Eternidad del puzzle

Si uno se pone a hacer memoria, puede acabar sintiendo cierto v¨¦rtigo al recordar que Puzzle, el genio criminal que sostiene la franquicia Saw, muri¨® en la tercera entrega de la saga y que, a pesar de eso, el chicle se ha ido estirando, de manera m¨¢s que imprudente, hasta esta octava entrega que ahora se estrena. Fundada por James Wan con una de esas eficaces pel¨ªculas-de-una-sola-idea que durante un tiempo hicieron furor en el g¨¦nero ¨CCube (1997), The Blair Witch Project (1999)-, la serie ha sido extremadamente reiterativa, pero no ha estado exenta de ideas afortunadas: un asesino p¨®stumo y el tributo a su herencia por parte de sus imitadores, por ejemplo.

Tras unas cuantas pel¨ªculas solo disfrutables ¨Cy descifrables- por sus incondicionales, Saw VIII intenta refundar la marca con cierta distinci¨®n. Los hermanos Peter y Michael Spierig, autores de Daybreakers (2009), rompen con el desali?o formal de los ¨²ltimos t¨ªtulos, sin negar a los seguidores la requerida sucesi¨®n de muertes brutales. Por supuesto, para ser totalmente fieles a la f¨®rmula los cineastas necesitan una pirueta narrativa final que aqu¨ª cobra la forma de un arriesgado juego con el tiempo cinematogr¨¢fico, opci¨®n que implica un cierto porcentaje de juego sucio con el espectador pero que aqu¨ª se resuelve con una apreciable limpieza en la ejecuci¨®n y de un modo afortunadamente conciso. Es muy posible que todo no sea m¨¢s que una estrat¨¦gica inyecci¨®n de ¨¢nimo para que la franquicia pueda conquistar la excelencia alcanzado nuevas cotas de s¨¢dico aburrimiento.