Delacroix al completo en el Louvre
El museo parisiense refleja la totalidad de la trayectoria del pintor en la primera exposici¨®n que le dedica en medio siglo y reivindica su producci¨®n tard¨ªa
En el panel que da la bienvenida a la gran muestra que el Museo del Louvre dedica a Eug¨¨ne Delacroix, aparece una pregunta que pone en duda su propia necesidad. ?Qu¨¦ queda por decir de uno de los artistas m¨¢s aclamados de los ¨²ltimos siglos, cuyos lienzos figuran entre los m¨¢s visitados en esta misma pinacoteca, y cuya influencia parece extenderse de Monet a Van Gogh y de C¨¦zanne a Picasso? El director del departamento de pintura del Louvre, S¨¦bastien Allard, da una posible respuesta al inicio del recorrido. ¡°En realidad, a Delacroix lo conocemos de manera fragmentaria. Pasada la primera d¨¦cada de su carrera, cuando realiz¨® los cuadros que le confirieron la gloria, su obra sigue siendo desconocida e incomprendida. Faltaba un relato que diera unidad al conjunto de su producci¨®n¡±, apunta Allard, comisario de una exposici¨®n que podr¨¢ verse en Par¨ªs hasta el 23 de julio. Es la primera vez que el Louvre le dedica una monogr¨¢fica desde 1963. En oto?o, la muestra viajar¨¢ al Metropolitan de Nueva York, aunque en versi¨®n reducida: solo algo m¨¢s de la mitad de las 200 obras presentadas en la capital francesa cambiar¨¢n de orilla.
La segunda sala de la muestra concentra, en pocos metros cuadrados, todos los cuadros que convirtieron a Delacroix en un artista famoso. Por ejemplo, gigantescos formatos como La barca de Dante, La matanza de Qu¨ªos y, en especial, La libertad guiando al pueblo, fresco sobre la Revoluci¨®n de 1830 que pint¨® solo unos meses despu¨¦s de que se produjeran los hechos, vinculando la actualidad pol¨ªtica a la pintura hist¨®rica. Los tres cuadros fueron comprados por el Estado, sediento de nuevos talentos tras el final del Imperio napole¨®nico. ¡°Durante los primeros a?os de la Restauraci¨®n, de manera parad¨®jica, se tomaron m¨¢s riesgos que bajo el Imperio. Los museos franceses se quedaron sin los cuadros expropiados durante las campa?as del ej¨¦rcito. Y ese hueco se llen¨® con el arte contempor¨¢neo¡±, explica Allard.
Delacroix se impone entonces como jefe de filas de la nueva pintura francesa, puesto vacante tras la muerte prematura de G¨¦ricault y el exilio de Jacques-Louis David. En cada Sal¨®n oficial, el joven pintor divide a la cr¨ªtica. En algunos casos, se escandaliza, como con el suicidio orgi¨¢stico de La muerte de Sardan¨¢polo y sus enf¨¢ticas descripciones de objetos, telas, alhajas y cuerpos mestizos. El pintor Gros llegar¨¢ a denunciar ¡°la masacre de la pintura¡± que encierran sus colores carnales y exuberantes claroscuros. En cambio, el cr¨ªtico Baudelaire, su mayor admirador, lo tildar¨¢ de ¡°excelente dibujante, prodigioso colorista y compositor ardiente¡±, capaz de producir ¡°una mezcla admirable de solidez filos¨®fica, ligereza espiritual y entusiasmo ardiente¡±. Delacroix se convierte en una estrella. ¡°La estrategia de la provocaci¨®n funciona. En ese sentido, es un pintor muy moderno: entiende que es la opini¨®n p¨²blica la que determina la reputaci¨®n de un artista¡±, apunta Allard. Provocador y dandi, Delacroix encarna al pintor rom¨¢ntico por excelencia. ¡°Si entendemos por romanticismo la libre manifestaci¨®n de las impresiones personales y la repugnancia por las recetas acad¨¦micas, entonces debo confesar que no solo soy rom¨¢ntico, sino que ya lo era a los 15 a?os¡±, dejar¨¢ dicho.
Lo m¨¢s interesante empieza a media exposici¨®n, especialmente centrada en la segunda mitad de su trayectoria, todav¨ªa mal conocida. En el apogeo de su gloria, Delacroix hace borr¨®n y cuenta nueva. Se pone a pintar composiciones florales tan t¨¦tricas que no encontraron comprador ¡ªy a las que incluso Baudelaire tild¨® de ¡°cuadros de comedor¡±¡ª, duelos ecuestres que parecen traducir sus tumultos interiores, pinturas religiosas repletas de figuras pat¨¦ticas y cuadros a medio camino entre la realidad hist¨®rica y la ficci¨®n de la literatura m¨¢s culta, denostados por el p¨²blico de su tiempo. Elevado a la categor¨ªa de genio mucho antes de morir, Delacroix se pas¨® el resto de su vida haciendo lo contrario de lo que se esperaba de ¨¦l. ¡°El ¨²nico gran pintor con un recorrido similar ser¨ªa Picasso¡±, opina Allard. ¡°Delacroix adopta la v¨ªa experimental y reafirma su singularidad y su originalidad, confiando en la fuerza expresiva de su pintura¡±. El propio pintor lo resumir¨ªa diciendo que su misi¨®n consist¨ªa en enfrentarse a ¡°la infernal comodidad que proporciona la brocha¡±.
¡°La fr¨ªa exactitud no es arte¡±
En su etapa madura, el artista desde?¨® la nueva moda surgida de la mano de una nueva generaci¨®n de pintores realistas, a los que encabez¨® Courbet, a quien Delacrroix lleg¨® a acusar de crear obras ¡°vulgares e in¨²tiles¡±. De Millet tampoco tuvo mejor opini¨®n: ¡°Forma parte de esa pl¨¦yade de artistas barbudos que participaron en la Revoluci¨®n de 1848, creyendo que habr¨ªa una igualdad de talento igual que existe una igualdad de fortunas¡±. Para Delacroix, copiar la realidad no serv¨ªa estrictamente de nada. ¡°Todo el mundo visible es solo un almac¨¦n de im¨¢genes y signos a los que la imaginaci¨®n concede un lugar y un valor relativos. Es una especie de alimento que uno debe digerir y luego transformar¡±, reza otra de las frases de su diario. ¡°La fr¨ªa exactitud no es arte. El ingenioso artificio es el arte en su conjunto¡±.
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