El canto de amor al cine mudo de Todd Haynes
El cineasta cruza dos historias de ni?os que buscan a sus familias en los Nueva York de 1927 y 1977 en ¡®El museo de las maravillas (Wonderstruck)'
Todd Haynes se sienta delante del periodista, tiende la mano y le pregunta: "?Quieres ver el libro? Es para que te hagas una idea". La buena educaci¨®n del cineasta, nacido en Los ?ngeles hace 57 a?os, hace que su didactismo sea recibido con agradecimiento. El libro es un volumen de fotograf¨ªas del Nueva York de los a?os setenta, una d¨¦cada antes de que Haynes se mudara y asentara en esa ciudad. Y de esos retratos de una urbe que estalla en colores, crimen y vida, de una aglomeraci¨®n de sudor, sangre y gente, Haynes ha extra¨ªdo la atm¨®sfera de una de las dos partes que conforman El museo de las maravillas (Wonderstruck), dos historias entrelazadas de sendos ni?os con problemas de audici¨®n que buscan a sus familias en esa metr¨®poli en 1927 y en 1977. Con la sordera infantil ha resuelto el problema que supon¨ªa adaptar el libro hom¨®nimo de Brian Selznick (La invenci¨®n de Hugo Cabret). "Brian mismo me ofreci¨® el proyecto tras realizar ¨¦l mismo el guion. En el libro la parte del 27 est¨¢ contada en dibujos y lo hab¨ªa llevado al libreto como si fuera una pel¨ªcula muda, con referencias indudables cinematogr¨¢ficas como King Vidor, que inmediatamente me atraparon". El cineasta usa adjetivos para el guion que conecta con lo que quer¨ªa hacer en pantalla tras Carol (2015). "Era extra?o, destinado a un p¨²blico joven, ¨²nico, especial hasta en el uso de ni?os imaginativos como gu¨ªas inocentes por dos mundos en mitad de un gigantesco cambio".
Hay un peque?o detalle -el uso de marionetas- con el que Haynes realiza un gui?o a su primera pel¨ªcula, el escandaloso corto Superstar: The Karen Carpenter Story (1988), que con barbies contaba la batalla contra la anorexia de la cantautora. "He vuelto a una forma de expresi¨®n que no hab¨ªa utilizado y que me reconcilia con mis inicios, con la idea de que lo que importa en el fondo es la historia. Fue una idea del departamento de dise?o de producci¨®n, que me uni¨® con algo que fascina: el trabajo manual". El cineasta se r¨ªe: "Soy un hombre mayor que hace pel¨ªculas que se desarrollan en el pasado, y por eso debo de ser uno de los ¨²ltimos defensores del trabajo manual, de hacer uno mismo las cosas. Cuando ruedo, reh¨²yo en lo posible los trucos digitales". Y coge carrerilla: "?Sabes lo que une la visi¨®n del mundo de cada uno periodos con mi visi¨®n de la vida? Que sienten el triunfo de la banalidad y la decepci¨®n del presente en el tiempo en el que habitan... entre otras cosas. Y en mi caso, est¨¢ subrayado por la actualidad pol¨ªtica en Estados Unidos".
El cineasta confiesa complacido que ha adaptado su estilo al imperante en los dos periodos de tiempo retratados. Por un lado, me empach¨¦ de decenas y decenas de cl¨¢sicos del final del cine mudo, cuando este arte alcanz¨® una impresionante sofisticaci¨®n formal. Nunca hab¨ªa visto por ejemplo, Y el mundo marcha, de King Vidor, y descubr¨ª su influencia en, por ejemplo, Billy Wilder y su El apartamento. Por otro, el cine neoyorquino de los setenta volvi¨® a darle la vuelta al lenguaje visual que emerg¨ªa de la pantalla. Ha sido una aventura estil¨ªstica". Y de paso, rendir tributo a su ciudad de adopci¨®n. "Est¨¢bamos rodando y sent¨ª que lleg¨¢bamos por los pelos, que delante de nuestros ojos desaparec¨ªan los aromas cl¨¢sicos de Brooklyn, Bronx... Vecindarios enteros que superaron la crisis econ¨®mica de los setenta y ochenta ahora parecen dise?ados por un ¨²nico creador de un parque de atracciones que iguala manzanas y manzanas de casas".
Sin embargo, lo que m¨¢s le ha costado al director en El museo de las maravillas ha sido el equilibrio emocional entre ambos viajes a la madurez. "El espectador tiene que transitar de una historia a otra de forma fluida, mientras en su interior cambian los sentimientos. No es m¨¦rito m¨ªo, sino del guion. Yo supe que ten¨ªa que mantener la progresi¨®n de las piezas, no perder su fuerza, y llegar al montaje igual que hab¨ªa salido de la lectura del libreto. Que nada se perdiera en el rodaje ni con la banda sonora". ?Y en qu¨¦ ¨¦poca le hubiera gustado trabajar? Haynes abre los ojos y entra en ¨¦xtasis. "Dios, lo que habr¨ªa dado por rodar en el cine mudo. El reino de la belleza, la estilizaci¨®n y la elegancia. Los maestros empezaron en aquellos a?os. Qu¨¦ s¨¦ yo: Hitchcock, Ford, Ozu...".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.