Cinco razones (quiz¨¢ algunas m¨¢s) para disfrutar del ¡®Ulises¡¯ de Joyce
En respuesta al art¨ªculo de Kiko Amat que enjuicia negativamente la novela del escritor irland¨¦s
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/DUD7EU36ECYUSULSOJNGJ5VSA4.jpg?auth=a6f7ecf18783313e90eb3ed9d6b52dd8abbfd0d8bb410b5e5ab22fdccd0a1ce6&width=414)
No me parece mal que se trate a los cl¨¢sicos literarios con desparpajo y naturalidad: posiblemente una de las causas de la aversi¨®n de amplias capas de la poblaci¨®n hacia la literatura, o hacia cierto tipo de literatura, sea su abusiva consideraci¨®n como predio exclusivo de profesores y acad¨¦micos y de sus sesudas elucubraciones. M¨¢s sensato es considerar que los libros que conservan su prestigio de cl¨¢sicos ineludibles lo deben al hecho de que siguen hablando a los lectores de hoy con la misma pertinencia y poder persuasivo con los que lograron la estimaci¨®n de generaciones pasadas. Y esa deseada cercan¨ªa debe traducirse, sin duda, en la posibilidad de ponerlos en cuesti¨®n, de aceptar algunas cosas de ellos y quiz¨¢ rechazar otras, o incluso de intentar un acercamiento a ellos al margen de las interpretaciones m¨¢s o menos can¨®nicas que el tiempo les ha echado encima.
No es a ese loable prop¨®sito, desde luego, a lo que se aplica la serie de art¨ªculos que, bajo el t¨ªtulo Cl¨¢sicos latosos, viene dedicando Kiko Amat en Babelia a algunos libros que gozan de la consideraci¨®n de obras maestras de la literatura universal. Por el contrario, lo que parecen transmitir esos art¨ªculos es la idea de que el lector apresurado har¨¢ mal en dirigir su curiosidad hacia esos libros y que el esfuerzo de leerlos y afrontar sus posibles dificultades no merece la pena. Mensaje, desde luego, muy en consonancia con la moderna idea de la cultura como un mero repertorio de productos de consumo r¨¢pido que no plantean apenas exigencias a su p¨²blico y, por supuesto, no lo obligan a replantearse sus inercias intelectuales o su visi¨®n del mundo.
El ¨²ltimo ¡°cl¨¢sico¡± sometido a ese sumar¨ªsimo enjuiciamiento ha sido la novela Ulises de James Joyce; un libro, afirma el articulista, ¡°que s¨®lo puede leerse sufriendo¡±, que se reduce a ¡°un galimat¨ªas, simple y llanamente¡± y que carece de ¡°sentimiento y trama¡±. El argumento de la novela, a?ade Amat, es ¡°irrelevante¡± y su protagonista, Leopold Bloom, no es sino lo que ¡°Joyce imaginaba que deb¨ªa ser un hombre com¨²n, pues es l¨ªcito sospechar que jam¨¢s hab¨ªa hablado con uno¡±. Etc¨¦tera. Al parecer, sugiere Amat, una novela resulta m¨¢s interesante si sus personajes ¡°amaestran dragones¡± o ¡°combaten contra mort¨ªfagos¡± (sic); cosas que evidentemente, no ocurren en Ulises.
El caso es que hay lectores, como es el caso de quien esto firma, que no s¨®lo hemos le¨ªdo la novela de Joyce con inter¨¦s, sino que incluso la hemos encontrado excitante y divertida; y ello, por razones que resulta sencillo enumerar; y que, aun a despecho de que, como las que aduce el propio Amat, quiz¨¢ no convenzan m¨¢s que a los previamente convencidos, es posible que aporten a este desganado debate alg¨²n argumento a favor de que invertir tiempo y esfuerzo en leer un libro como ¨¦ste bien puede redundar en placeres imprevistos, negados por completo a quien ni siquiera se permite plante¨¢rselo.
1) Dig¨¢moslo ya: como muy bien saben los jugadores de mus y los alpinistas, lo complicado no necesariamente implica aburrimiento. M¨¢s bien sucede lo contrario: tener la capacidad de disfrutar con actividades que requieren un cierto entrenamiento previo m¨¢s bien multiplica el efecto placentero del objeto de disfrute. Ning¨²n lector medianamente informado ignora que la novela occidental experiment¨® a lo largo del siglo XIX y principios del XX un proceso de maduraci¨®n que se tradujo en una mayor complejidad t¨¦cnica y argumental. Para que esa complejidad no suponga un obst¨¢culo para el lector hay una sola receta, la misma que se aplica a cualquier actividad gratificante que requiera alguna preparaci¨®n previa: recorrer la escala completa que va desde los empe?os m¨¢s asequibles a los m¨¢s complicados; es decir, gozar con el grado a?adido de complejidad que las novelas de Henry James o Marcel Proust suponen respecto a las de Balzac o Gald¨®s, pongo por caso ¡ªojo: no estamos hablando de val¨ªa: que una novela sea m¨¢s compleja que otra no implica necesariamente que sea mejor¡ª. En esa escala, la novela de Joyce se situar¨ªa en el escal¨®n inmediatamente superior a las primeras; lo que, sin duda, exige un cierto esfuerzo al lector o, al menos, un cierto h¨¢bito de frecuentaci¨®n de textos de esa complejidad. Pero el alpinista avezado, dec¨ªamos, no se arredra por encontrar en su recorrido alguna que otra pared vertical que escalar. Sobre todo, si la visi¨®n desde la cumbre merece la pena.
