Mitsuo Miura y el silencio c¨®modo
La memoria como provocaci¨®n y el placer como meta. El artista japon¨¦s repasa 50 a?os de carrera en la Real Casa de la Moneda
Hay algo potencial en el silencio que fascina a Mitsuo Miura (Iwate, Jap¨®n, 1946). Tiene que ver con lo discreto y lo encubierto, con lo escueto y lo latente. Tambi¨¦n con cierta idea de elipsis, con aquello que decimos cuando callamos, que tan fluidamente circula entre sus pinturas, dibujos, fotos, contracollages e instalaciones. A veces, ese silencio c¨®modo se traduce en la m¨ªnima expresi¨®n. ¡°Me gusta jugar con la insinuaci¨®n, con algo que se pueda disimular, que est¨¦ ah¨ª sin estarlo, esa es la idea¡±, dice. ?l, en cambio, habla sin parar sentado en una butaca junto a casi 50 a?os de trabajo. Est¨¢n desplegados ahora en la Real Casa de la Moneda en Madrid, en una suerte de retrospectiva que ha sido la mejor rehabilitaci¨®n del ictus que sufri¨® hace un a?o, cuando esta instituci¨®n le concedi¨® el Premio Tom¨¢s Francisco Prieto de Medall¨ªstica, y que entonces celebr¨® en el hospital.
No es alguien que eluda el vaiv¨¦n de la vida, pero s¨ª de los que sortean con buen pie los contratiempos. Aunque uno de ellos le falla, sigue atento a esa idea de paseo que ha convertido en una de sus herramientas de trabajo. Todo lo que produce Mitsuo Miura est¨¢ relacionado con su devenir cotidiano. Para ¨¦l, lo principal no es trabajar con una finalidad, sino para un lugar, y ese lugar es su propia vida. La vida como experiencia, leemos en el t¨ªtulo de esta nueva exposici¨®n. Dice que lleva dos a?os document¨¢ndola, mirando atr¨¢s para seguir adelante, revisando notas, colores, documentos, maquetas, fotos antiguas, obras fallidas, varios aciertos¡ Cada rinc¨®n de su obra habla de la memoria. La imaginada se ha convertido en el gran tema de la ¨²ltima d¨¦cada, y que traslad¨® en 2013 al Palacio de Cristal del Retiro. Part¨ªa entonces de lo pict¨®rico para extenderse a lo espacial a trav¨¦s de c¨ªrculos de colores distribuidos por el suelo y suspendidos en la cubierta del palacio. El parque funcionaba como una escenograf¨ªa dentro de su instalaci¨®n, algo as¨ª como un recuerdo recordado. ¡°Cuando iba al Palacio de Cristal como espectador me imaginaba c¨®mo entend¨ªa yo ese lugar y la manera en que otros artistas lo hab¨ªan resuelto. El problema es que cada vez que volv¨ªa se me olvidaba lo pensado anteriormente. Las ideas que me devolv¨ªa mi cabeza eran contradictorias, absurdas o extravagantes. As¨ª que me propuse generar un contenedor para todas esas memorias¡±, explica. En aquellas columnas ciegas profundizaba entonces en dos de las inquietudes est¨¦ticas que articulan su vocabulario art¨ªstico: las formas geom¨¦tricas y los colores puros. En esas dos ideas nos detenemos.
"Trato de dar una especie de amplitud a los momentos, darle potencia a lo que implica imaginar una situaci¨®n, a la ilusi¨®n que genera"
Dice que tiene preferencia por lo circular y los tonos desva¨ªdos, que representan eternos retornos y situaciones difusas. Lo que viene a ser un recuerdo. ¡°Aluden a una memoria que est¨¢ flotando, a ideas que van y vienen, a algo que es poco concreto. De ah¨ª el juego con las tonalidades, con colores que se parecen a un rojo o naranja pero que no son ni rojo ni naranja, porque la memoria tampoco es fiel a un retrato de la realidad. El olvido tambi¨¦n est¨¢ presente en el porqu¨¦ de la elecci¨®n de colores. La memoria es una continua provocaci¨®n. Sigue activando mi cabeza constantemente. El tiempo consumido tiene una energ¨ªa que me provoca. Lo que trato es dar una especie de amplitud a los momentos, darle potencia a lo que implica imaginar una situaci¨®n, a la ilusi¨®n que genera. Detenerme en esa energ¨ªa, en la viveza de una sensaci¨®n. No hablo de teor¨ªas, sino de emociones. De la imaginaci¨®n como un lugar que genera seguridad. De construir una memoria que reactiva un espacio de lo posible, un ¨¢rea imaginaria de existencia incierta que s¨®lo puede ser completada mentalmente¡±, relata.
