La ¨²ltima batalla de los raperos de la plaza
El Quinto Escal¨®n se despide ante miles de adolescentes extasiados tras seis a?os de historia
Un microestadio en un barrio de Buenos Aires congrega a miles de ni?os y adolescentes que sudan y gritan sin parar. Apenas unos pocos levantan su m¨®vil para capturar el recuerdo. Todos deciden hacer caso a lo que Alejo y Muphasa piden desde el escenario: ¡°Vivir este momento¡±. Antes, un video repasa las rimas m¨¢s c¨¦lebres de El Quinto Escal¨®n y el p¨²blico repite de memoria. Es el ¨²ltimo episodio de una competencia de hip hop improvisado que naci¨® en una plaza y seis a?os m¨¢s tarde lleg¨® a convertirse en la m¨¢s grande de las realizadas al aire libre. Un total de 32 raperos de Argentina, M¨¦xico, Colombia, Chile, Per¨², Venezuela y Espa?a, pelear¨¢n con palabras durante cinco horas para luego abrazarse y elegir al ¨²ltimo de los campeones.
El hip hop gan¨® las calles de Buenos Aires en 2009, cuando dos grupos de j¨®venes inventaron el Halabalusa, un evento de rap que reuni¨® a los mejores exponentes de la zona sur al costado de una estaci¨®n de tren, en el extrarradio de Buenos Aires. Simples pibes de barrio que, sin saberlo, se convertir¨ªan en artistas de la subcultura urbana, siempre guarnecida de la clandestinidad, y que no escribe su historia en hojas de libro sino en las paredes, con aerosol. En aquella, la primera competencia de freestyle en plazas, particip¨® Gast¨®n Serrano, un extaxista conocido en el ambiente con el nombre Dtoke, que ya sali¨® campe¨®n internacional en 2014 y se consagr¨® en la ¨²ltima noche del Quinto Escal¨®n.
A?os despu¨¦s, dos competencias al sol se hicieron populares, ya en la ciudad de Buenos Aires. Una llamada Las Vegas y El Quinto Escal¨®n, que gan¨® mayor trascendencia. Naci¨® en las escalinatas de una entrada alternativa al Parque Rivadavia, uno de los pocos espacios verdes del barrio de Caballito, uno de los sitios donde ancl¨® la clase media de Buenos Aires, hoy abarrotado de altos edificios y desag¨¹es colapsados. All¨ª, en esos cinco pelda?os fue que Alejo y Muphasa crearon un verdadero monstruo que creci¨® sin forma, hasta apoderarse del espacio central del parque, con pantallas gigantes, micr¨®fonos y cientos de competidores, la mayor¨ªa de ellos, adolescentes.
¡°No pueden pararme porque no hay un contrincante que pueda pisar en este suelo. Somos de la generaci¨®n que vas a contar cuando seas abuelo¡±. Muphasa hace un alto en su programa de radio, otro ap¨¦ndice del fen¨®meno que lleva el mismo nombre, para hablar con EL PA?S. El joven explica que ¡°es el momento correcto¡± de terminar El Quinto, porque ¡°todos queremos hacer otras cosas¡±. Su creaci¨®n concluye en la cima del ¨¦xito: en la ¨²ltima competencia nacional, el grupo surgido en el parque Rivadavia se qued¨® con los tres lugares del podio.
En las r¨¦plicas se pone a prueba el temple de los raperos y en el ataque vale todo. Desde la repudiable burla por el aspecto f¨ªsico, la edad o el color de piel, hasta el escarnio por la ausencia de vocabulario o cultura general. Tambi¨¦n se recuerdan con iron¨ªa la historia de batallas entre ambos o entre sus crews -como llaman a sus propias tribus-. En cualquier caso, si el acote es bueno, los espectadores la celebrar¨¢n con un ruidoso wooooo,?que retumba en el estadio y opera como justicia divina. A diferencia de otros grupos sociales, aqu¨ª es dif¨ªcil que los jurados puedan obviar la sentencia del pueblo. Y como tambi¨¦n ocurre en muchos lugares, aqu¨ª tampoco hay mujeres.
¡°Va a haber m¨¢s chicas a partir de ahora porque empiezan a haber muchos m¨¢s argumentos sobre la mesa para contrarrestar a la boludez machista. Todo ese discurso viejo que ya no calza entre nosotros¡±, admite Muphasa.
Rodrigo Cortez y su hijo, llamado igual, llegaron desde Santiago de Chile, para cumplir el sue?o del ni?o. ¡°Comenzamos a ver las batallas por YouTube (el canal de El Quinto Escal¨®n ya super¨® el mill¨®n de suscriptores) y le promet¨ª que un d¨ªa vendr¨ªamos a verlo en vivo. Tuvimos que apurar el viaje porque se trata de la ¨²ltima noche¡±, cuenta el padre. ¡°En mi colegio no hay muchos que nos guste esto, pero a m¨ª me encanta y con mis amigos batallamos¡±, se sincera el ni?o. ¡°Mi hijo tiene 10 a?os, al principio me cost¨® un poco, porque las batallas son un poco violentas¡±, reconoce el hombre, ¡°pero despu¨¦s entend¨ª que al final hab¨ªa respeto y compa?erismo¡±. Y completa: ¡°Es una pasi¨®n para mi hijo y ojal¨¢ sirva para que se desarrolle en la m¨²sica, es tambi¨¦n una excusa para compartir viajes juntos y darle los gustos para que sea feliz. Es mi misi¨®n como pap¨¢¡±.
¡°Rapear es deportivo¡±, resume Muphasa, ¡°Competir en freestyle es como un deporte de riesgo. estas poniendo todo de vos, todo tu ingenio y puesta en escena. Tenes que estar super receptivo para escuchar lo que te dicen y para leer al p¨²blico. El gran valor y lo que te pasa en el cuerpo es que el rap te empodera. Cuando clavas la rima de tu vida en un estadio lleno, en ese momento, sos indestructible¡±. Un canal de expresi¨®n nada despreciable en esa edad donde la rabia se apodera del pecho y el grito se contiene en las gargantas.
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