Cuando restaurar es arte mayor
La asombrosa revisi¨®n, desde la fidelidad absoluta, de 'Shadow of the colossus' es candidata autom¨¢tica a mejor juego del a?o
Johnny Cash se pone frente al micr¨®fono y canta, con voz rota y cansada: "I hurt myself today...". La canci¨®n no es suya, sino de Trent Reznor, l¨ªder de Nine inch nails. Despu¨¦s de terminar el ¨²ltimo verso, "I would find a way", la posesi¨®n de Hurt pas¨® de Reznor a Cash. Porque Cash, solo con las inflexiones de su voz, solo con el tono eleg¨ªaco que le dio a la melod¨ªa, la hizo suya. En cada una de sus notas y palabras.
En las ant¨ªpodas de este ejercicio de posesi¨®n, imaginemos a uno de los m¨²ltiples pintores trabajando en la restauraci¨®n de la Capilla Sixtina. All¨ª la clave es que ciencia y arte se a¨²nen para restaurar el pulso de la obra de un artista mayor a las alturas que debi¨® alcanzar antes de que el deterioro del tiempo se cobre su peaje. El trabajo de restauraci¨®n, humilde y an¨®nimo, se convierte en arte mayor por la experiencia que habilita en los espectadores.?
Eso es exactamente lo que hace a este remake de Shadow of the colossus, obra maestra de Fumito Ueda, una obra maestra. Que los restauradores de Bluepoint, con un respeto infinito al original, han logrado que la experiencia de esta obra, siendo id¨¦ntica en sus elementos, se acreciente a cotas que eran imposibles en el original. Porque el videojuego ha sido una paradoja, como en grado menor lo ha sido el cine, de la correspondencia entre los l¨ªmites de lo tecnol¨®gico y los l¨ªmites de lo est¨¦tico.
En un art¨ªculo de t¨ªtulo brillante, Restauraci¨®n art¨ªstica: La delgada l¨ªnea entre arte y ciencia, Matthew Chakly escribe para la Universidad de Yale un reportaje sobre c¨®mo la restauraci¨®n a¨²na estas dos v¨ªas del conocimiento humano que a menudo nos empe?amos en separar como compartimentos estancos del saber, cuando existe una porosidad evidente, desde siempre, entre ambas. No hay m¨¢s que pensar en Leonardo Da Vinci. No era un cient¨ªfico y un artista, era una amalgama de los dos. Se puede decir que Bluepoint, el estudio responsable de la restauraci¨®n de este videojuego, es tambi¨¦n una amalgama de arte y ciencia o, m¨¢s precisamente, arte y tecnolog¨ªa. Porque el paradigma tecnol¨®gico que manejan habilita una experiencia art¨ªstica imposible de ¨¦l.
?Y de qu¨¦ experiencia hablamos? De lo sublime.
Da rabia y tristeza pensar que artistas del pasado se pierden grandezas del futuro por lo inevitable de la muerte. Imagino a los Shelley, Lord Byron y Willian Keats frente a Shadow of the colossus y sonr¨ªo al visualizar los ojos desorbitados, el temblor de sus manos, la boca congelada en una mueca de espanto y fascinaci¨®n mientras trepan la pelambrera de uno de los 16 titanes a matar en este videojuego. Imagino los versos apasionados sobre la soledad del hombre y la aplastante enormidad de lo salvaje despu¨¦s de que pasearan, a lomos de Agro, un inmenso bosque de ¨¢rboles que se pierden en las alturas o un desierto del que emergen ruinas de civilizaciones muertas. Un Turner, probablemente, se olvidar¨ªa por un tiempo del mar y viajar¨ªa a los cielos para representar al tit¨¢n decimotercero, una serpiente alada de 170 metros de longitud. Y un Miguel ?ngel plasmar¨ªa en m¨¢rmol el atroz dolor de un coloso apu?alado por el hombre que le da muerte: el jugador.
Es dif¨ªcil transmitir por qu¨¦ una mera actualizaci¨®n visual puede tener un impacto tan significativo en una obra, pero me esforzar¨¦ en argumentarlo. Shadow of the colossus, en su mayor parte, es un juego sobre esa experiencia de lo sublime rom¨¢ntica, el sentirse peque?o y abandonado ante una naturaleza gigantesca. Las praderas, las escarpadas monta?as, el laberinto boscoso, el desierto son tanto o m¨¢s protagonistas que el solitario antih¨¦roe y su caballo o cualquiera de los colosos a los que debe vencer. El t¨ªtulo de Ueda, publicado en 2005, no pod¨ªa representar la grandeza de lo natural por una imposibilidad tecnol¨®gica. Ten¨ªa que simularla aleg¨®ricamente y dejar que la imaginaci¨®n del jugador obrara el resto. Funcionaba, o cre¨ªamos que funcionaba.
Salto al 2018. Cada brizna de hierba, cada roca, cada cascada que se despe?a, cada ¨¢rbol, cada loma herbosa, rocosa o arenosa, cada ruina abandonada, cada caverna solitaria, cada valle entre monta?as. Todo transmite la enormidad de lo real. Es m¨¢s, es lienzo en movimiento, es m¨¢s bello y n¨ªtido que la realidad misma. Jugado a pocos metros de una pantalla de m¨¢s de 40 pulgadas, aislado del mundanal ruido con unos cascos de sonido envolvente, la experiencia de simplemente cabalgar con Agro por una pradera se convierte en trascendente, en poes¨ªa en movimiento. Los puntos m¨¢s ¨¢lgidos de cualquiera de los 16 combates rozan el s¨ªndrome de Stendhal. Enloquecen por abrumadores.
Y al mismo tiempo que Bluepoint obra este realce asombroso, se mantiene fiel hasta un punto rayano al fanatismo a la obra original. Es una declaraci¨®n de amor, de pasi¨®n desmedida, por el juego que les ha tocado restaurar. Se siente, por el cuidado obseso conque se respeta todas las decisiones est¨¦ticas, mec¨¢nicas y de dise?o de Ueda, que todos los restauradores veneran a Shadow of the colossus como lo que es. Una Capilla Sixtina. De su medio y de cualquiera.
Shadow of the colossus abre, en paralelo, otro debate interesante. Si una restauraci¨®n puede tener semejante impacto, solo por elevar su est¨¦tica all¨ª donde el original quer¨ªa pero no pod¨ªa llegar, ?qu¨¦ valor hay que dar a los restauradores? ?El de meros artesanos, incomparablemente menos valiosos que aquel dise?ador que lanza una idea original? ?O si hablamos de un resultado como el que nos ocupa, tenemos que cruzar esa fina l¨ªnea de la que habla Mackley y considerar que la restauraci¨®n, especialmente en videojuegos, debe de considerarse un arte? Otra hebra m¨¢s que sumarle a estas reflexiones. ?Hay que exigir, por el bien del legado cultural futuro, que las obras que estaban limitadas por su tecnolog¨ªa se actualicen hasta alcanzar las cotas que so?aron sus padres art¨ªsticos?
Me mojo, porque a ello hemos venido. A falta de que quien fuere me demuestre lo contrario, tengo muy claro que Shadow of the colossus es la obra maestra a batir de este 2018. Me parece muy dif¨ªcil, y s¨¦ que Nintendo atraviesa la racha m¨¢s extraordinaria en calidad y cantidad que hayamos visto, que pueda jugar otra experiencia este a?o que siquiera se acerque a lo que he experimentado con esta obra. Y s¨ª, para m¨ª esta restauraci¨®n es arte. Arte con may¨²sculas.
Arte mayor.
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