Aparece el negro junto a la idea de alegor¨ªa, la gran amiga invisible de su obra. ¡°Llego a ¨¦l por la escritura, por la caligraf¨ªa japonesa que aprend¨ªamos en el colegio pintando una y otra vez sobre papeles de peri¨®dicos, que eran lugares a su vez llenos de palabras. Sobre ellos escrib¨ªamos una y otra vez, borrando lo anterior, sobreponiendo sentidos. Me interesa el negro en ese sentido, el color como acci¨®n, un negro, digamos, vivo, potencial, que encierra texturas, sensaciones, lecturas, otros lugares¡±. Al pensar en ellos aparece otro color especial, Amarillo transparente, que inaugur¨® en 2010 RMS El Espacio, y que recuerda como una de sus mejores exposiciones. Su obra tiende a hacer dialogar los materiales expuestos con el espacio que los alberga, y tambi¨¦n lo hizo aqu¨ª, ocupando una sala de estudio, una habitaci¨®n, una cocina y un muro en el que se acumulaban las capas de memoria de las propias actividades de RMS La Asociaci¨®n en aquellos a?os y sus propios objetos personales.
La serialidad, la repetici¨®n de elementos y su prolongaci¨®n en el espacio y las paredes, que vemos en cada rinc¨®n de la exposici¨®n, podr¨ªan leerse en clave anal¨ªtica, pero escuchando a Mitsuo est¨¢ m¨¢s vinculado a una actitud de observaci¨®n que introduce la idea del tiempo, la demora, la percepci¨®n de los cambios que se producen en su entorno, desde su barrio en plena Malasa?a o los veraneos en la playa de los Genoveses, en Almer¨ªa. Centrado al comienzo de su carrera en la exploraci¨®n de la naturaleza como materia, objeto y s¨ªmbolo, pas¨® m¨¢s tarde a interesarse por los signos que invaden la ciudad, trabajando a partir de formas geom¨¦tricas simples y colores vivos que evidenciaban su capacidad de atracci¨®n al tiempo que los vaciaba de significado. Aunque estudi¨® Bellas Artes en Tokio, decidi¨® venirse a Madrid fascinado por la pintura antigua del Museo del Prado, pero sobre todo por las ganas de experimentar con todo. Es lo que aport¨® en la etapa en que vivi¨® en Cuenca al albur de otros muchos artistas, Eva Lootz, Campano, Quejido y Nacho Criado, entre ellos. Luego debut¨® en los setenta en la galer¨ªa Buades, creci¨® de la mano de Helga de Alvear y apost¨® por su propio proyecto de galer¨ªa con Ginkgo, modesto en principio, junto a Arturo Rodr¨ªguez, pero que enseguida se convirti¨® en foco de atracci¨®n para el contexto madrile?o.
Lo suyo es el bienestar como paradigma. Por eso sus obras sonr¨ªen acordes a una vida, dice, feliz. Recuerda a un profesor particular que tuvo en la infancia, que basaba sus clases de arte en pasear y hablar del porqu¨¦ de las cosas. De ese lado conceptual no se separ¨® nunca. Tampoco del poder de las evocaciones. ¡°El placer del vac¨ªo puede ser muy fuerte, no hay riqueza ni pobreza, no hay nada, pero a la vez est¨¢ todo, digamos que es un vac¨ªo de placer. Este tipo de actitud es como un soporte de mi obra¡±.
Memorias imaginadas. La vida como experiencia est¨¦tica (1968-2017). Real Casa de la Moneda. Madrid. Hasta el 3 de marzo de 2018.
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