lenguaje protocolario con la feroz insistencia de una irreverente lluvia de granizo (obsceno).

El cineasta sabe cu¨¢l es el ¨¢ngulo de c¨¢mara adecuado para que una instalaci¨®n art¨ªstica, consistente en unos montones de polvo de igual tama?o, se transforme en el espacio de minimalistas coreograf¨ªas c¨®micas que hubiese envidiado el Jacques Tati de Playtime (1967). Compuesta ¨ªntegramente por secuencias inolvidables ¨Cla descontrolada performance de un artista brilla especialmente-, The Square no se limita a bromear sobre arte: su discurso, universal, apunta a la p¨¦rdida de significado de la confianza, el afecto y el compromiso en una Europa envasada al vac¨ªo.