Escribir novelas
Extracto del libro 'El arte de la ficci¨®n', que re¨²ne tres conferencias dictadas por James Salter en 2015, poco antes de morir
En 2015, poco antes de morir, James Salter dict¨® tres conferencias sobre su propio oficio y sobre sus lecturas de la obra de otros colegas. Salamandra las re¨²ne ahora en el volumen 'El arte de la ficci¨®n'. Este es un extracto.
Las novelas son m¨¢s largas que los cuentos y, en virtud de esa extensi¨®n, o digamos amplitud, tienen la oportunidad ¡ª la obligaci¨®n, de hecho¡ª de ser m¨¢s complejas y posiblemente implicar a m¨¢s personajes, ll¨¢meseles personas. La mayor¨ªa de las novelas son narrativas, o sea, lineales en la forma y fieles a la cronolog¨ªa, van hacia delante o fluct¨²an en idas y venidas en el tiempo. La narrativa cuenta una historia, y las historias son la esencia de las cosas, el elemento fundamental. E.?M. Forster, en Aspectos de la novela, un ensayo ingl¨¦s ligeramente anticuado, habla de la importancia de contar una historia y las habilidades de una de sus m¨¢s brillantes art¨ªfices, la perspicaz hija del visir, Sherezade.
Y aunque era una gran novelista, exquisita en sus descripciones, prudente en sus juicios, ingeniosa para narrar incidentes, avanzada en su moral, elocuente en la caracterizaci¨®n de personajes y experta conocedora de tres capitales de Oriente, no recurri¨® a ninguna de estas dotes al intentar salvar la vida ante su intolerable marido. No eran m¨¢s que un elemento secundario. Si sobrevivi¨® fue gracias a que se las compuso para que el rey se preguntara siempre qu¨¦ ocurrir¨ªa a continuaci¨®n. Cada vez que ve¨ªa amanecer se deten¨ªa en mitad de una frase, dej¨¢ndole boquiabierto. ?En este momento, Sherezade vio rayar las primeras luces el alba y, discreta, guard¨® silencio.?
Lolita al principio fue malinterpretada, como es natural. Se salv¨® del olvido gracias a Graham Greene, que la incluy¨® entre los tres mejores libros del a?o. Nabokov era entonces un escritor poco conocido.
Esa ¨²ltima frase, como advierte Forster, es la clave de Las mil y una noches: Sherezade guardaba silencio. ?Qu¨¦ pasaba a continuaci¨®n? Las ganas de saber, que son el motor de la literatura: por favor, sigue contando la historia.
La trama es algo m¨¢s que la historia. Incluye los elementos causales y las sorpresas. La historia de Lolita es sencilla: Humbert descubre a Lolita, y digamos que la seduce, la hace pasar por su presunta hija, una situaci¨®n detestable pero embriagadora, y un rival se la roba. ?l se lanza en su b¨²squeda, los encuentra y mata al ladr¨®n. Pero es la trama, con sus muchos destellos c¨®micos, la progresiva revelaci¨®n de los motivos y los incidentes grotescos, la que lo engrandece. Lolita al principio fue malinterpretada, como es natural, y se salv¨® del previsible olvido o de acabar en el anaquel de los libros picantes gracias a Graham Greene, que la incluy¨® en su lista en el Times como uno de los tres mejores libros del a?o, y le concedi¨® de ese modo respaldo literario. Nabokov era entonces un escritor poco conocido.
Voy a intentar hablar sobre escribir novelas, pero debo advertir de antemano que tal vez no sea sobre la novela que ustedes est¨¢n pensando escribir, o han empezado a escribir, o quiz¨¢ tengan medio terminada. En realidad, es sobre las novelas de ciertas personas. No pretendo que sean lecciones sobre c¨®mo se hace.
