El mordisco del caim¨¢n
Una caja recrea la invenci¨®n del personaje Dr. John, con los siete elep¨¦s que public¨® entre 1968 y 1974
En 1995, Siniestro Total public¨® su canci¨®n dedicada a esa leyenda de Nueva Orleans conocida como Dr. John. Sobre una base funk, dec¨ªa as¨ª: ¡°Doctor Juan, doctor Juan / l¨ªbrame de todo mal / y del mordisco del caim¨¢n¡±. Recuerdo autom¨¢ticamente el estribillo al ver una caja, The Atco Albums Collection, que junta los siete primeros LPs de Dr. John en Atlantic, en CD pero en edici¨®n facs¨ªmil. Traducci¨®n: se necesita, no exagero, una lupa para leer los cr¨¦ditos.
Ahora que tantos aficionados se quejan de los precios de las entradas para ver en acci¨®n a Morrison o Dylan, solo se me ocurre recomendar cajas como la de Dr. John. Por menos de treinta euros, promete muchas m¨¢s horas de placer que esos conciertos de titanes que act¨²an mirando disimuladamente al reloj.
Adem¨¢s, la de Dr. John ofrece una historia extraordinaria. De verdadero nombre Malcolm Rebennack, hab¨ªa conocido los infiernos de Nueva Orleans, cuando la ciudad sufr¨ªa la represi¨®n ¡°contra el vicio¡± ordenada por Jim Garrison, el fiscal de distrito luego santificado por Oliver Stone en JFK. Fue, sin embargo, en Misisipi donde Mac recibi¨® un disparo en un dedo que le alej¨® de su instrumento habitual, la guitarra, para centrarle en el piano. Las restricciones impuestas por las redadas del fiscal Garrison se complicaron con una condena por narc¨®ticos. Como siempre hicieron los m¨²sicos de Nueva Orleans, Rebennack emigr¨®; termin¨® en Los ?ngeles, donde le hicieron hueco como m¨²sico de estudio. Un paisano, Harold Battiste, llevaba una buena racha como arreglador de Sonny & Cher y supo vender a Atlantic las ocurrencias de Rebennack.
Hoy lo llamar¨ªan ¡°apropiaci¨®n cultural¡± o algo peor. Pero requer¨ªa audacia: Malcolm recuperaba el nombre de Dr. John, esclavo tra¨ªdo de Senegal que en el siglo XIX alcanz¨® gran reputaci¨®n como sacerdote del vud¨², las creencias africanas arraigadas en Nueva Orleans y alrededores.
Hab¨ªa un problema: los rituales del vud¨² de Luisiana sol¨ªan usar c¨¢nticos hipn¨®ticos pero no instrumentos. As¨ª que Rebennack se lo invent¨® todo: canciones, letras y ¨Cen colaboraci¨®n con Battiste- arreglos. Gris-gris (1968) y Babylon (1969) fueron bautizados como ¡°vud¨² psicod¨¦lico¡± y no se parec¨ªa ni al Nueva Orleans tur¨ªstico ni a la psicodelia del momento: ten¨ªa aromas orientales y, ocasionalmente, sudamericanos. El Doctor cantaba poco, dejando margen a las coristas. Puede que hubiera quedado como otra anomal¨ªa m¨¢s de una ¨¦poca en la que se lanzaron muchos discos improbables debido al desconcierto de las compa?¨ªas. En el caso de Dr. John, los brit¨¢nicos se quedaron convencidos de estar viendo realmente a un emisario de los bayous de Luisiana. Su I Walk on Guilded Splinters se ha grabado all¨ª en diferentes versiones, de Humble Pie a Paul Weller.
Ese apoyo londinense se materializ¨® en el cuarto ¨¢lbum, The Sun, Moon & Herbs (1971), un frustrado triple LP que incluy¨® aportaciones de Mick Jagger o de Eric Clapton. A continuaci¨®n, Atlantic impuso un giro. Dr. John no estaba enamorado de su voz pero el productor Jerry Wexler entendi¨® que, a pesar de sus limitaciones, era un estilista. Y que pod¨ªa aplicar su sabor del Sur profundo a cualquier repertorio. Su disco de versiones, Gumbo (1972), reivindicaba el rhythm and blues de Nueva Orleans, de Professor Longhair a Huey Piano Smith; articulaba as¨ª una tradici¨®n poco entendida fuera de aquella ciudad.
Vendr¨ªa luego la alianza con Allen Toussaint (productor) y The Meters (acompa?antes): In the Right Place (1973) y Desitively Bonnaroo (1974). Fuera ya de Atlantic, Dr. John ha ido dando bandazos, entre los productos de qualit¨¦ y los obligados saludos a su ciudad natal. Eso s¨ª, ha habido intentos de recuperar al brujo de sus inicios, con los alumnos brit¨¢nicos de Anutha Zone (1998) y Locked Down (2013), con Dan Auerbach. Interesantes discos pero sin el punto de incertidumbre que, a¨²n hoy, hace emocionante la escucha de The Atco Albums Collection.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.