La Espa?a que resisti¨® en M¨¦xico
En torno al Colegio Madrid se gener¨® una idea rom¨¢ntica de un pa¨ªs que nunca fue y que trascend¨ªa el peso de la propia ciudad
En La gallina ciega, Max Aub describe su regreso a Espa?a en 1969 desde el exilio en M¨¦xico, un viaje repleto de sinsabores. La b¨²squeda de un recuerdo que ya no es, la imposibilidad de disfrutar una juventud que pas¨®, la frustraci¨®n por no poder recuperar ni revivir la Valencia o el Madrid de antes de su marcha, el previo a la guerra, desfigurado no por el tiempo, que tambi¨¦n, sino por una dictadura que para entonces hab¨ªa arrasado mentes y memoria. Aub se da de bruces con una realidad que permanece a¨²n ajena para muchos al otro lado del oc¨¦ano. La construcci¨®n rom¨¢ntica de un pa¨ªs ¡ªque no va a ser m¨¢s aquel pa¨ªs¡ª en torno a Madrid, m¨¢s un concepto que una ciudad, s¨ªmbolo de toda la resistencia republicana.
La capital de Espa?a ha estado siempre en el imaginario de los mexicanos ¨Cah¨ª est¨¢ el chotis de Agust¨ªn Lara, el lugar com¨²n por antonomasia¡ª, pero tambi¨¦n en sus calles, sobre todo en las de Ciudad de M¨¦xico: la fuente de la Cibeles en la colonia Condesa; la biblioteca del Casino espa?ol, la calle de L¨®pez en un Centro Hist¨®rico que bien pod¨ªa pasar por un barrio de Madrid¡ Si hay un espacio que agrupa los dos tipos de recuerdo, el f¨ªsico y el sentimental, es el colegio que lleva el nombre de la ciudad.
Fundado dos a?os despu¨¦s de terminar la Guerra Civil, en 1941, con ayuda de la Junta de Ayuda a los Republicanos Espa?oles (JARE), la esencia del Colegio Madrid era salvaguardar la educaci¨®n republicana. Con el laicismo por bandera, con el tiempo se fue profundizando tambi¨¦n en el conocimiento de M¨¦xico. El nombre no fue casualidad. Madrid simbolizaba algo m¨¢s que una mera ciudad, por mucha capital que fuese. Era el ¨²ltimo basti¨®n republicano ante el fascismo. El estandarte del ¡°?No pasar¨¢n!¡±. Lo recuerda Rosa Mar¨ªa Catal¨¢, actual directora del centro: ¡°Si se hubiese llamado Colegio Espa?a, el efecto hubiese sido otro. Espa?a representaba el r¨¦gimen; Madrid, la resistencia¡±.
Fundado en 1941, con ayuda de la Junta de Auxilio a los Republicanos Espa?oles (JARE), la esencia del Colegio Madrid era salvaguardar la educaci¨®n republicana
Esa idea de Madrid como aglutinador no solo de una ciudad, sino de un pa¨ªs, es algo que perdur¨®. ¡°Es distinto cuando nombras otra ciudad¡±, recuerda Jos¨¦ Mar¨ªa Espinosa, director del Museo de la Ciudad de M¨¦xico y gran conocedor de la historia del exilio. ¡°Cuando alguien habla de Sevilla no tiene la misma trascendencia. Y ser de Barcelona no es para el mexicano necesariamente un sin¨®nimo de ser espa?ol. Con Madrid no ocurre eso: la caracter¨ªstica de ser espa?ol es anterior a la de ser madrile?o¡±.
En el Madrid, como coloquialmente se sigue conociendo el colegio, se comenz¨® a educar con la convicci¨®n de preservar la memoria republicana, pero tambi¨¦n con la constancia del pa¨ªs en el que se encontraba, a diferencia, por ejemplo de los liceos, que pr¨¢cticamente calcaban los programas del pa¨ªs de origen. Durante dos a?os, lo que dur¨® la ayuda de la JARE, se pudo mantener la esencia de su fundaci¨®n que, si bien no se fue perdiendo, s¨ª se transform¨® con la incorporaci¨®n de muchos hijos de intelectuales mexicanos, atra¨ªdos por el concepto de educaci¨®n libre y laica. El centro creci¨®, pas¨® de tener solo ense?anza primaria a secundaria y despu¨¦s bachillerato. Ya a mediados de los a?os 50 se convierte en una instituci¨®n que prepara a sus alumnos decididamente para la universidad mexicana, y que conserva de su herencia algunos gui?os, que a¨²n perduran: cada 14 de abril enarbolan a la bandera republicana.
El Madrid, como ocurri¨® con el instituto Luis Vives, contribuy¨® a mantener viva la tradici¨®n oral, la memoria de los exiliados, muchos de los cuales enviaron a sus hijos al colegio, una tradici¨®n que se ha mantenido durante generaciones. Un tiempo en el que la idea rom¨¢ntica de Madrid ¡ªy de Espa?a¡ª como ciudad que se sobrepondr¨ªa pronto al fascismo para permitir el regreso de miles de refugiados se fue acrecentando. El recuerdo que se cultiv¨® era el de un lugar repleto de libertades, antag¨®nico al que sufr¨ªa la tiran¨ªa de Franco. ¡°Mis padres siempre pensaron en un Madrid que nunca fue; mi madre, por ejemplo, nunca vivi¨® en la ciudad, naci¨® en el exilio en Par¨ªs, pero siempre cultiv¨® ese imaginario¡±, recuerda Alejandro Cruz Antienza, director de publicaciones del Colegio Nacional, fundador de La Caja de Cerillos Ediciones y exalumno del Colegio Madrid. Una memoria que se preservaba en las comidas familiares en las que se recitaba a Garc¨ªa Lorca, Miguel Hern¨¢ndez, o aquellos versos de Le¨®n Felipe, muerto en el M¨¦xico que le acogi¨®: ¡°Qu¨¦ lastima que yo no tenga un abuelo que ganara una batalla¡¡±
Rafael L¨®pez Giral, fundador de Sexto Piso y tambi¨¦n exalumno del Madrid, recuerda c¨®mo en su casa se hablaba de La Castellana y de lugares de la capital con la misma nostalgia con la que en el Centro Republicano ¡°se replicaba la vida madrile?a¡±, esto es: ¡°Se agarraban por todo con una intensidad que llamaba mucho la atenci¨®n¡±, bromea. Lugares en los que se hablaba, sobre todo, de qu¨¦ se har¨ªa al volver, sin terminar de asumir que la ciudad en la que habitaban estaba, en muchos aspectos, muy por delante de la ilusi¨®n en la que viv¨ªan. Agarr¨¢ndose al mismo optimismo con el que Aub, de regreso a M¨¦xico, confiaba en que las cosas cambiasen, porque ¡°hay una minor¨ªa que se da cuenta de lo que sucede en el mundo¡±.
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