Gursky se viste de hormig¨®n
El fot¨®grafo alem¨¢n inaugura la renovada Hayward Gallery, legendaria joya del brutalismo londinense
La elecci¨®n de Andreas Gursky (Leipzig, 1955) para la reapertura de la Hayward Gallery, sometida a una respetuosa y sutil puesta al d¨ªa que la ha mantenido dos a?os cerrada, no pod¨ªa resultar m¨¢s acertada. El laber¨ªntico complejo brutalista de la orilla sur del T¨¢mesis que acoge la sala de exposiciones, es exactamente el tipo de lugar que uno esperar¨ªa encontrar en una de las piezas del cotizad¨ªsimo fot¨®grafo alem¨¢n.
Continente y contenido manejan un discurso semejante. Las geometr¨ªas y la frialdad de las fotograf¨ªas de Gursky amplifican las geometr¨ªas y la frialdad de la estructura de hormig¨®n. Y viceversa. ¡°Este edificio es lo contrario a un cubo blanco. Ten¨ªamos planeada la exposici¨®n desde antes de cerrar para la reforma, pero me alegro de haber esperado, porque el edificio renovado realza las piezas¡±, resume el director de la sala, Ralph Rugoff.
¡°Me gusta tanto la arquitectura brutalista que no quer¨ªa interferir demasiado en el espacio¡±, a?ade Gursky. ¡°Quise mantener la mayor superficie posible de hormig¨®n, que las escaleras fueran siempre visibles¡±.
Lo que se puede ver en la Hayward Gallery es una aut¨¦ntica retrospectiva de cuatro d¨¦cadas de carrera de un creador, clave en la introducci¨®n de la fotograf¨ªa en el n¨²cleo del arte contempor¨¢neo en los a?os 90, que ha sido definido como un cronista del capitalismo global. Una etiqueta con la que el artista dice sentirse c¨®modo. ¡°Leer los peri¨®dicos cada d¨ªa, conocer los temas que nos preocupan es una parte de mi trabajo¡±, reconoce.
Los pasillos atiborrados de ofertas de un hipermercado estadounidense (99 cent, 1999). Las multitudes que bailan en una rave (May Day IV, 2000). Los mares de pl¨¢stico de los invernaderos de Almer¨ªa (El Ejido, 2017). Un hangar de distribuci¨®n de Amazon (Amazon, 2016). Las pantallas repletas de vuelos del aeropuerto de Francfort (Frankfurt, 2007). Su trabajo procede de la curiosidad por c¨®mo funciona el mundo y por la naturaleza colectiva del ser humano. Sus fotograf¨ªas son testimonios de los espacios ¨¦picos que definen el presente.
Pero, claro, nada es lo que parece. O solo lo es en parte. Eso es clave en su discurso. Sus fotograf¨ªas tiene mucho m¨¢s de lo que el ojo ve. Todo est¨¢ enfocado; las perspectivas, tocadas. Los cuatro cancilleres alemanes ¨CSchr?der, Schmidt, Merkel y Kohl- que contemplan de espaladas un cuadro de Barnett Newman nunca estuvieron all¨ª. De la imagen del Rhin, que parece un rothko con sus franjas de colores horizontales y que se convirti¨® en 2011 en la fotograf¨ªa m¨¢s cara de la historia, se eliminaron digitalmente paseantes, ¨¢rboles y hasta una central el¨¦ctrica entera. Es el r¨ªo, pero no lo es.
Gursky es de esos pocos artistas a cuya obra el mundo real acaba pareci¨¦ndose. Igual que hay escenas de Hopper, hay paisajes de Gursky. Y la Hayward Gallery es uno de ellos.
La sala, que celebra este a?o su 50? aniversario, se encuentra incrustada en el enjambre de terrazas y escaleras de hormig¨®n que es el Southbank Centre, complejo que luego completar¨ªa el National Theatre, construido a finales de los sesenta para revitalizar la margen menos lustrosa del r¨ªo. La sala estaba considerada -en palabras de Rowan Moore, cr¨ªtico de arquitectura de The Guardian- como la ¡°ni?a problem¨¢tica¡± de la escena art¨ªstica londinense. Fea, agresiva, dif¨ªcil de acceder y de recorrer, poco pr¨¢ctica para exhibir cuadros. Pero su determinaci¨®n de servicio p¨²blico y la calidad de sus exposiciones hicieron de ella un referente.
No es la primera vez que se trata de reformar el edificio, dise?ado por un grupo de arquitectos j¨®venes municipales, incluidos dos de los futuros creadores del influyente grupo Archigram. El propio Richard Rogers propuso en los noventa cubrirlo con una especie de paraguas de cristal. Parad¨®jicamente, lo que se ha acabado haciendo es una intervenci¨®n m¨ªnima.
Se ha lavado la cara del edificio, en el sentido m¨¢s literal: una limpieza a fondo del hormig¨®n. Se ha reparado el suelo, se ha sacado una cafeter¨ªa y una sala extra y, acertadamente, se ha reparado del techo. Esas caracter¨ªsticas pir¨¢mides de cristal, que las goteras obligaron a cegar con un cochambroso falso techo, dejan ahora entrar la luz natural y otorgan un desconocido vigor a las salas superiores.
Poco m¨¢s. Los arquitectos del estudio Feilden Clegg Bradley han renunciado a rebajar la crudeza del edificio. Reino Unido, y el mundo de la arquitectura en general, ha aprendido en los ¨²ltimos tiempos a mirar al movimiento brutalista con cari?o. Y resulta que lo ¨²nico que necesitaba la Hayward Gallery era precisamente eso: un poco de cari?o.
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