¡°Releo lo que escribo y me digo: ¡®?Pero qu¨¦ disparates hay aqu¨ª!¡±
El acad¨¦mico de la Lengua publica una obra feliz en la que unas hermanas abnegadas tratan de salvar de la enfermedad y la ruina a su hermano libertino
La vida est¨¢ llena de sombras, para ¨¦l tambi¨¦n, pero esta de Luis Mateo D¨ªez (El hijo de las cosas, Galaxia Gutenberg) es una novela feliz en la que unas hermanas abnegadas tratan de salvar de la enfermedad y la ruina a su hermano libertino y estrafalario. Es una herencia fatal que ellas cuidan con un amor lleno de contrariedades. Una tragicomedia de cuyas carcajadas ¨¦l mismo se asombra cuando relee: ¡°?Pero qu¨¦ disparates hay aqu¨ª!¡±.
Dec¨ªa Natalia Ginzburg: ¡°para nuestra alegr¨ªa personal o nuestra desgracia las contingencias de la realidad tienen una gran influencia sobre lo que escribimos¡±. Y se sabe lo que dec¨ªa Brecht: ¡°Tambi¨¦n hay que cantar en los tiempos oscuros¡±. Pues Mateo (Villablino, Le¨®n, 1942), acad¨¦mico de la Lengua que habla bien de todo el mundo y del que nadie habla mal, vive contingencias duras en la vida, y a veces escribe de ellas como pantalla trasera de sus novelas, pero en esta le arranca jirones a la alegr¨ªa. ?Por qu¨¦, c¨®mo lo hace?
Mateo es ¡°una persona vitalista y humor¨ªstica¡±; cuando se cierra el micr¨®fono y ya habla como le da la gana, su conversaci¨®n se llena de sucedidos a¨²n m¨¢s ins¨®litos, reales pero incre¨ªbles, que ocurren en los cen¨¢culos m¨¢s solemnes. Es un narrador oral que se diferencia del novelista en que cuando cuenta de lo que verdaderamente pasa no recurre a los nombres imposibles de sus personajes, sino que se fija en nombres propios que todos conocemos. Y cuando cuenta, estallan en ¨¦l la alegr¨ªa y la amistad. Y r¨ªe como si estuviera contando una pel¨ªcula de los hermanos Marx. Desternillante. El mejor compa?ero para un viaje en tren de larga distancia, a Le¨®n, por ejemplo.
Lo oscuro existe, claro, hay tanto de ello en sus libros, en su vida, pero cuando se relaciona con la gente ¡°tengo el compromiso de no mostrarlo ; el encuentro con los dem¨¢s ha sido el resorte de mi vitalidad y un tamiz bueno para mi pesimismo¡ En los tiempos oscuros que uno arrastra mi tabla de salvaci¨®n han sido los amigos; cuando los tiempos oscuros se han cerrado m¨¢s de lo debido eso ha sido totalmente crucial¡±.
As¨ª que, habidas estas circunstancias dif¨ªciles uno espera hallar un libro triste y se encuentra con una narraci¨®n que provoca carcajadas. Ha abundado, dice, en lo tragic¨®mico, ¡°pues somos animales tragic¨®micos¡±, pero no ha querido quedarse en un registro. Y ahora ha tocado dar rienda suelta a una necesidad. ¡°Necesito el humor con m¨¢s insistencia¡±. En la novela, y en sus propias lecturas, est¨¢ la marca del expresionismo, desde Bu?uel a Kafka y a Beckett¡ ¡°A Beckett lo he le¨ªdo como un autor profundamente humor¨ªstico¡±.
¡°Con la edad y con lo que has tenido que torear en la vida, el humor es curativo. Un punto de lucidez frente a la crueldad de lo malo de la vida¡±. Y humor hay a raudales en El hijo de las cosas. ¡°En realidad va del papel de las mujeres en la familia. Me marc¨® esa frase de Isak Babel. ?Con frecuencia la familia es un asunto oscuro y confuso`. El tr¨ªo de esta novela de familia son dos hermanas y el hermano, tarambana y enfermito, que les queda a ellas como herencia paterna. Ellas no son dos p¨¢nfilas, tienen una solvencia muy propia de su condici¨®n, pero esa herencia les trae oscuridad y confusi¨®n. Ellas se ocupan de ¨¦l y ¨¦l esconde cosas duras de pelar. Ser¨ªa una f¨¢bula tambi¨¦n sobre la manipulaci¨®n de los afectos que ¨¦l manipula. Es una met¨¢fora que hoy tendr¨ªa una lectura muy actual y muy candente¡±.
¡ª?Por eso la escribi¨®?
¡ªNo fue premeditado. Soy un escritor de historias y de personajes que tienen lecturas de lo que nos est¨¢ pasando. Cosas que se contaron del siglo XVIII hoy pueden decir mucho de lo que pasa en nuestra ¨¦poca ahora mismo entre nosotros. Por ejemplo del nacionalismo. Pensadores racionalistas se refirieron a lo que nos est¨¢ pasando, y no en t¨¦rminos de f¨¢bulas como la m¨ªa. Y en los rom¨¢nticos ves el origen de los nacionalismos. En las met¨¢foras del pasado ves descripciones sociol¨®gicas del presente. Y El hijo de las cosas tiene tambi¨¦n ese trasunto.
Por el imaginario de la literatura de humor y f¨¢bula de Mateo desfilan Jardiel Poncela, Gald¨®s (¡°Gald¨®s est¨¢ lleno de surrealismo, como Bu?uel¡±)¡ Y su mundo, que s¨®lo puede ser suyo, remite a la voluntad de creaci¨®n de universos, como en Onetti, Rulfo o Garc¨ªa M¨¢rquez, habitado por ¡°golfos de poca monta, con profesiones menores y destinos de vida rutinaria pero que alcanzan una dimensi¨®n de h¨¦roes del fracaso¡±.
Eso da de s¨ª un cerebro literario hiperhabitado. ?Qu¨¦ hay en su cerebro, Mateo? ¡°Una tierra amorfa necesitada de labrar, de establecer en ella surcos y plantar algo de vegetaci¨®n. Mi cerebro me pesa, tiene un peso espec¨ªfico de orden terr¨ªcola, pero no me segrega nada ingrato¡±. ?Qu¨¦ hay que plantar en ese cerebro, pues? ¡°Vegetales, palabras como vegetales. Palabras que acaben derivando en ideas que m¨¢s o menos crecen, obtienen ra¨ªces y acaban teniendo una cierta solvencia¡±.
¡ªSe divierte a s¨ª mismo, parece¡
¡ªHay momentos de humor casi de chascarrillo, pero de pronto se produce una iluminaci¨®n. Confieso con arrobo que en cuanto volv¨ª a leer El hijo de las cosas, mucho despu¨¦s de haberla escrito, me re¨ª mucho. Tanto que me dije: ??Pero qu¨¦ disparates hay aqu¨ª!¡±
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