Ulises no s¨®lo no es un galimat¨ªas, sino que buena parte de su andadura transcurre por los cauces de la novela realista tradicional
2) De ello se deduce que Ulises no s¨®lo no es un galimat¨ªas; sino que buena parte de su andadura transcurre por los cauces de la novela realista tradicional. Consid¨¦rese, por ejemplo, el cap¨ªtulo en el que los protagonistas coinciden en el entierro de un tal Paddy Dignam en el cementerio de Dubl¨ªn: tiene el ritmo, la precisi¨®n, el amor al detalle y la capacidad de sugerencia de las mejores p¨¢ginas de Balzac. No parece que leer ¡°en diagonal¡±, como hacen los malos estudiantes y los lectores desmotivados, sea el mejor modo de disfrutar una obra literaria; pero, ya que Amat confiesa que ese m¨¦todo le ha salvado de no pocos ¡°bretes decimon¨®nicos¡±, habr¨ªa que a?adir que Ulises puede ser incluso un libro hasta cierto punto apropiado para ser le¨ªdo, si no en ¡°diagonal¡±, s¨ª de un modo selectivo: su variedad estil¨ªstica y la perfecta acotaci¨®n de sus partes permiten que el lector someramente familiarizado con la estructura del conjunto pueda moverse con comodidad a lo largo y ancho del mismo y revisitar sus pasajes preferidos.
3) A diferencia, no obstante, de las grandes cumbres de la novela decimon¨®nica, en las que predomina una cierta pretensi¨®n de objetividad documental, apreciable incluso en el tono, Ulises se inclina desde su primera p¨¢gina hacia las tonalidades de la comedia; es decir, se trata de un libro decididamente humor¨ªstico o que apela constantemente a los mecanismos de la burla, la parodia y la caricatura. Si su primera parte, la dedicada a las andanzas en solitario de Stephen Dedalus, se abre con una parodia de la consagraci¨®n eucar¨ªstica a cargo de un estudiante descre¨ªdo, la segunda se inicia con el momento en el que la mirada del narrador sorprende a Leopold Bloom mientras ¡°com¨ªa con deleite los ¨®rganos interiores de bestias y aves¡± en su desayuno. Es la parodia en clave dublinesa: el lenguaje de la exageraci¨®n y la blasfemia, tra¨ªdo de las tabernas y de los cen¨¢culos de estudiantes pasados de rosca a las p¨¢ginas de una novela. Tampoco falta la franqueza ¡ªy ello fue motivo para que la novela fuera censurada en diversos pa¨ªses¡ª a la hora de referirse a la fisiolog¨ªa y el sexo, en esa misma clave c¨ªnica y tabernaria que, sin embargo, alcanza conmovedoras modulaciones ¨ªntimas cuando se transmuta en la ¡°palabra interior¡± de una mujer ¡ªMolly, la esposa de Bloom¡ª que en su duermevela se recrea con los recuerdos de sus experiencias amorosas. Si el humor es frecuentemente la expresi¨®n de una visi¨®n l¨²cida de la realidad y permite ver a las personas en su justa medida, m¨¢s all¨¢ de toda pretensi¨®n de enaltecimiento, Ulises es un dechado de este modo de entenderlo y practicarlo.
4) Esa perspectiva humor¨ªstica no impide a Joyce alcanzar una profunda comprensi¨®n de sus personajes y de la dignidad humana esencial que les asiste, m¨¢s all¨¢ de su condici¨®n insignificante o marginal. Bloom es un cornudo y su condici¨®n de jud¨ªo lo expone al desprecio e incluso a la violencia de sus conciudadanos, pero es una persona dotada de imaginaci¨®n y de una ins¨®lita capacidad de empat¨ªa, que podemos apreciar gracias al empe?o de Joyce en consignar hasta sus menores pensamientos. Lo mismo se puede decir de su mujer, Molly. Quiz¨¢ Stephen, el protagonista joven, pueda resultar m¨¢s esquivo, en su condici¨®n de intelectual un tanto resentido y falto de experiencia vital. Pero no hay que olvidar que es el alter ego del autor, y que el retrato que ¨¦ste hace de s¨ª mismo no es en absoluto complaciente y revela que Joyce no s¨®lo no era ¡°el repelente levanta-dedos de la clase, gafudo y empoll¨®n¡±, seg¨²n lo describe Amat, sino una mente abierta a la comprensi¨®n perspicaz del pr¨®jimo e igualmente certera e implacable a la hora de juzgarse a s¨ª mismo y quiz¨¢ a sus semejantes, la despistada e inoperante clase intelectual irlandesa de su tiempo.
