Tarsila do Amaral, la brasile?a que reinvent¨® el arte moderno
El MOMA lleva por primera vez a EE UU una gran retrospectiva de la brasile?a, una artista esencial para entender el arte contempor¨¢neo
¡°Quiero ser la pintora de mi pa¨ªs¡±. Con esta sentencia arranca la retrospectiva que el Museo de Arte Moderno de Nueva York dedica este mes a la mujer que en 1923 firm¨® esa frase, la brasile?a Tarsila do Amaral (1886- 1973). La muestra, que se inaugura el 11 de febrero, es un viaje de ida y vuelta entre S?o Paulo, su Estado natal, y Par¨ªs, donde la artista vivi¨® en los a?os veinte y estudi¨® en la famosa escuela internacional Acad¨¦mie Julian y jug¨® a mezclar las ideas del arte moderno con la est¨¦tica ind¨ªgena de su pa¨ªs. El experimento fue madurando y cobrando identidad propia y, para cuando muri¨®, a los 82 a?os, ella hab¨ªa conseguido su sue?o. Se hab¨ªa convertido en una de las pintoras m¨¢s importantes en la historia de su pa¨ªs. Y, por extensi¨®n, de toda Am¨¦rica Latina.
Esta muestra tiene el valor especial de ser la primera vez que la autora llega a Estados Unidos, lo que supone un reconocimiento al prestigio que ha ido ganando a lo largo de los a?os, en varias retrospectivas por otros pa¨ªses. Como cuando la madrile?a Fundaci¨®n Juan March le dedic¨® una exposici¨®n en 1999 y result¨® el ¨¦xito de la temporada.
Pero esta de Nueva York es de las pocas retrospectivas que muestran la trayectoria completa de esta artista, hija de una familia de terratenientes adinerados de S?o Paulo. Esto permite ver la evoluci¨®n de su lenguaje visual, desde las lecciones de cubismo y modernismo que aprendi¨® en Par¨ªs de Andr¨¦ Lhote, Albert Gleizes y Fernand L¨¦ger hasta las obras en que aparecen sus motivos mitol¨®gicos brasile?os, referencias a la compleja espiritualidad de su pa¨ªs y al omnipresente esp¨ªritu del carnaval. Al poco volvi¨® a Brasil con la cabeza llena de ideas. Era 1924, el modernismo estaba cobrando forma en su pa¨ªs y ella iba a la cabeza del movimiento.
Luis Per¨¦z-Orama, antiguo comisario de arte latinoamericano en el MoMA, se?ala un cuadro que, para ¨¦l, sintetiza la exuberancia por la que se puede reconocer a Do Amaral: A Cuca, de 1924. Hace alusi¨®n a una criatura que en el folclore brasile?o se dedica a asustar a los ni?os (como el coco espa?ol). En el cuadro, es un bicho deforme sin alcanzar lo grotesco que encaja perfectamente con el paisaje, estilizado al estilo cubista pero siguiendo la est¨¦tica m¨¢s brasile?a del mundo: l¨ªneas curvas y colores fuertes. ¡°Invent¨® una nueva forma de figuraci¨®n para el arte moderno en Brasil¡±, se?ala Per¨¦z-Orama. Otra imagen arquet¨ªpica de Do Amaral es A Negra, retrato de una mujer negra imaginaria, extra¨ªda de las (generalmente racistas) leyendas del pa¨ªs: labios y brazos enormes, mirada est¨¢tica y pechos pendulantes. ¡°Evoca la emancipaci¨®n racial y pol¨ªtica¡±, se?ala el director de la muestra. A sus espaldas, unas formas abstractas, de esas que, perfeccionadas por Alfredo Vopi, que se convertir¨ªan en la norma del arte brasile?o a partir de la d¨¦cada de los a?os cuarenta.
Tambi¨¦n est¨¢ la que quiz¨¢ sea su obra m¨¢s famosa, Abaporu, pintada en 1928 como regalo para su marido, el poeta Oswalde de Andrade. Representa, a trav¨¦s de un humanoide desproporcionado ¡ªcon un pie tan grande como una monta?a¡ª, una criatura que se alimenta de carne humana.
La antropofagia era una obsesi¨®n de las vanguardias parisinas de la d¨¦cada de 1920, pero ella quer¨ªa llevarlo por otro lado. ¡°Naci¨® as¨ª un estilo distintivamente nuevo y distintivamente de Brasil¡±, explica P¨¦rez-Oramas. Fue decisiva para el lugar que Do Amaral ocupar¨ªa en el imaginario colectivo de su pa¨ªs natal. Ya que el trabajo suger¨ªa que la cultura brasile?a resurg¨ªa de la ¡°digesti¨®n¡± de las influencias externas, el c¨¦lebre soci¨®logo S¨¦rgio Buarque lo escogi¨® para la portada de su trascendental libro, Ra¨ªzes do Brasil, a¨²n hoy el vadem¨¦cum definitivo de las psicosis nacionales del pa¨ªs. Tras 80 a?os, incontables ediciones y varias generaciones criadas con ese libro, y el Abaporu en la portada, Do Amaral es, por irremediable asociaci¨®n, retratista oficial del alma brasile?a.
La burgues¨ªa en Brasil ten¨ªa una visi¨®n muy limitada del arte y consideraba el trabajo de Tarsila como de mal gusto
Elasticidad creativa
Tambi¨¦n ayud¨® a asentar la idea de que Brasil puede no tener una gran tradici¨®n creadora de tendencias, pero s¨ª tiene la elasticidad necesaria para absorberlas antes y hacerlas m¨¢s propias que nadie, lo que sea quiz¨¢ el rasgo m¨¢s distintivo de su acelerada cultura. Fe de esto da O Sono, tambi¨¦n en la muestra, uno de sus pocos tonteos con el surrealismo: aunque el contenido sea indescriptible por naturaleza, no cuesta nada asociarlo a otras obras de la artista (la palmera estilizada con siete hojas, presente en muchos de sus cuadros, ayuda a disipar todo tipo de dudas). Tambi¨¦n est¨¢ Operarios, la m¨¢s grande en tama?o, y, en opini¨®n de la propia creadora, la m¨¢s importante de su cat¨¢logo. Se trata de docenas de trabajadores, ordenados en diagonal. Para los expertos de la muestra, es una representaci¨®n de la sociedad moderna brasile?a y representa un cambio radical en su trabajo porque abandona el ejercicio formal del arte moderno para convertirse en una artista m¨¢s comprometida con el activismo pol¨ªtico y social.
Sin embargo, el destino de Do Amaral fue el mismo que casi todo el mundo que tiene una idea nueva en Brasil: estrellarse contra la opini¨®n de la burgues¨ªa, la cual, como recuerda P¨¦rez-Oramas, ten¨ªa una visi¨®n muy limitada del arte y consideraba el trabajo de Tarsila como de mal gusto. ¡°Hasta la d¨¦cada de 1960, el pa¨ªs no estuvo listo para aceptar la manera en la que integr¨® todos los elementos de la cultura brasile?a para producir una identidad art¨ªstica distintiva¡±, concluye. ¡°Fue cuando una nueva generaci¨®n de artistas descubri¨® el poder de su arte¡±.
Babelia
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