Breve genealog¨ªa del exilio
Roberto Bola?o consideraba que el exilio es, en ¨²ltima instancia, un acto voluntario
En nuestro vocabulario pol¨ªtico reemerge el concepto de exilio y se debate su idoneidad para definir la situaci¨®n de los l¨ªderes independentistas catalanes en el extranjero. Conviene detenerse, aunque sea brevemente, en la etimolog¨ªa y la historia de este polis¨¦mico concepto. Dice la RAE: ¡°Del lat¨ªn exilium. 1. m. Separaci¨®n de una persona de la tierra en que vive. 2. m. Expatriaci¨®n, generalmente por motivos pol¨ªticos. 3. m. Efecto de estar exiliada una persona. 4. m. Lugar en que vive el exiliado. 5. m. Conjunto de personas exiliadas¡±. Cabe precisar que la palabra, adem¨¢s de proceder del lat¨ªn exilium, destierro, est¨¢ asociada con exsilium, saltar o correr fuera.
El primer exilio fue b¨ªblico: Eva y Ad¨¢n, expulsados del para¨ªso. M¨¢s adelante, el Antiguo Testamento narra c¨®mo los hebreos del reino de Israel fueron deportados a la ciudad asiria de N¨ªnive. Luego los del reino de Jud¨¢ fueron trasladados a Babilonia. El exilio es recurrente en la Biblia hebrea y en la experiencia hist¨®rica de la comunidad jud¨ªa. Nos cuenta el historiador Polibio que, para los romanos, el exilio era considerado a menudo una opci¨®n voluntaria por la cual un ciudadano evitaba una pena mayor abandonando la comunidad. El propio Cicer¨®n, que dej¨® Roma por un tiempo, escribi¨®: ¡°El exilio no es una pena, sino un refugio, un medio por el que uno escapa a un castigo¡±. Si bien la fuga se entend¨ªa como una salida voluntaria, exist¨ªan tambi¨¦n modalidades m¨¢s acotadas y severas de destierro, desde la relegatio hasta la deportatio, siempre preferibles, en principio, a la pena capital.
A lo largo de los siglos, las guerras de religi¨®n empujaron a cientos de miles de personas a abandonar sus comunidades por temor a ser encarceladas o ejecutadas por sus creencias. Sin embargo, escribe Edward Said, ¡°la diferencia entre los exilios de otras ¨¦pocas y la nuestra es, y merece la pena subrayarlo, su escala: nuestra era es la era del refugiado, del desplazado, de la inmigraci¨®n masiva¡±. Said establece una relaci¨®n dial¨¦ctica entre nacionalismo y exilio: toda naci¨®n moderna se forja sobre la exclusi¨®n del otro, la expulsi¨®n del for¨¢neo, aquel que no comulga con ¡°la amalgama coherente de pr¨¢cticas que vinculan el h¨¢bito con la habitabilidad¡±. Dicha expulsi¨®n no siempre es literal. La fil¨®sofa Silvana Rabinovich utiliza el agudo concepto de exilio domiciliario para describir la situaci¨®n que viven, entre otras, numerosas comunidades ind¨ªgenas en pa¨ªses americanos y la comunidad palestina en Oriente Pr¨®ximo. Son ¡°refugiados en su propia tierra, exiliados en casa¡±, explica, ¡°poblaciones nativas despose¨ªdas en sus territorios ancestrales¡±.
Es oportuno revisar el concepto de exilio para debatir su idoneidad para definir la situaci¨®n de los l¨ªderes independentistas catalanes en el extranjero
La psicolog¨ªa, por su parte, describe la sintomatolog¨ªa del exilio; habla de c¨®mo el exiliado ¡°vive en dos mundos, en dos pistas¡± muy dif¨ªciles de sintetizar. Para el psic¨®logo uruguayo Juan Carlos Carrasco, son producto de la ruptura en la continuidad de la vida psicol¨®gica y del quiebre de la cotidianeidad de origen y el tener que hacer frente a una nueva cotidianeidad. Algunos de estos s¨ªntomas describen igualmente la experiencia del expatriado, el inmigrante y todo aquel que vive fuera de su pa¨ªs, aun sin haberlo abandonado de modo abrupto o forzado. La idea compulsiva de retorno al pa¨ªs de origen es, sin embargo, seg¨²n Carrasco, ¡°intr¨ªnseca al concepto mismo de exiliado pol¨ªtico¡±.
Junto a la noci¨®n de exilio como separaci¨®n de la tierra en la que uno vive surge el exilio como met¨¢fora del sentimiento de alienaci¨®n (extra?eza) respecto de unas sociedades modernas cada vez m¨¢s deshumanizadas, si bien en grado diferente. Hablamos del exilio interior de intelectuales y artistas disidentes que permanecen en sus comunidades. De la pluma de aquellos que terminaron huyendo de la represi¨®n pol¨ªtica y cultural de los totalitarismos del siglo XX floreci¨® la llamada literatura del exilio, que sigue ocupando un lugar privilegiado en la literatura contempor¨¢nea. En aquella, la experiencia real y metaf¨®rica del exilio se confunden. Para Theodor Adorno, que huy¨® de la Alemania nazi a Estados Unidos, la escritura era el ¨²nico lugar habitable para el exiliado. Pero Adorno iba m¨¢s all¨¢ y consideraba el exilio, en tanto extra?eza constante y esp¨ªritu cr¨ªtico, un deber moral.
El escritor chileno Roberto Bola?o evoca la racionalidad sobria de Adorno cuando se refiere a ¡°la cantinela del dolor de los exiliados¡± e interroga cr¨ªticamente: ¡°?Se puede tener nostalgia por la tierra en donde uno estuvo a punto de morir? ?Se puede tener nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la injusticia?¡±. Para Bola?o, el exilio es tambi¨¦n, en ¨²ltima instancia, voluntario. Escribe: ¡°Nadie oblig¨® a Thomas Mann a exiliarse. Seguramente las SS hubieran preferido que Thomas Mann no se exiliase¡±.
A la luz de la historia y la literatura, cabe preguntarse si tratar de zanjar categ¨®ricamente en qu¨¦ consiste el exilio y qui¨¦n es exiliado no resulta, despu¨¦s de todo, un ejercicio f¨²til. Lo que trasciende son las razones que llevan a una persona a separarse, voluntaria o involuntariamente, del territorio que la vio nacer.
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