Perdidos y sordos
En el ¨²ltimo Festival de Cannes, la obra de Haynes supuso un leve respiro Existen delicadeza y ternura en el retrato de dos infancias atormentadas
Siento inevitable alergia hacia esos t¨¦rminos tan ampulosos, equ¨ªvocos y negociables de cine de culto, directores de culto, pel¨ªculas de culto. Aquellos que emplean abusiva y arrogantemente estas etiquetas dan por supuesto que es un dogma de fe. De la suya, est¨¢ claro, pero pretenden hacerlo universal. Y entiendo que pasen su vida rezando ante los iconos a los que profesan culto, pero no que hagan de ellos una verdad universal en enciclopedias, diccionarios, academias, cursos, seminarios, festivales, esas cositas presuntamente legitimadoras. Huelga aclarar que cada espectador puede practicar el culto que le salga del cerebro, del coraz¨®n o de los genitales, e incluso pasar de todos ellos.
EL MUSEO DE LAS MARAVILLAS
Direcci¨®n: Todd Haynes.
Int¨¦rpretes: Oakes Fegley, Julianne Moore, Michelle Williams.
G¨¦nero: drama. EE UU, 2017.
Duraci¨®n: 116 minutos.
No comparto la adoraci¨®n por muchos de esos intocables dioses del cine, pero amo a los que tantas veces me han hecho feliz. Tambi¨¦n admitir que algunos de los supremos autores de culto, cuya obra me aburre o me irrita, alguna vez han realizado pel¨ªculas que adoro. En el caso del estomagante David Lynch, uno de los emperadores del culto, las muy hermosas El hombre elefante y Una historia verdadera.
A Todd Haynes le colocaron desde el principio la corona del culto. Al parecer estaba dotado de una sensibilidad especial, reinventaba el melodrama, emulando a su maestro Douglas Sirk, en la para mi gusto empalagosa Lejos del cielo, y captaba el esp¨ªritu de Bob Dylan a trav¨¦s de m¨²ltiples caracterizaciones, incluida la osad¨ªa de que la actriz Cate Blanchett se metiera en su piel a mediados de los sesenta en la espesa y seudopo¨¦tica I¡¯m Not There. Dada mi nula empat¨ªa con su glorificado cine, mi sorpresa con la elegante, compleja, emotiva y magn¨ªfica Carol fue may¨²scula.
Tambi¨¦n me sirvi¨® para crearme expectativas hacia su siguiente pel¨ªcula, El museo de las maravillas. Se estren¨® en la secci¨®n oficial del ¨²ltimo festival de Cannes, dif¨ªcilmente olvidable por lo mala que fue, plagada de supuestos autores en sus horas m¨¢s p¨¢lidas. En esa catarata de cine tan pretencioso como in¨²til, la pel¨ªcula de Todd Haynes supuso un leve respiro. Me cost¨® bastante entrar en ella y me vuelve a ocurrir al revisarla. Hacia la mitad se va arreglando y la parte final es bonita.
Narra paralelamente dos historias de cr¨ªos insomnes, enigm¨¢ticos, llenos de determinaci¨®n , perdidos en su huida a Nueva York, y... sordos. La de la ni?a est¨¢ ambientada en blanco y negro y transcurre en 1927. La del ni?o cincuenta a?os m¨¢s tarde y con un color transparentemente urbanita. Todo es muy est¨¦tico pero tambi¨¦n lioso. Todd Haynes tarda demasiado tiempo (y se pierde en afanes l¨ªricos) en plantear la relaci¨®n entre ambas y desamparadas criaturas. Solo sabemos que ella busca a su madre en la gran ciudad y ¨¦l a su desconocido padre con la ¨²ica pista de una evocadora librer¨ªa.
Existen delicadeza y ternura en el retrato de esas infancias atormentadas por la p¨¦rdida, un notable sentido visual, pero tambi¨¦n excesiva morosidad, la sensaci¨®n de que falta nervio y un hilo conductor, de que si te pilla un poco cansado puede asaltarte la tentaci¨®n de cerrar los ojos. Espabilas cuando el desenlace est¨¢ cercano. Los cr¨ªos que la protagonizan son naturales y cre¨ªbles, est¨¢n muy bien, pero agradezco mucho que en la parte final aparezca esa actriz y se?ora fascinante llamada Julianne Moore. Est¨¢ envejeciendo con la clase y la sabidur¨ªa que caracteriza a los que siempre han tenido lo que hay que tener.
Babelia
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