Hannah Arendt y Gershom Scholem: la librepensadora y el viejo sionista
La correspondencia entre estos dos grandes intelectuales del siglo XX recoge sus sonadas pol¨¦micas en torno al movimiento jud¨ªo, pero tambi¨¦n su empe?o en salvar el legado de Benjamin

En estos tiempos actuales, ah¨ªtos de pasiones pol¨ªticas desbordadas, constituyen una cura eficaz contra la inercia del pensamiento los escritos de Hannah Arendt (1906-1975), judeoalemana, exiliada a causa del nazismo y ciudadana norte?americana. Sus obras est¨¢n presentes en castellano, bien traducidas y con abundantes reediciones. La editorial P¨¢gina Ind¨®mita, por ejemplo, public¨® recientemente algunos de sus art¨ªculos; en 2017 vieron la luz la sint¨¦tica biograf¨ªa intelectual de Arendt firmada por Jos¨¦ Lasaga (Eila), y otra visi¨®n general de sus ideas de Agust¨ªn Serrano (RBA). Ahora, Trotta publica las cartas cruzadas entre Arendt y el c¨¦lebre estudioso de la c¨¢bala y la m¨ªstica jud¨ªa Gershom Scholem (1897-1982). Ambos corresponsales se profesaban mutuo afecto y admiraci¨®n, lo cual no impidi¨® que tuvieran sus desencuentros intelectuales, al tener visiones diferentes en asuntos tan cruciales como el sionismo o la interpretaci¨®n del antisemitismo.
La edici¨®n original de esta correspondencia es reciente. En 2010 apareci¨® completa por primera vez en alem¨¢n en la magn¨ªfica edici¨®n de Marie Luise Knott; en ¨¦sta se basa la excelente traducci¨®n castellana.
Una parte m¨ªnima de estas cartas se conoce en espa?ol: las misivas en las que Scholem polemiz¨® con Arendt a ra¨ªz del esc¨¢ndalo mundial causado por la publicaci¨®n en 1963 en Estados Unidos de su libro Eichmann en Jerusal¨¦n. Un informe sobre la banalidad del mal (Lumen). El resto, en las que se trata mucho de Walter Benjamin y de los desvelos por publicar sus escritos, as¨ª como otras tantas cartas en las que los corresponsales abordan asuntos vinculados con su mutua cooperaci¨®n con la Jewish Cultural Reconstruction ¡ªasociaci¨®n para la restituci¨®n de los bienes culturales jud¨ªos requisados por los nazis¡ª, son in¨¦ditas y revelan aspectos del trabajo de Arendt en Estados Unidos y Europa sobre los que se sab¨ªa poco.
El cabalista era un cr¨ªtico moderado de los errores de su pueblo; ella, en cambio, se mostraba dura, irreverente y contraria a un Estado jud¨ªo
Scholem, cuyo verdadero nombre de pila era Gerhard, jud¨ªo de familia asquenaz¨ª, naci¨® en Berl¨ªn; con 26 a?os emigr¨® a Palestina. Sionista convencido, se consagr¨® a sus estudios sobre juda¨ªsmo y c¨¢bala. Imparti¨® clases en la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n y particip¨® activamente en la fundaci¨®n del nuevo Estado de Israel (1948). Su autoridad intelectual creci¨® en el mundo entero, viaj¨® con frecuencia a Europa y fue presidente de la Academia de Ciencias y Humanidades israel¨ª. En castellano contamos con sus obras m¨¢s importantes: Las grandes tendencias de la m¨ªstica jud¨ªa (Siruela) y Los or¨ªgenes de la c¨¢bala (Paid¨®s), as¨ª como con la Correspondencia con Walter Benjamin (Trotta).
Scholem trab¨® amistad con ?Arendt en 1939, cuando ella estaba exiliada en Par¨ªs, pasando penalidades, junto a su segundo marido, Heinrich Bl¨¹cher, y miles de exiliados alemanes. Entre ellos se hallaba Benjamin, hundido en la miseria material y psicol¨®gica, amigo del matrimonio. Arendt lo llamaba con cari?o Benji e intent¨® buscarle trabajo y animarlo en su soledad desesperanzada. Benjamin, ¨ªntimo de Scholem, fue el primero en hablarle de aquella mujer ¡°fascinante¡±.
