Las series

D¨ªas atr¨¢s, la realizadora argentina Lucrecia Martel retomaba en este diario un tema que viene de lejos al criticar lo que se llamaba ¡°la dictadura del entretenimiento¡±, afirmando que ¡°las series de televisi¨®n ahondaron en ello¡±. En opini¨®n de la directora, ¡°las series nos han devuelto a la novela del siglo XIX. Es fruto del momento conservador que estamos viviendo. Se arriesga menos¡±, un debate, en definitiva, sobre la cultura popular y las vanguardias.

Afirmar que ¡°las series nos han devuelto a la novela del siglo XIX¡± no deja de ser sorprendente, pues, en alguna medida, es obviar nombres como Dickens, Stevenson, Jane Austen, Poe, Flaubert o Gald¨®s, por citar tan solo a uno pocos. Basta con leer a Calvino en su reivindicaci¨®n de los cl¨¢sicos para discrepar de que tal regreso se deba al conservadurismo actual.

Conviene recordar que el cine y, despu¨¦s, la televisi¨®n, tuvieron su origen en el af¨¢n de entretener, de ofrecer un espect¨¢culo capaz de asombrar: ah¨ª est¨¢ La llegada del tren, de los Lumi¨¨re. La televisi¨®n a?adi¨® concursos, informativos y series con un resultado inapelable: el ciudadano espa?ol la contempla a diario una media de cuatro horas, aunque nadie discuta su sobredosis de banalidad. Reivindicar el riesgo creativo, las vanguardias art¨ªsticas, es muy loable. Ignorar que el cine y la televisi¨®n pertenecen a las ¡°industrias del ocio¡±, es decir, a negocios que buscan la rentabilidad econ¨®mica, ser¨ªa lamentable.

Y si en las librer¨ªas se pueden encontrar textos de Rimbaud, Melville y Dan Brown en pac¨ªfica convivencia, ?por qu¨¦ no pueden compartir parrilla televisiva Los Soprano, The Wire o La zona con Pasapalabra? ¡°El momento conservador que estamos viviendo¡±, la regresi¨®n, no solo se debe al auge del mercantilismo, el nacionalismo o el fundamentalismo religioso; se aprecia tambi¨¦n en la incapacidad de evolucionar en los an¨¢lisis de los fantasmas que recorr¨ªan Europa en 1848. Eso s¨ª nos devuelve al siglo XIX.