De hecho, no creo que nadie pueda ense?arles c¨®mo se escribe una novela, o al menos no en una hora. Es dif¨ªcil escribir novelas. Has de tener la idea y los personajes, aunque quiz¨¢ se a?adan personajes sobre la marcha. Necesitas la historia. Necesitas, si me permiten decirlo as¨ª, la forma: ?Qu¨¦ extensi¨®n va a tener el libro? ?Estar¨¢ escrito en p¨¢rrafos largos? ?Cortos? ?En qu¨¦ persona narrativa? ?Mantendr¨¢ un hilo conductor o se dispersar¨¢ en todas direcciones? ?C¨®mo ser¨¢ de denso? Cuando tienes la forma, puedes escribir la novela. Cuando tienes el estilo. El estilo. D¨®nde te sit¨²as como escritor. Tus prejuicios. Tu posicionamiento moral. El modo en que ese libro deber¨ªa leerse. Y despu¨¦s necesitas un comienzo. ?Dos cordilleras atraviesan la Rep¨²blica, casi de norte a sur...?, las contenidas primeras palabras del suplicio final del c¨®nsul en Bajo el volc¨¢n. El comienzo es de suma importancia. Ya mencion¨¦ el comienzo de Adi¨®s a las armas. Todo est¨¢ en esas primeras frases: la guerra de la que procuran apartarse o de la que huyen. Por el momento se encuentran protegidos, vi¨¦ndola pasar, pero su destino est¨¢ ligado a ella.
Una de las cosas m¨¢s dif¨ªciles, seg¨²n dec¨ªa Garc¨ªa M¨¢rquez, es el primer p¨¢rrafo. Hab¨ªa pa?sado meses con un primer p¨¢rrafo, explica?ba, pero una vez lo consigui¨®, el resto fue sencillo. Ten¨ªa el estilo, el tono, pero el problema era c¨®mo empezar a plasmarlo. El primer p¨¢rrafo daba la pauta de lo que ser¨ªa el resto del libro.
El principio, c¨®mo empieza. Despu¨¦s de eso, escrito en orden o en desorden, viene el resto, escena a escena, p¨¢gina a p¨¢gina. Es una tarea prolongada. Como escritor, te enfrentas constantemente a la necesidad de visualizar una escena, o una secuencia, o un sentimiento, para a continuaci¨®n, de la manera m¨¢s cabal que puedas, ponerlo en palabras. Hay muchos intentos fallidos, al tratar de arrancarse de dentro algo que a veces es inexpresable. Es una labor con muchos aspectos, demasiados, y al menos uno de ellos debe quedar al fin escrito de un modo lineal, palabra por palabra, hasta el punto de llegar casi a perder el inter¨¦s. Hay siempre demasiadas opciones, o no hay ninguna, ninguna v¨ªa posible. Al principio eres capaz de escribir en cualquier sitio, pero has de dedicarle tiempo a escribir, has de escribir en lugar de vivir. Has de dar mucho para recibir algo. Recibes s¨®lo un poco, pero es algo. No hay valores establecidos; das mucho a cambio de nada; haces todo a cambio de apenas nada, como al principio Justine hac¨ªa el amor a cambio de una camisa de algod¨®n.
Si de verdad es as¨ª, si es tan dif¨ªcil y para casi todo el mundo hay tan poco que ganar, poco dinero... Bueno, de hecho, es una manera de ganar dinero; no necesitas nada para empezar, salvo las palabras. Pero ?cu¨¢l es el impulso? ?Por qu¨¦ se escribe? Ah¨ª est¨¢ la esencia. Entonces, ?por qu¨¦?
Una de las cosas m¨¢s dif¨ªciles, seg¨²n dec¨ªa Garc¨ªa M¨¢rquez, es el primer p¨¢rrafo. Hab¨ªa pa?sado meses con un primer p¨¢rrafo,? pero una vez lo consigui¨®, el resto fue sencillo
Bueno, ciertamente por placer, aunque est¨¢ claro que no es un placer tan grande. En ese caso, para complacer a otros. He escrito con eso en mente a veces, pensando en ciertas personas, pero ser¨ªa m¨¢s honesto decir que he escrito para que otros me admiren, para que me quieran, para ser elogiado, reconocido. A fin de cuentas, ¨¦sa es la ¨²nica raz¨®n. El resultado apenas tiene nada que ver. Ninguna de esas razones da la fuerza del deseo.