En estas cartas surgen a menudo los nombres de Hans Jonas, G¨¹nther Anders, Adorno, Horkheimer o Bertolt Brecht, miembros del c¨ªrculo de intelectuales jud¨ªos formado alrededor de los a?os veinte en Alemania, y que tanto influir¨ªa en el pensamiento contempor¨¢neo. Todos ten¨ªan relaci¨®n, pero Benjamin era el amigo com¨²n y m¨¢s querido de Scholem y Arendt. En Par¨ªs, Arendt fue testigo del hundimiento de Benjamin y eso la conmovi¨®; lo ve¨ªa a diario, inmerso en la lectura de Kafka, ¡°el ¨²nico autor que lo sosegaba¡±. Charlaban sobre el libro que ella acababa de escribir: Rahel Varnhagen (Lumen), la vida de una culta jud¨ªa asimilada en tiempos de Goethe; Benjamin lo encontr¨® extraordinario y as¨ª se lo transmiti¨® a Scholem.
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Crucial es la carta de 1941 en la que Arendt le cuenta al cabalista los ¨²ltimos d¨ªas de Benjamin; este se suicid¨® en Port Bou en septiembre de 1940 ante la imposibilidad de cruzar la frontera espa?ola. En los ¨²ltimos tiempos, contaba Arendt, a Benjamin le rondaba la idea de poner fin a su vida.
Arendt y su marido emigraron a Am¨¦rica en 1942, ella llevaba consigo algunos manuscritos que le hab¨ªa confiado Benjamin, sospechando ¨¦l mismo que no se salvar¨ªa; en concreto, las originales Tesis hist¨®rico-filos¨®ficas. Arendt las consideraba muy valiosas y todo su af¨¢n al llegar a Norteam¨¦rica fue publicarlas. Tambi¨¦n Scholem se comprometi¨® a salvar el legado intelectual de su difunto amigo. Esta circunstancia vivific¨® mucho la correspondencia entre ellos. Cierta oposici¨®n a estas publicaciones encontraron en la ¡°capilla neomarxista¡± liderada por Adorno y Horkheimer, que ni a Arendt ni a Scholem le eran simp¨¢ticos; tambi¨¦n ¨¦stos pugnaban por apropiarse del legado de Benjamin. Al final todo se solucion¨® y unos y otros contribuyeron a divulgarlo.
El acuerdo entre Scholem y ?Arendt es patente en todo lo respectivo a Benjamin; tambi¨¦n son sinceros los mutuos elogios que intercambian por sus respectivas obras; aun as¨ª, pronto comenz¨® a manifestarse el desencuentro en lo referente al nacionalismo jud¨ªo y los derroteros pol¨ªticos del Estado de Israel. Mientras que Scholem era un sionista fiel, cr¨ªtico moderado con los errores de su propio ¡°pueblo¡±, Arendt se mostraba dura e irreverente. Se opuso a la creaci¨®n de un Estado-naci¨®n jud¨ªo; sosten¨ªa que los jud¨ªos eran cosmopolitas y ten¨ªan que repartirse por el mundo para engrandecerlo. Scholem era partidario de la reagrupaci¨®n y la segregaci¨®n respecto de los no jud¨ªos; hasta el final de su vida se consider¨® a s¨ª mismo ¡°un viejo sionista conservador¡±. En varias cartas, de tono airado y discutidor, trata de estos asuntos con ocasi¨®n de los art¨ªcu?los cr¨ªticos con Israel que Arendt comenz¨® a escribir apenas pis¨® suelo americano.
A la pensadora libre que siempre fue Arendt, exiliada en Nueva York, lejos de Europa, s¨®lo arropada por sus amigos y fiel a s¨ª misma en la b¨²squeda de la verdad, le chocaba que un fil¨®sofo y un te¨®logo de la talla de Scholem se aferrara tanto a cualquier tipo de ismo. Para ella el sionismo, el marxismo o m¨¢s adelante el macartismo eran ideolog¨ªas que imped¨ªan pensar y encadenaban a sus seguidores, al igual que el nazismo. Scholem parec¨ªa no entenderlo as¨ª, al menos en lo que respecta al amor por los jud¨ªos y la Tierra Prometida en Palestina.
