En la literatura lo que importa es el coraje
El homenaje del escritor y comisario de BCNegra a James Ellroy
En literatura el talento no va mal, pero lo que importa es el coraje.
El coraje es amor propio. Esa poderosa y extra?a fuerza de voluntad que hace que una persona lleve adelante lo que se propone a pesar de los obst¨¢culos e impedimentos que se encuentra en su camino. Nuestro actual Premio Carvalho, tiene ambas cualidades: mucho talento y mucho coraje.
Respecto del talento, si alguno de ustedes no lo sabe es porque a¨²n no ha le¨ªdo a James Ellroy, lo cual abre una experiencia inolvidable para usted: leerlo por primera vez. Pero prep¨¢rense si ese es su caso. A veces tendr¨¢n la sensaci¨®n de que m¨¢s que leer est¨¢n esquivando proyectiles desde una ametralladora apostada delante del libro. No se preocupen. Es literatura. Es James Ellroy. Su literatura es una partitura a pianoforte compuesta por un tipo de pelo ensortijado y problemas de o¨ªdo, aunque tambi¨¦n, a veces es melanc¨®lica como la fragancia musicada de un claro de luna al descubrir la tumba mexicana de Lee Blanchard.
Por cierto, la cita es del escritor Harry Crews.
Y ya puestos, la cita me la dijo mi amigo y tambi¨¦n escritor Kiko Amat.
Prefiero confesar esto porque tambi¨¦n leyendo a James Ellroy uno descubre que las deudas siempre se pagan y que la mentira acaba por ensuciarlo todo. La mentira, la corrupci¨®n, es un bicho de la carcoma que pulveriza sillas, mesas, casas, parejas, familias y finalmente, a toda una sociedad.
Un escritor no es un corredor de seguros.Tampoco es un vendedor de coches. Un escritor no es alguien que deba caerte bien o mal.
Levantarse del suelo
De todos modos, me da igual que se olviden de las autor¨ªas de las citas y que se queden con esa idea del coraje, el talento y la literatura porque no est¨¢ mal recordarlo a veces.
El coraje te levanta del suelo todas y cada unas de las veces en que te caes o te derriban. El coraje es quien te lleva a una guerra desesperada en la que el ¨²nico que conoces de la existencia de esa guerra eres t¨² y la ¨²nica baja tambi¨¦n eres solo t¨². Nadie te espera y si no llegas nadie se dar¨¢ cuenta. No hay segundas oportunidades. No tienes el tel¨¦fono de pap¨¢ para pedir dinero o ayuda o que alguien te preste talento o buena suerte o un poco m¨¢s de coraje. No. Si llegas tarde, las luces estar¨¢n apagadas.
El p¨²gil cae al suelo y oye aquellas voces que dicen ¡®ya te lo dije¡¯ ¡®?Qu¨¦ esperabas?¡¯ ¡®?As¨ª que quer¨ªas ser escritor?¡¯
Para escribir ha de existir una herida. Un escritor es eminentemente un animal herido. A veces el escritor no sabe ni que tiene esa herida o su profundidad o c¨®mo le est¨¢ determinando lo que escribe. Como un miembro amputado al que a¨²n puedes notar. En el caso de James Ellroy la herida era profunda y claramente distinguible para ¨¦l. De ah¨ª su gran coraje. Todo vale para cauterizar, abrir o infectar esa herida. Ellroy enloqueci¨® y escribi¨®, grit¨®, corri¨®, escap¨® y escribi¨®, bebi¨®, corri¨®, am¨® y escribi¨®.
Para escribir ha de existir una herida. Un escritor es eminentemente un animal herido.
Y es que un escritor no es un corredor de seguros.
Tampoco es un vendedor de coches.
Un escritor no es alguien que deba caerte bien o mal.
Los escritores no redactan, escriben.
James Ellroy no se rindi¨®.
Gan¨® la guerra.
A veces sucede. A veces a los malos chicos buenos les pasan cosas buenas. Nos encanta leer cosas de esas en los libros. Que a los malos buenos chicos y a las malas buenas chicas les pasen cosas buenas sin que necesariamente sean correctas, decentes o adecuadas.
La obsesi¨®n
James Ellroy suena a James Ellroy.
Y Ellroy siempre es una obsesi¨®n. Cada libro es una telara?a de obsesiones y el autor escribe en tono obsesi¨®n y uno no puede leerlo sino as¨ª, con 40? de fiebre, cuatrocientas p¨¢ginas por delante y la certeza de que el resto del mundo, simplemente, ha desaparecido y no nos importa lo m¨¢s m¨ªnimo.
Ellroy es tambi¨¦n esa suerte de di¨¢logos directos y descripciones de una ciudad, la suya, Los ?ngeles, barnizada, y servida nueva y nada chandleriana
Ellroy es Beethoven, claro, una orquesta sinf¨®nica, con multitud de arreglos al mismo tiempo, thrillers corales, torrenciales. Te sientes como el teniente coronel Kilgore en el delta del Mekong explicando que ¨¦l surfea porque Charlie no hace surf. Es tambi¨¦n esa suerte de tragos secos, di¨¢logos directos y descripciones de una ciudad, la suya, Los ?ngeles, barnizada, re imaginada y servida nueva y nada chandleriana, aunque la tradici¨®n del hardboiled estaba en los primeros libros de nuestro Premio Carvalho, esas andanzas del siempre expeditivo sargento de homicidios, Lloyd Hopkins. Nos hace leer por igual informes periciales, mensajes cifrados, conversaciones de ruptura, interrogatorios brutales y atestados policiales. Y los leemos de la primera a la ¨²ltima letra. Nos traslada en coches de polic¨ªa, salones de mansiones angelinas, estudios de porno, moteles baratos, cantinas y despachos del FBI. Hace con nosotros lo que quiere. No tenemos la m¨¢s m¨ªnima oportunidad.
