Sadomasoquismo de dise?o
Todo aspira a poseer un halo de misterio e interpretaciones m¨²ltiples. No es contagioso en mi caso
Fue muy venturosa para el cine la aparici¨®n de Paul Thomas Anderson, due?o de un mundo tan extra?o como fascinante, descubridor o impulsor de los mejores actores y actrices (nadie en su sano juicio se atrever¨ªa a calificarlos de secundarios) que comenzaron a trabajar en los a?os noventa, autor de dos obras maestras sin fecha de caducidad, que evidencian un talento fuera de lo com¨²n. Son las muy perturbadoras Boogie Nights y Magnolia, retratos complejos, tragic¨®micos, brutales y piadosos de gente a la deriva, atormentada por su pasado o por su presente, enganchados hasta el paroxismo en nombre de la supervivencia, profesionales de la pornograf¨ªa en la primera, testigos de un surreal, apocal¨ªptico y redentor diluvio de ranas cayendo del cielo de Los ?ngeles en la segunda. Sabes ante cualquier pel¨ªcula que lleve la firma de este hombre que te vas a encontrar con propuestas inevitablemente ins¨®litas, un lenguaje visual muy poderoso, rarezas con pedigr¨ª. Lo cual no impide que algunas de ellas me resulten intragables, como esas tonter¨ªas con vocaci¨®n juguetona y exc¨¦ntrica tituladas Embriagado de amor y Puro vicio. Tampoco soporto el interminable y delirante desenlace de Pozos de ambici¨®n, ni el alcoholismo histri¨®nico y agresivo que representa el siempre colgado Joaquin Phoenix (y a su lado un Philip Seymour Hoffman genial, como siempre) en la atractiva pero tambi¨¦n irregular The Master.
Disfrutando de un estatus privilegiado en el cine art¨ªstico norteamericano, siendo el ni?o bonito de la enamorada cr¨ªtica, nuca hab¨ªa recibido demasiadas nominaciones para los Oscar. Con El hilo invisible ha logrado un mont¨®n. Y es probable que sea bendecido. Ser¨ªa el triunfo de la qualit¨¦, del cine presuntamente sutil y profundo, del ejercicio de estilo con pretensiones de brillantez, de la convicci¨®n de que existe una historia muy turbadora detr¨¢s de otra historia que parece lineal, de atrevidas y halagadoras comparaciones (no me extra?ar¨ªa) entre la metodolog¨ªa en im¨¢genes que utiliza Paul Thomas Anderson y la narrativa literaria de Henry James.
El protagonista se supone que pertenece a la raza de los artistas absolutos, cuya vida solo encuentra sentido a trav¨¦s de sus creaciones. Este las desarrolla a trav¨¦s de la ropa que inventa. Lo que en ¨¦pocas antiguas recib¨ªa la intolerable denominaci¨®n de sastres y modistos y que la posmodernidad reivindic¨® con el t¨ªtulo de dise?adores. Este hombre atildado y de gesto fr¨ªo, introvertido hasta l¨ªmites extremos, protegido por una hermana todopoderosa y vamp¨ªrica, que cumple los sue?os de reinas, arist¨®cratas y millonarias inventando para ellas vestidos divinos, conocer¨¢ una mujer joven, suave, complaciente y que posee el don de acceder a su herm¨¦tica intimidad, con quien establecer¨¢ una relaci¨®n enigm¨¢tica en lo sentimental y en lo profesional. Pero el mani¨¢tico y fascinante pavo real no deja de sufrir, sus depresiones son c¨ªclicas e inexplicables. Las apariencias pueden ser enga?osas. Al parecer existen pocas adicciones tan fuertes como el sadomasoquismo. El subterr¨¢neo, no seamos vulgares, estamos hablando de arte.
Todo aspira a poseer un halo de misterio e interpretaciones m¨²ltiples. No es contagioso en mi caso. Los sofisticados personajes y su retorcida relaci¨®n me desinteresan de principio a fin. Y est¨¢ rodada con mucha solvencia. Y es imposible despegar la mirada de ese actor siempre magn¨¦tico llamado Daniel Day-Lewis en la que asegura ha sido su ultima interpretaci¨®n. Pero permanezco como un t¨¦mpano de principio a fin.
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