Las tensiones m¨¢s fuertes afloraron con la publicaci¨®n del libro sobre el nazi Eichmann. Ah¨ª, Arendt se mostr¨® toda ¡°ella¡±, seg¨²n le escribi¨® a Scholem: ¡°Lo que le confunde a usted es que mis argumentos y mi modo de pensar no son previsibles. O, con otras palabras, que soy independiente¡±. Con esto se refer¨ªa a que siempre hablaba ¡°en nombre propio¡±. Sus ideas nacieron de la libre interpretaci¨®n de las grandes figuras del pensamiento filos¨®fico y pol¨ªtico: Plat¨®n, Kant, Descartes, Kierkegaard, Tocqueville, as¨ª como de la literatura que admiraba (ella fue la primera divulgadora de Kafka en Estados Unidos). Nunca se adscribi¨® a un partido.
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Su libertad de pensamiento y juicio qued¨® patente en el citado libro sobre el proceso a Eichmann, celebrado en 1961 en Jerusal¨¦n y al que Arendt acudi¨® como reportera. Scholem no le perdon¨® a su ¡°admirada amiga¡± que hubiera dudado de los jud¨ªos en tanto que v¨ªctimas inocentes de los nazis. En la lectura que multitud de lectores hicieron de las reflexiones de Arendt, parec¨ªa que los jud¨ªos hab¨ªan sido casi culpables de su propia suerte, al no haber tenido coraje para defenderse; por otra parte, algunos l¨ªderes jud¨ªos habr¨ªan facilitado el exterminio, al ¡°cooperar de manera involuntaria¡± con los nazis. Scholem acus¨® a Arendt de desamor por el pueblo jud¨ªo, de sarcasmo, frialdad y frivolidad al tratar unos hechos tan dolorosos. Ella se defendi¨® de la andanada aduciendo con firmeza que nunca hab¨ªa ¡°amado a un pueblo concreto¡±, sino s¨®lo a sus amigos, y que lo ¨²nico que buscaba era ¡°comprender¡±.
Otro asunto de honda disputa supuso la idea de ¡°banalidad del mal¡±, antepuesta por Arendt a la idea de un supuesto ¡°mal radical¡± como causa primera del Holocausto. Era vox populi entre los jud¨ªos de posguerra que el mal¨¦fico Hitler y sus endemoniados alemanes perpetraron semejante horror. Arendt quebrant¨® esa idea cuando dijo que hablar de mal radical para referirse al exterminio de los jud¨ªos no era lo m¨¢s apropiado, pues le otorgaba una dimensi¨®n teol¨®gica o metaf¨ªsica err¨®nea. El mal en este caso era s¨®lo banal, demasiado terreno, y los ejecutores eran como Eich?mann, personas sin pensamiento, arruinados por la sequedad de una ideolog¨ªa que los cegaba para el bien. La responsabilidad de los verdugos nunca fue discutida por Arendt, pero s¨ª su ¡°maldad radical¡±. Esto enfureci¨® a Scholem, quien manifest¨® a su amiga haber sentido ¡°verg¨¹enza¡± por su libro y por ella.
La agria disputa con Scholem termin¨® alejando a Arendt del periodismo, quien se concentr¨® en el pensamiento pol¨ªtico te¨®rico y la filosof¨ªa. Muri¨® dejando un ambicioso estudio filos¨®fico por terminar: La vida del esp¨ªritu. En cuanto a Scholem, la correspondencia con Arendt se interrumpi¨® en 1964, ella no respondi¨® a su ¨²ltima carta. ?l la sobrevivi¨® algunos a?os en Jerusal¨¦n, y siempre record¨® con m¨¢s afecto que animadversi¨®n a aquella amiga d¨ªscola; sin ninguna duda, la pensadora m¨¢s interesante del siglo XX.
Tradici¨®n y pol¨ªtica. Correspondencia 1939-1964. Hannah Arendt / Gershom Scholem. Edici¨®n e introducci¨®n de Marie Luise Knott (en colaboraci¨®n con David Heredia). Traducci¨®n de Linda Maeding y Lorena Silos Trotta, 2018. 328 p¨¢ginas. 28 euros.
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