Siempre pienso en Paul L¨¦autaud, un viejo cr¨ªtico teatral, pobre, casi olvidado. Al final, cuando viv¨ªa solo con una docena de gatos, escribi¨®: ??crire! Quelle chose merveilleuse!?
Eres el h¨¦roe de tu propia vida: te pertenece s¨®lo a ti, y a menudo es la base de una primera novela. Ninguna otra historia est¨¢ m¨¢s a tu alcance para que dispongas de ella. Philip Roth escribi¨® su primer libro, Goodbye, Columbus, sobre s¨ª mismo y un amor de juventud con una chica en Nueva Jersey. Ese segmento de su vida es la historia, y sus complicaciones conforman la trama.
Voltaire escribi¨® C¨¢ndido como cr¨ªtica social, lo hizo de un tir¨®n cuando ten¨ªa sesenta y cinco a?os.
Theodore Dreiser visit¨® a su amigo Arthur Henry el verano de 1899 en Maumee, Ohio. Hen?ry estaba trabajando en una novela. ??Por qu¨¦ no escribes una t¨² tambi¨¦n??, le sugiri¨® a Dreiser. ?ste se sent¨®, cogi¨® una hoja de papel y escribi¨® en la parte superior: Nuestra hermana Carrie.
Dreiser era hijo de una familia de diez hermanos que se cri¨® en la pobreza en Warsaw, Indiana. Un maestro bondadoso pag¨® sus estudios para que fuera a la universidad, aunque no acab¨® la carrera. Dos de sus hermanas, entretanto, se hab¨ªan quedado embarazadas o se fugaron de casa. Dreiser empez¨® a tra?bajar como cobrador en los barrios bajos de Chicago, pero ten¨ªa un ojo perspicaz y ¨¢vido, alentado por las cosas que le¨ªa en los peri¨®dicos. Mand¨® varios art¨ªculos a uno de ellos y pronto pas¨® a ser un escritor de ¨¦xito, y luego reportero y director de una revista. Ten¨ªa veintiocho a?os cuando empez¨® a escribir Nuestra hermana Carrie, sin una idea preconcebida, sin saber siquiera de qu¨¦ tratar¨ªa. Se limit¨® a echar mano de sus vivencias y permiti¨® que la memoria dispusiera las cosas con apenas un ligero temblor. Tard¨® cuatro meses en escribir el libro, incluido el abandono al concluir que era p¨¦simo. Sin embargo, ten¨ªa poco que perder. Carrie se public¨® en un mundo en el que uno de los temas establecidos de la ficci¨®n era el de la virtud mancillada que al final triunfa. Fue retirada de circulaci¨®n enseguida por razones morales. Dreiser conoc¨ªa un mundo de una rea?lidad m¨¢s amplia y el rudo mercantilismo de muchas ciudades: Chicago, St. Louis, Pittsburgh, Nueva York. Hab¨ªa le¨ªdo a Nietzsche, Balzac y Zola, y lo fascinaban ideas vagas de un superhombre, as¨ª como el dios del dinero y los reyes del dinero. Sab¨ªa que ?la vileza del individuo, para ser amada, debe vestirse de gloria?, dijo Robert Penn Warren, y esa ambici¨®n ardi¨® en ¨¦l toda su vida. Se le escap¨® el Premio Nobel, que le fue concedido en cambio a Sinclair Lewis. Dreiser era un mal escritor, repetitivo, vulgar, previsible y falaz, pero tambi¨¦n era un gran contador de historias, infatigable y desbordante de ideas. Adem¨¢s, fue el primer escritor estadounidense que proced¨ªa de los barrios bajos. Samuel Clemens tambi¨¦n, pero en un sentido distinto.
