?Ser¨¢ aquel Travolta? ?No, es Bunbury!
El m¨²sico comienza su gira 'Expectativas' en Santander evocando aires de los setenta e impone su magistral eclecticismo
Era s¨¢bado noche y el juego de las metamorfosis al que nos tiene acostumbrados el artista bien pod¨ªa llevar a confusi¨®n. Cuando apareci¨® en escena con su traje blanco, de chaleco y pantalones de campana se produjo un extra?o espejismo: ?Ser¨¢ Travolta? No. Era Enrique Bunbury. Esta vez, con un gui?o psicod¨¦lico a los setenta para comenzar un show en el que demostr¨® su contundente y magistral eclecticismo encima del escenario.
Y eso que cost¨® caldear el ambiente. A los responsables del Palacio de Deportes santanderino se les hab¨ªa pasado enchufar la calefacci¨®n. Debieron de pensar las autoridades locales: ?rockeros? Que se calienten ellos¡ La ola de fr¨ªo polar en el centro de la costa cant¨¢brica no es para tom¨¢rsela a broma. Entraba un ris helado por los vomitorios y aquello no pasaba de ser un congelador en mitad del vientre de la ballena.
A eso se asemeja el espacio donde tuvo lugar el concierto, pr¨®ximo a los campos de Sport de El Sardinero, con todo el mar y sus corrientes a la espalda. Y m¨¢s alrededor de las nueve de la noche, hora de despegue de una gira que llevar¨¢ este invierno a Bunbury desde Santander a diversos lugares de Espa?a y Am¨¦rica.
Tocaba presentar nuevo ¨¢lbum: este Expectativas, volcado en sonidos m¨¢s electr¨®nicos que ac¨²sticos. El artista ha dejado atr¨¢s los aires latinos por ecos de escuelas m¨¢s apegadas a Londres y Berl¨ªn, trufadas con letras directas, que apelan a diatribas calientes. Enfundado en su disfraz de Tony Manero, Bunbury comenz¨® con La ceremonia de la confusi¨®n. Fue el primero de los siete temas del nuevo disco, eje de la primera parte, sobre la que fueron cayendo La actitud correcta, Cuna de Ca¨ªn, En Bandeja de plata o la brillante Parecemos tontos, que se fueron alternando con algunos anteriores, como Los inmortales.
Bunbury ha cuajado un trabajo coherente pero discordante con todo lo que le precede. Otro camino. Pronto se ver¨ªa encima del escenario que aquella figura enfundada en un gui?o est¨¦tico a los Bee Gees ten¨ªa mucho m¨¢s que ver con un David Bowie primigenio y tambi¨¦n testamentario. Porque el sonido de su nuevo trabajo bebe de ese ¨²ltimo suspiro del genio que fue Blackstar, gu¨ªa hoy de tantos.
Tocaba presentar nuevo ¨¢lbum: este Expectativas, volcado en sonidos m¨¢s electr¨®nicos que ac¨²sticos. El artista ha dejado atr¨¢s los aires latinos por ecos de escuelas m¨¢s apegadas a Londres y a Berl¨ªn, trufadas con letras directas, que apelan a diatribas calientes"
Pero, sin embargo, es Bunbury. Puro Bunbury. Pocos m¨²sicos a¨²nan una compilaci¨®n tan enciclop¨¦dica de estilos para conformar una sola personalidad. En medio de su creativa y bendita madurez, ha dejado joyas como Hellville de Luxe o Las consecuencias. Trabajos de referencia y altura para demostrar que el aragon¨¦s no tiene parang¨®n dentro del espectro del pop hispano.
A estas alturas, ya ha transitado del g¨®tico al cabaret, del mariachi y las rancheras a la Velvet Underground. Ha adornado el kroutrock con ecos de Camilo Sexto, Raphael y Nino Bravo. Ha evocado a Tom Waits sin olvidar la herencia de Radio Futura. No quiere perder su vitola de Jim Morrison con alma de Bowie, ni su pizca de las maneras glam que le leg¨® Phil Manzanera cuando el miembro de Roxy Music empez¨® a producir discos de H¨¦roes del Silencio¡
Y aun as¨ª, con todo y sobre todo, es Bunbury. El gu¨ªa avizor de la modernidad, la estrella que ha sabido resistir con personalidad propia bebiendo de m¨²ltiples y distantes fuentes. El h¨¢bil constructor de un estilo que marca diferencias, con esa iconograf¨ªa singular basada en una continua b¨²squeda camale¨®nica. El poeta que ha explorado un cancionero con letras prof¨¦ticas, rom¨¢nticas y subversivas.
Cuando aquellos versos de H¨¦roes del Silencio tomaron m¨¢s cuerpo y sentido al desaparecer la banda, encarando una ¨¦poca de derrumbe anunciada por ellos en Deshacer el mundo o en Avalancha, fue clarific¨¢ndose un enigma que beb¨ªa de Baudelaire y William Blake para desembocar hoy en una concepci¨®n orwelliana. Pero la m¨²sica debe estar a la altura de esos enunciados. Y as¨ª es. Porque la exploraci¨®n en Bunbury resulta un karma permanente. En Santander cabalg¨® desde la urgencia de sus proclamas comprometidas con el mundo en que vive, inquietas a costa de la posverdad y la prementira, de un lado a otro de su carrera.
Cuando dej¨® aparte la presentaci¨®n de Expectativas, tir¨® de repertorio. En ese viaje encontramos bien lavados y peinados para su nueva puesta de largo temas legendarios de H¨¦roes: Mar adentro, Tesoro, la visita al chiquillo que labraba una primera obra maestra como H¨¦roe de leyenda o un Maldito duende medio vud¨², entroncado con la percusi¨®n diab¨®lica que los Rolling Stones aportaron a Sympathy for the Devil. Se iban turnando con obras de su trayectoria en solitario como El rescate, M¨¢s alto que nosotros s¨®lo el cielo o ese himno que es De todo el mundo¡
Ventilado el meollo central, Bunbury dej¨® el escenario junto a su banda, la m¨¢s que solvente Los santos inocentes, a la que se ha unido el saxo de Santi del Campo. Pero en menos de un suspiro, reapareci¨® para cerrar con aire de cantina mexicana y aroma de tugurio a lo Kurt Weill. Son los ecos que impregnan ¨¦xitos como El extranjero, Me calaste hondo o Que tengas suertecita¡ La constante, una nueva balada con gui?os al Afterglow de G¨¦nesis cerr¨® la noche. Y Bunbury puso rumbo a los parajes invernales que le tocar¨¢ ahora llenar de luz con sus Expectativas.
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