Simpat¨ªa por Santa Claus

Un pr¨®logo animado que evoca la est¨¦tica de las ilustraciones de un libro infantil abre Un intercambio por Navidad, segunda pel¨ªcula familiar noruega, tras la animada El bosque de Haquivaqui, que llega a la cartelera espa?ola con escasas semanas de diferencia, quiz¨¢ con la saludable y algo rom¨¢ntica intenci¨®n de combatir a fuerza de ingenuidad el tsunami del franquiciado. Hay en la historia de este carpintero que, tras una m¨¢gica experiencia en la infancia, se convirti¨® en el m¨¢s entusiasta seguidor de Santa Claus una curiosa paradoja de partida: por un lado, la pel¨ªcula parece venir, directamente, de otra ¨¦poca, m¨¢s regida por el candor que por la sobreestimulaci¨®n a fuerza de golpes de efecto que hoy define el cine infantil, pero, por otro lado, Un intercambio por Navidad basa su relato en una crisis de ingenuidad, ese spoiler vital que marca el paso de la edad de la inocencia a una preadolescencia resabiada.

El cambio de papeles entre Santa Claus y el carpintero empe?ado en que todos sus hijos crean en el mito ¨Cincluso los preadolescentes que flirtean con el descreimiento por ¡°culpa de esta m¨²sica que escuchan ahora¡± (sic)- da pie, pues, a un extra?o artefacto que se dir¨ªa so?ado por el mism¨ªsimo Ned Flanders despu¨¦s de la Misa del Gallo. Eso s¨ª, el director Terje Rangnes, que ven¨ªa de hacer un biopic sobre el periodista que convirti¨® el padre alcoh¨®lico de la princesa Mette-Marit en una celebridad de la prensa amarilla, afronta su tarea con entregada profesionalidad.