El d¨ªa en que fui el doctor Zhivago
Cr¨®nica de una ma?ana en la estaci¨®n de Soria donde se rod¨® el m¨ªtico filme, 50 a?os despu¨¦s de su estreno en el cine Rex de la ciudad castellana
Llegamos a la estaci¨®n de Soria con las lega?as y las maletas. Eran las ocho y media de la ma?ana y en el bar El cielo gira, con acceso por el and¨¦n, a¨²n retumbaba el cotill¨®n de Nochevieja. Me asom¨¦ a los cristales empa?ados y pude ver a una chica bailando, envuelta en espumillones plateados, ajena al deambular deprimente del viajero que vuelve al trabajo y se cruza ¡ªcomo ya intu¨ªa¡ª con el bum-bum de los d¨ªas de A?o Nuevo, en esos momentos en que la noche ya se ha ido y el d¨ªa no ha acabado de llegar.
El bum-bum discotequero, ferroviario y soriano se mezclaba con el traca-traca de los ruedines de la maleta ¡ªhay que comprar una nueva, queda claro¡ª. Esto es matador. No lo de comprar una maleta nueva ¡ªno veo el momento¡ª, sino esa cacofon¨ªa espantosa de las cosas que no casan, sobre todo para quien maneja los ruedines un 1 de enero a las ocho y media de la ma?ana mientras se pregunta por los bajines: ¡°En realidad, ?qu¨¦ co?o hago yo aqu¨ª?¡±. Los del cotill¨®n, ah¨ª segu¨ªan, a lo suyo, en la prolongada rave de la vieja estaci¨®n de trenes de Ca?uelo.
S¨ª, la misma en la que, all¨¢ por 1965, Omar Sharif, sus bigotes y su belleza macha y fr¨¢gil al tiempo corr¨ªan sudorosos en busca de sus sue?os y de Julie Christie (ay). A m¨ª no me acerc¨® a la estaci¨®n Julie Christie, pero casi. Nadie es perfecto: me refiero a m¨ª, que no soy precisamente Omar Sharif¡ aunque aquella ma?ana un poco s¨ª que lo fui, o me lo pareci¨®, con algo me ten¨ªa que animar ante la perspectiva de volver a la mina, un d¨ªa de A?o Nuevo y con estos pelos.
La Metro-Goldwyn-Mayer hab¨ªa elegido Soria capital y un pu?ado de pueblos remotos y encantadores (Candilichera, ?lvega de Moncayo, Pinar del Campo¡) para convertirlos en la Rusia helada y revolucionaria por la que cabalga el doctor Zhivago, m¨¦dico, poeta y antih¨¦roe. Y la estaci¨®n de Soria-Ca?uelo fue, por arte de birlibirloque, la estaci¨®n de Yuriatin. La productora alquil¨® tres locomotoras de vapor ¡ªincluida la apabullante Mikado 141.2239, reconvertida para la ocasi¨®n en el tren militar donde viaja el coronel Strelnikov¡ª y 60 vagones ya jubilados de la Renfe, que colabor¨® desinteresadamente en el rodaje de la pel¨ªcula.
El nevado Campo de G¨®mara se convirti¨® en la interminable estepa rusa (esto es un decir: resulta que aquel fue el invierno m¨¢s c¨¢lido en la historia soriana y no nev¨®, con lo cual los artesanos de la Metro tuvieron que inventarse la nieve: polvo de m¨¢rmol, cera congelada e inmensos pl¨¢sticos blancos). El rodaje trastoc¨® de arriba abajo la vida de la peque?a ciudad castellana, que en aquel entonces no llegaba a los 20.000 habitantes. En los descansos, Omar Sharif sol¨ªa pasearse con su hijo peque?o por el parque de la Dehesa y por el Espol¨®n, mientras Geraldine Chaplin y Julie Christie recorr¨ªan las peque?as tiendas del Collado y charlaban con los sorianos. Decididamente, Soria exist¨ªa, y bien que exist¨ªa: Doctor Zhivago, dirigida por David Lean y producida por Carlo Ponti con la pastizara loca de la Metro, se convirti¨® en la octava pel¨ªcula m¨¢s taquillera de la historia, se llev¨® cinco Oscars y puso a la eterna Numancia en el mapamundi. En 2017, se cumplieron 50 a?os del estreno en el cine Rex de Soria.
Pero me he perdido en digresiones. Lo que yo quer¨ªa contar era que fui, por un d¨ªa, el doctor Zhivago. Eso s¨ª: no bes¨¦ ni a Geraldine ni a Julie en todo el viaje, y encima a la altura de Torralba apareci¨® el revisor, somnoliento ¨¦l, y solt¨®:
¡ªEn diez minutos llegamos a Torralba y tienen que cambiar de tren.
¡ªAh, bueno¡ ?y eso por qu¨¦?
¡ªPues m¨¢s que otra cosa por tocar las pelotas un poco.
Textual.
Cambiamos de tren. M¨¢s all¨¢, los campos de Castilla de Machado en una violencia de ocres y sombra de nube. Y el Omar Sharif de un d¨ªa, dormitando sobre los ejes del maltrecho jamelgo de la Renfe, rrrrrac, rrrrrrac, rrrrrrracc.
Sig¨¹enza, Jadraque, Guadalajara, Alcal¨¢, Chamart¨ªn.
Baj¨¦. Me atus¨¦ los bigotes. Busqu¨¦ a Lara Antipova. No estaba. Record¨¦ la finca de Varykino. Hab¨ªa desaparecido. Se conoce que todo fue un sue?o.
Pero, oye, que me quiten lo bailao. Y a los del cotill¨®n de la estaci¨®n, ni te cuento.
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