Tambi¨¦n es inquietante lo que nos dicen, el mural completo, ya que a su manera Ellroy es un autor pol¨ªtico que desenmascara la corrupci¨®n absoluta del ser humano ante el dinero y el poder, a veces electrificado por pulsiones sexuales, por esa pugna entre peces de Siam, uno cae al abismo y el otro no acaba de redimirse porque no sabe, no puede o no se resigna a haber perdido a su gemelo, pero siempre dejando claro que el ser humano como individuo est¨¢ perdido ante la maquinaria del poder. En el mundo de Ellroy ¨Cy de ah¨ª su tu¨¦tano negro- el Bien no existe pero a veces, hay gente que se ayuda, alguna hasta se ama, y mujeres, por lo general, que ofrecen una salida a hombres obsesionados con una b¨²squeda autodestructiva. Todos los libros de Ellroy plantean la idea de la redenci¨®n de quien no tiene la gracia de Dios. ?Podemos recuperarla? ?De qu¨¦ manera? No lo sabemos.
Hemos perdido la gracia.
Hemos perdido el Para¨ªso.
Hemos perdido el camino hasta casa.
Solo nos queda la obsesi¨®n como una orden que has de cumplir de la forma que sea.
Igual as¨ª dormir¨¢s mejor , pero no es seguro.
No existe Dios , pero existen polic¨ªas. Todo el mundo tiene una idea de los polic¨ªas. James Ellroy asume que alguien ha de hacer el trabajo sucio. A James Ellroy le gusta la polic¨ªa. Al menos la de Los ?ngeles. Al menos la de algunos polic¨ªas de Los ?ngeles.
Es el canon de libro pol¨ªtico de un autor conservador ¨Ccomo lo hace menos violentamente Eastwood en el cine¨C que cree en un sistema a pesar de se?alar de qu¨¦ est¨¢n hechos los cimientos de un pa¨ªs instalado en una Arcadia violenta pero justa o, al menos, llena de fe. Pero Ellroy ni sermonea ni da respuestas. Lo m¨¢s cercano a lo que hace es lo que hace tiempo dej¨® escrito el periodista Carlos Prieto: ¡°Ellroy no hace novela pol¨ªtica al uso: lo que hace es pegarte un martillazo y echar a correr¡± .
Gracias por Kay Lake
Despu¨¦s de los tres de Hopkins decidi¨® zarandear el g¨¦nero negro a base de s¨ªncopas de Jazz blanco, abriendo su herida ¨C?recuerdan lo de la herida de hace unos instantes?-, regresando al pasado sin anestesia, con una violencia nunca exhibicionista ni gratuita pero sin dejar de ser escabrosa, directa para que el aroma p¨²trido de La Dalia Negra impregnara desde El Gran Desierto hasta L.A. Confidential, que tuvo una adaptaci¨®n tan buena al cine que habr¨¢ quien diga que ha le¨ªdo a James Ellroy por haber visto la excelente cinta de Curtis Hanson.
Y despu¨¦s de ese Cuarteto de Los ?ngeles nos llev¨® a la trilog¨ªa de los bajos fondos, Underworld USA, Am¨¦rica/American Tabloid, Seis de los grandes/The Cold Six Thousand y Sangre vagabunda/Blood¡¯s a rover, con la que ni la novela negra ni la novela hist¨®rica fueron nunca m¨¢s las mismas. El juego de Ellroy es crear una red de obsesiones con la que reescribir la historia bajo sus propios requisitos. Todo es distorsionado, revisado, enfocado u oscurecido, personajes y situaciones ficticios y personajes y situaciones hist¨®ricas pero creando un magma veros¨ªmil, eficaz y fascinante. Con las mentiras se llega a la verdad, o no, o da igual.
Su ¨²ltima novela Perfidia, inauguraba otro Cuarteto de los ?ngeles, llev¨¢ndonos m¨¢s lejos, 1941, para recuperar a viejos conocidos. En marzo tendremos nueva novela suya. Ellroy es una m¨¢quina espacio temporal.
9656.59 km es la distancia en l¨ªnea recta entre L.A. y Barcelona. Bastan los segundos en leer dos l¨ªneas suyas de cualquiera de sus novelas para estar all¨ª, con independencia del a?o en que nos quiera reconstruir su ciudad.
A partir de ahora, se?or Ellroy, este Premio Pepe Carvalho, es m¨¢s uno de los nuestros. Tanto ¨¦l como su creador, Manuel V¨¢zquez Montalban tambi¨¦n tuvieron talento y coraje.
Gracias por sus libros y por ser siempre Ellroy.
?Gracias por sus ambientes, sus escenas de cama y acci¨®n.
Gracias por Bucky Bleichert y Dudley Smith.
Pero sobretodo, se?or Ellroy, gracias por Kay Lake.
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