¡°Bacon estuvo rodeado de personas que se aprovechaban de ¨¦l¡±
Cristiano Lovatelli, "amigo ¨ªntimo" del artista dublin¨¦s, lleva al Niemeyer una selecci¨®n de los dibujos que el pintor le regal¨® durante una d¨¦cada
Esta org¨ªa de dibujos con ojos que quieren salirse de las ¨®rbitas, rostros deformes y bocas retorcidas los recibi¨® Cristiano Lovatelli Ravarino durante los a?os ochenta por correo ordinario de su "amigo ¨ªntimo" el artista Francis Bacon (Dubl¨ªn, 1909-Madrid, 1992). Un legado de cientos de obras de las que este periodista italiano ha enviado 73 ¡ª18 no vistas antes en Espa?a¡ª al Centro Niemeyer (Avil¨¦s) para la exposici¨®n Fran@is Ba@on. La @uesti¨®n del dibujo, abierta hasta el 8 de abril de 2018. Parte de estas obras ya recalaron en Madrid y Valencia este a?o.
Lovatelli, en declaraciones a EL PA?S por tel¨¦fono (no ha podido acudir a la inauguraci¨®n por un accidente de coche) asegura que Bacon le hizo entrega de estos dibujos por su gran relaci¨®n y ¡°por venganza hacia las terribles personas que rodeaban al artista en Londres, que se aprovechaban de ¨¦l y viv¨ªan de su dinero¡±. Entre estas piezas a l¨¢piz y pastel sobresale la serie de m¨¢s de 20 Papas, nacida de su obsesi¨®n con el Inocencio X que retrat¨® Vel¨¢zquez en 1650. Una fijaci¨®n de la que Lovatelli asegura haber sido testigo. Una de las veces que se vieron en Roma, Bacon le pidi¨® que le llevase a la galer¨ªa Doria Pamphlj para ver el cuadro. ¡°Se pas¨® siete horas observ¨¢ndolo¡±. Las reinterpretaciones de Bacon muestran al sumo pont¨ªfice vestido con colores kitsch y con un acusado contraste entre las bocas retorcidas que expresan horror y la quietud del cuerpo y las manos, que descansan una sobre otra.
La sacudida emocional se intensifica al contemplar la serie de crucifixiones, con seres carnales de pene al aire y pose agresiva. Escenas espantosas fruto de su fascinaci¨®n por los cuadros de mataderos. ¡°Un martirio de la carne¡±, en palabras del comisario de la exposici¨®n, Fernando Castro Fl¨®rez, que puede hacernos pensar que el autor era un ser atormentado, expulsado del hogar a los 16 a?os porque su padre no aceptaba su homosexualidad y que vio el suicidio de uno de sus amantes, George Dyer, en 1971 por una sobredosis de somn¨ªferos.
Sin embargo, Lovatelli lo desmiente con rotundidad. ¡°Aunque estas obras reflejen una tragedia vital, Bacon era una persona encantadora, muy viajada, a la que le gustaba mucho salir de fiesta aunque lo hac¨ªa secretamente. Pero se ha proyectado una imagen de ¨¦l tr¨¢gica, cuando en realidad era muy alegre". En este punto de la conversaci¨®n, Lovatelli se?ala como responsables de crear ese sambenito a la galer¨ªa londinense Marlborough, con la que Bacon trabaj¨® pr¨¢cticamente toda su vida art¨ªstica. ¡°Ellos lo presentaban como alguien que viv¨ªa en el drama y el dolor¡±.
Este ¡°amigo ¨ªntimo¡± de uno de los grandes artistas del siglo XX, encuadrado en lo que se dio en llamar, tras la Segunda Guerra Mundial, la nueva configuraci¨®n, a?ade que el pintor ¡°ni siquiera ten¨ªa el papel adecuado para su trabajo, y ¨¦l se lo enviaba de forma secreta a la secretaria de Bacon porque los Marlborough lo controlaban todo¡±. Lovatelli ahonda en sus invectivas contra los galeristas de su amigo porque solo le daban ¡°el 20% de lo que generaba con sus obras¡±. Lovatelli a?ade que cuando alguien le advert¨ªa al genio irland¨¦s de que pod¨ªa aumentar sus m¨¢rgenes de ganancias, ¨¦l dec¨ªa que ¡°con lo que le daban ya ten¨ªa bastante¡±.
Volviendo a lo que se exhibe en el Niemeyer, el comisario de la exposici¨®n, Fernando Castro Fl¨®rez, subraya la t¨¦cnica: ¡°Muchos dibujos est¨¢n realizados con unas ceras casi escolares, con una gran insistencia en las cabezas. En los retratos, lo m¨¢s trabajado son los ojos y la boca, que transmiten mucha angustia¡±. El propio Bacon manifest¨® que no sab¨ªa lo que significaban esas im¨¢genes que constru¨ªa y que la primera ministra Margaret Thatcher tild¨® de ¡°cuadros espantosos¡±.
Unas 15 cabezas de rostros fantasmag¨®ricos se suceden en otro apartado de la exposici¨®n, cuyo nombre, Fran@is Ba@on. La @uesti¨®n del dibujo, alude a la pol¨¦mica, con juicios incluidos, que durante a?os ha acompa?ado a las piezas de la colecci¨®n de Cristiano Lovatelli. El comisario explica que ¡°primero se discuti¨® la firma de las obras, cuando se decidi¨® que esta era aut¨¦ntica, se discuti¨® si lo eran los dibujos. La fundaci¨®n de Lovatelli ha ido ganando todos los procesos y para ello ha sido importante que se demostrase que el papel sobre el que est¨¢n hechas estas obras es el mismo que se encontr¨® en su estudio¡±. Un estudio que, como se recuerda en la exposici¨®n, era como un basurero de recortes de peri¨®dicos, trapos manchados, hojas arrancadas de libros y polvo.
Otra ¡°leyenda¡± que Lovatelli quiere enterrar con la muestra en Avil¨¦s, es la de que Bacon no era dibujante. Castro Fl¨®rez apostilla que este clich¨¦ sobre el artista se debe a los malentendidos en algunas de las entrevistas que dio. ¡°?l se?al¨® que no hac¨ªa esquemas preparatorios, pero no dijo que no dibujara. Son piezas en las que se advierte el empe?o por que tengan sentido en s¨ª mismas¡±. Lovatelli concluye este debate con una an¨¦cdota: ¡°Una vez, en un restaurante en Bolonia, Bacon se vio implicado en un peque?o incidente. Para salir del paso, tom¨® papel y l¨¢piz e hizo un retrato en solo unos segundos¡±.
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