Se trata de un libro decididamente humor¨ªstico o que apela constantemente a los mecanismos de la burla, la parodia y la caricatura
5) El argumento de la novela no es en absoluto banal. Joyce logra el milagro de que el deambular de un pu?ado de personas corrientes por una ciudad a lo largo de una sola jornada adquiera la tensi¨®n y el dramatismo de las mejores novelas de aventuras; que, como sin duda Amat no ignora, suelen ser b¨¢sicamente relatos que se inician con una crisis y se resuelven en un proceso de b¨²squeda conducente a un episodio de encuentro y restituci¨®n. Esto es lo que ocurre en el Ulises; y la diferencia con las historias de dragones y trasgos que parecen fascinar a Amat reside en que los motivos que impulsan a sus personajes son preocupaciones de gente adulta en un contexto cotidiano. Precisamente la grandeza de la novela estriba en revelar a sus lectores la condici¨®n m¨ªtica que puede alcanzar la diaria lucha con las peque?as contrariedades y el car¨¢cter inici¨¢tico de cualquier recorrido de aprendizaje y revelaci¨®n. Y aqu¨ª es donde entra en juego la tan tra¨ªda y llevada ¡°necesidad¡± de conocer la Odisea para entender este libro, que quiz¨¢ se reduzca a la idea, no del todo inesperada en Joyce, de que el lector que se atreva a adentrarse en su novela seguramente conoce ya ciertas obras que podr¨ªan considerarse de lectura obligada para cualquier persona de mediana educaci¨®n; y que, por tanto, reconocer el paralelismo entre los hechos que suceden en la novela y las aventuras inici¨¢ticas de Odiseo no est¨¢ fuera del alcance de un lector avezado. ?Ingenuidad? Es posible que as¨ª lo parezca a un escolar negligente o a los modernos partidarios de la pedagog¨ªa instrumental. Pero seguro que un intelectual de ideas avanzadas de principios del siglo XX, como lo fueron nuestros krausistas o como, reticentemente, lo fue el propio Joyce, no lo consideraba as¨ª.
Podr¨ªamos seguir enumerando motivos que hacen de la lectura de Ulises una experiencia inolvidable. Entre ellos, quiz¨¢, su capacidad para contener el pulso vivo de una ciudad, Dubl¨ªn, que todav¨ªa se reconoce en las p¨¢ginas de un libro situado en 1904 y publicado en 1922. M¨¢s relevante me parece el esp¨ªritu esc¨¦ptico e individualista que planea sobre todo el libro, su insobornable apego a lo cotidiano, a despecho de las grandes construcciones ideol¨®gicas, reduccionistas y totalitarias, que planeaban ¡ªplanean¡ª sobre la comprometida individualidad del hombre europeo de entonces y de hoy. Nada m¨¢s que por eso, Ulises merece ser antepuesto a un buen n¨²mero de t¨ªtulos prestigiosos que, sin embargo, no han conseguido elevarse sobre esos onerosos d¨¦bitos de ¨¦poca.
No s¨¦ si lo antedicho servir¨¢ para convencer a alguien de que la lectura de una obra literaria de la riqueza y complejidad de Ulises resulta no s¨®lo provechosa e intelectualmente estimulante, sino, ante todo, sumamente placentera. Ese disfrute requiere simplemente algo que quiz¨¢ no todo el mundo est¨¦ en disposici¨®n de dar: predisposici¨®n y tiempo para ir adentr¨¢ndose poco a poco, gradualmente, como quien se ejercita en un deporte apasionante, en el inagotable mundo de la literatura que pretende ofrecer algo m¨¢s que evasi¨®n o entretenimiento. Los perezosos, los desmotivados y faltos de curiosidad, ya se sabe, nunca alcanzar¨¢n la cima del Everest; ni siquiera las de otras monta?as m¨¢s cercanas y asequibles. Podr¨¢n tener sus razones, por supuesto, e incluso puede que se sientan animados a hacer gala de ellas. Nosotros tambi¨¦n tenemos las nuestras.
Jos¨¦ Manuel Ben¨ªtez Ariza es poeta y traductor.
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Autor: James Joyce .
Editorial: CreateSpace Independent Publishing Platform (2017).
Formato: tapa blanda (440 p¨¢ginas)
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