Eres el h¨¦roe de tu propia vida y a menudo es la base de una primera novela. Philip Roth escribi¨® su primer libro, Goodbye, Columbus, sobre s¨ª mismo y un amor de juventud con una chica en Nueva Jersey
?Por qu¨¦ hablo tanto de Dreiser, una presencia contundente, excesiva, que cree que la base materialista de la vida es la verdad fundamental? No es por eso. Los libros que escribi¨® se acercan tanto a su propia vida de ciudades, bares, restaurantes y burdeles, de ¨¦xito y fra?caso, del miedo a no llegar a nada, que resulta dif¨ªcil saber qu¨¦ a?adi¨® para convertirlo en ficci¨®n. Lo relevante es su visi¨®n del orden es?tablecido, su conocimiento de la vida en el estrato m¨¢s bajo, que intenta ascender a trav¨¦s de las impenetrables capas de la sociedad, que trata de hacerse un lugar.
John O¡¯Hara era hijo de un m¨¦dico, pero siempre se sinti¨® como si proviniera de los ba?rrios bajos. Resent¨ªa profundamente no haber ido a Princeton o Yale, ser ?distinto?. Fue reportero de prensa y desarroll¨®, como Dreiser, el h¨¢bito de la observaci¨®n minuciosa junto con un conocimiento nada rom¨¢ntico de la conducta humana. La soltura para escribir y un buen olfato para las historias son ventajas, tambi¨¦n, de una vida dedicada al periodismo. En los cuentos de O¡¯Hara hay cientos de personajes, y a menudo no se molestaba en trazar m¨¢s que un apunte, sin ahondar demasiado. Su m¨¦todo consist¨ªa en colocar una hoja en blanco en la m¨¢quina de escribir e imaginar dos caras, de alguien a quien quiz¨¢ hubiera visto en el tren, y, sin saber nada sobre esas dos personas, las hac¨ªa coincidir en un restaurante, o en un avi¨®n, y dejaba que se pusieran a hablar, al principio de cosas triviales durante una o dos p¨¢ginas, hasta que empezaban a cobrar vida. Era todo a trav¨¦s del di¨¢logo. A medida que hablaban, uno u otro acababa diciendo algo tan revelador que a partir de ah¨ª s¨®lo era cuesti¨®n de hasta d¨®nde decidiera ¨¦l seguir interesado en sus personajes. Era un gran escritor de di¨¢?l?o?gos, h¨¢bil en el vituperio y el matiz social ¡ª el lugar de cada uno en la escala¡ª , y las historias se le ocurr¨ªan en abundancia.
Al abordar una novela, O¡¯Hara era minucioso con los personajes que aparec¨ªan, y los elaboraba a conciencia. Todos los detalles personales est¨¢n ah¨ª, la vestimenta, y quiz¨¢ incluso las tiendas de donde proced¨ªa la ropa, las costumbres, virtudes, defectos. Recrea con tanta meticulosidad la escena que, de hecho, puedes verla: la pistolera y los guantes de cuero del agente de polic¨ªa, su sombrero, d¨®nde ha aparcado el coche y por qu¨¦, y tambi¨¦n ante qui¨¦n agacha la cabeza y de qui¨¦n sabe alg¨²n episodio s¨®rdido. Ves la sociedad que O¡¯Hara est¨¢ describiendo y te estremeces un poco al imaginar ad¨®nde llevar¨¢n esos prejuicios tan enraizados y esos comentarios inesperados.
Esa gente, esos personajes, ?est¨¢n sacados de la vida? ?Se basan, f¨ªsicamente y en lo dem¨¢s, en personas reales? Sus actos y algo de lo que dicen o los rasgos de su habla, ?se extraen de la vida? Creo que ustedes saben ¡ª aunque entre los escritores siempre existe cierta susceptibilidad al respecto, como si inspirarse en la vida, admitirlo, fuese una renuncia al arte¡ª que, por supuesto, muchos o la mayor¨ªa de los per?so?najes de ficci¨®n est¨¢n tomados de la vida.
El arte de la ficci¨®n. James Salter. Traducci¨®n de Eugenia V¨¢zquez Nacarino. Salamandra, 2018. 108 p¨¢ginas, 15 euros.
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