¡®Maestros de la costura¡¯: Corte, confecci¨®n y unas gotas de sangre
Un programa sobre ropa no es lo mismo que un programa sobre moda, y el estreno del nuevo espacio de TVE se esforz¨® por dejarlo claro
¡°Para m¨ª la costura es mi vida¡±. Esta frase, pronunciada en los primeros minutos del programa inicial de Maestros de la costura, hac¨ªa temer que el espacio que este lunes estrenaba La 1 de TVE en prime time heredara la exaltaci¨®n emotiva ininterrumpida de Operaci¨®n Triunfo, la producci¨®n que hasta la semana pasada ocupaba la misma franja horaria. Sin embargo, fue un espejismo. Al menos en su primera entrega, este nuevo proyecto ha destacado por una considerable cautela a la hora de gestionar las emociones de sus protagonistas y se ha preocupado por mostrarlos haciendo cosas en lugar de decirlas.
En ese aspecto, y en muchos otros, Maestros de la costura no disimula su deuda con MasterChef. No en vano sus responsables ¡ªla productora Shine Iberia, que ha adaptado el formato brit¨¢nico The Great British Sewing Bee¡ª son los mismos. Tambi¨¦n su l¨ªnea argumental. Basta sustituir cocina por costura para toparse con una receta ¡ªo un patr¨®n, por seguir con la ret¨®rica sartorial¡ª perfectamente reconocible: concursantes amateurs, pruebas individuales, colectivas y eliminatorias, al final de las cuales el expulsado se marcha cerrando su costurero y recogiendo su acerico.
Aqu¨ª tambi¨¦n hay tres jueces que, como las hadas de La Bella Durmiente, aportan distintas virtudes a la criatura: rigor en el caso del modista Lorenzo Caprile, originalidad en el de la dise?adora Mar¨ªa Escot¨¦ y pasi¨®n en el de Alejandro G¨®mez Palomo, alma de la firma Palomo Spain y milagro millennial de alcance internacional. Representan tres generaciones de la moda espa?ola, y tambi¨¦n tres formas de entenderla. Caprile, curtido como colaborador radiof¨®nico y televisivo, parece c¨®modo ante las c¨¢maras, improvisa y resuelve con soltura su papel de guardi¨¢n de las esencias. Escot¨¦ y G¨®mez Palomo compensan su falta de experiencia audiovisual con una dosis de empat¨ªa y de car¨¢cter que aspira a equilibrar la balanza, incluso a pesar del lastre que supone recitar un guion algo ceremonioso en ocasiones.
Resulta llamativo ¡ªy honesto¡ª que, a lo largo de las dos horas y media que dur¨® el primer episodio de Maestros de la costura, la palabra ¡°moda¡± se pronunciara en contadas ocasiones, y el t¨¦rmino ¡°dise?ador¡± pr¨¢cticamente nunca. El mundo referencial en el que se mueve el concurso es el de la costura o, con m¨¢s exactitud, el de todo aquello que siempre se ha llamado ¡°corte y confecci¨®n¡±. Aqu¨ª el objetivo no es encontrar a genios de las pasarelas, sino a artesanos h¨¢biles y resolutivos capaces de montar sobre el maniqu¨ª un vestido recto (prueba individual), un abrigo fruncido de Manuel Pertegaz (prueba colectiva) y una transformaci¨®n a partir de una sudadera (prueba de eliminaci¨®n).
El perfil de los concursantes ¡ªsi en MasterChef eran ¡°aspirantes¡±, aqu¨ª son ¡°aprendices¡±¡ª abund¨® en esa variedad. Hay un aspirante a enfant terrible que estampa camisas con la efigie de su alter ego drag, pero tambi¨¦n una profesora de religi¨®n, varias amas de casa, un jefe de sastrer¨ªa que no cose, un bordador con pedigr¨ª, una empleada de gasolinera, una modelo o dos gemelos catequistas que comparten tel¨¦fono m¨®vil. La selecci¨®n resultante a partir de las 10.000 candidaturas que se presentaron a los castings es mayoritariamente autodidacta, variopinta y con cierta voluntad costumbrista: antes de coser, unos se encomiendan al Esp¨ªritu Santo y otros a la Terremoto de Alcorc¨®n. El caso es encomendarse. Preferiblemente, delante de la c¨¢mara. El espect¨¢culo, en ese sentido, surge de lo m¨¢s improbable. No hay que olvidar que, en t¨¦rminos generales, un taller de modista es menos trepidante que la cocina de un restaurante, siquiera por la diferencia de tiempos: coser un dobladillo, entretelar una pieza, cortar un patr¨®n y poner una cremallera invisible son tareas arduas, precisas e incluso po¨¦ticas, pero no fren¨¦ticas. En este aspecto, Maestros de la costura sabe sacar partido de los giros dram¨¢ticos que han popularizado, entre otros, los documentales que el realizador franc¨¦s Lo?c Prigent ha rodado en los talleres de Chanel, Louis Vuitton o Versace, y que demuestran que, ante todo, la moda es un mundo en el que nunca hay tiempo suficiente para nada.
En el primer episodio de Maestros de la costura hubo piezas que rehacer en tiempo limitado, peque?as cat¨¢strofes, prisas, conflictos de equipo, crisis de nervios, quemaduras de plancha y muchos pinchazos. De hecho, para asistir al primer derramamiento de sangre no hubo que esperar ni a la primera prueba, porque un concursante se hiri¨® en el dedo nada m¨¢s abrir el costurero. Todo apunta a que la intriga ¡ªpor qu¨¦ no, magnificada¡ª ser¨¢ un elemento fundamental de las siguientes entregas, pero tambi¨¦n la dimensi¨®n did¨¢ctica, como demostraron los r¨®tulos sobreimpresos en la pantalla que explicaban a los espectadores lo que era una sisa, una entretela, un patr¨®n base, un polis¨®n, una canilla, un corte al bi¨¦s o un canes¨². En ese sentido, resulta loable que Maestros de la costura aspire a retratar los misterios de la ropa sin recurrir a lo grandilocuente. Ni rastro de desfiles, front rows, influencers o estilismos redentores, con la excepci¨®n de las invocaciones a la reina Letizia, Beyonce y Katy Perry durante la presentaci¨®n del jurado. S¨ª hubo, sin embargo, un homenaje a Manuel Pertegaz, y todo apunta a que por el plat¨® desfilar¨¢n dise?adores espa?oles ¨Cla primera, Ana Locking¨C que rara vez se asoman al prime time. Sin duda, es uno de los aspectos m¨¢s meritorios de un espacio que, contra todo pron¨®stico, sostiene que la moda est¨¢ donde siempre estuvo: en los costureros. No viene mal recordarlo.
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