La invisibilidad de la intenci¨®n
Pel¨ªcula de car¨¢cter coral, con una quincena de personajes con cierto desarrollo, resulta mejor cuanto m¨¢s se acude en la puesta en escena a la movilidad de la c¨¢mara
C¡¯EST LA VIE
Direcci¨®n: Olivier Nakache, Eric Toledano.
Int¨¦rpretes: Jean-Pierre Bacri, Vincent Macaigne, K¨¦vin Aza?s, Suzanne Cl¨¦ment.
G¨¦nero: comedia. Francia, 2017.
Duraci¨®n: 115 minutos.
Olivier Nakache y Eric Toledano siguen a la suyo: a la caza de la comedia dram¨¢tica para todos los gustos, comercial, agradable y popular. E indolente. Porque de lo que se trata es de no herir a nadie, a pesar de que algunos de los conflictos sugeridos puedan derivar hacia lo complejo. Y tras Intocable (2011), oda al p¨²blico medio de estruendoso ¨¦xito, y Samba (2014), epifan¨ªa del rid¨ªculo de forzada simpat¨ªa, llega la (un punto) m¨¢s agradable pero igual de desidiosa C¡¯est la vie, presentada en el pasado Festival de San Sebasti¨¢n. Una pel¨ªcula que podr¨ªa ser mucho mejor si se supiera de qu¨¦ va.
Y no nos referimos al argumento, sino a lo que realmente quieren decir Nakache y Toledano con su retrato de una boda de lujo en un castillo franc¨¦s, protagonizada tanto por los contrayentes y comensales como por el due?o y los trabajadores de la firma que organiza la celebraci¨®n. ?Estamos ante una apolog¨ªa del esfuerzo del peque?o empresario? ?De una defensa del humanismo en las relaciones laborales? ?De la Francia de la preconizada igualdad, de razas, de clases sociales? ?De la necesidad del amor como motor vital? ?De una cr¨ªtica de la apariencia? ?De todo esto junto? ?O en realidad de nada en particular salvo la voluntad de entretener con las relaciones entre los personajes y las situaciones c¨®micas? Que resulte imposible contestar a la pregunta principal de una pel¨ªcula ¡ªcu¨¢l es la intenci¨®n de sus creadores¡ª deber¨ªa dar una idea de la poca trascendencia del producto, con independencia de que sus chistes deambulen entre lo inocente y lo directamente rid¨ªculo.
Pel¨ªcula de considerable car¨¢cter coral, con una quincena de personajes con cierto desarrollo, C¡¯est la vie resulta mejor cuanto m¨¢s se acude en la puesta en escena a la movilidad de la c¨¢mara, a esa especie de walking and talking (conversaciones en continuo movimiento) tan t¨ªpico de las series de Aaron Sorkin. Pero en cuanto la secuencia se para, la pareja de directores se refugia en la planicie del plano-contraplano sin la menor imaginaci¨®n ni dominio del espacio. Y aunque las reminiscencias de La noche americana sean evidentes ¡ªen las relaciones cruzadas, en la concepci¨®n del tiempo, en los designios tonales¡ª, comparar el inclemente dibujo sobre el oficio de hacer cine de Fran?ois Truffaut con esta apoteosis de la simpleza de lo presuntamente ameno resulta casi una temeridad.
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