Dos horas de toros son suficientes
Carlos Ochoa da una vuelta al ruedo frente a una noble y mansa novillada de Fuente Ymbro
Las corridas de toros -o las novilladas, como es el caso- deber¨ªan tener una duraci¨®n m¨¢xima de dos horas por reglamento. Y ya es mucho. Es un tiempo m¨¢s que razonable para que toros y toreros demuestren lo que llevan dentro. Antes, hace a?os, era toda una rareza la tarde que se alargaba m¨¢s all¨¢ de esos 120 minutos. Hoy en d¨ªa sucede lo contrario: que una tarde de toros dure menos de ese tiempo es casi un milagro. ?Y qui¨¦n tiene la culpa? Principalmente los toreros, pero tambi¨¦n los ganaderos. Los de luces porque se empe?an en dar capotazos y muletazos como si la abundancia de los mismos les garantizara el triunfo. Y los segundos porque, en su mayor¨ªa, basan la crianza del toro en la duraci¨®n, en que los animales aguanten sin inmutarse faenas y lidias eternas. Y lo que sucede es que, casi siempre, el p¨²blico -y ni qu¨¦ decir el aficionado- se acaba aburriendo.
Fue lo que ocurri¨® en la primera novillada de la temporada en la plaza de toros de Las Ventas. Dos horas y media de reloj dur¨® un espect¨¢culo aburrido que apenas dej¨® momentos de inter¨¦s y que estuvo presidido por un fr¨ªo m¨¢s propio del invierno. La novillada anunciada de Fuente Ymbro, correctamente presentada a excepci¨®n del abecerrado quinto, fue tan noble como mansa. Un encierro que cont¨® con hasta tres ejemplares de grandes posibilidades para la lidia moderna, pero que carecieron de la casta y la emoci¨®n necesaria para mantener en vilo al espectador. Los tres novilleros, por su parte, pusieron voluntad, pero no lograron arrebatar.
A punto de cortar una oreja estuvo Carlos Ochoa. Y todo gracias a ese (des)toreo moderno que tanto se destila en la actualidad. No hay duda de que tiene oficio el madrile?o y que posee una frescura que le hace conectar r¨¢pido con los tendidos, pero comete el grave pecado de ejecutar el toreo con enormes ventajas. Con el comp¨¢s muy abierto y la pierna siempre retrasada, lig¨® con facilidad los muletazos, siempre despegado y retorcido. Mientras toreaba al buen segundo, que tuvo nobleza y movilidad, una voz reson¨® en el tendido y record¨® a Juli¨¢n L¨®pez El Juli. Llevaba toda la raz¨®n, el joven Ochoa es un buen disc¨ªpulo del torero madrile?o. Pero no import¨® que all¨ª no hubiera ni rastro de pureza; ¨¦l mismo y la mayor¨ªa del p¨²blico jalearon sus tandas con gran entusiasmo. En el trasteo no faltaron los cambiados por la espalda, ni tampoco las bernadinas finales, incluso ejecut¨® Ochoa dos redondos con la figura abandonada, como si el esp¨ªritu de Juan Mora se hubiera apoderado de ¨¦l unos segundos. Pinch¨® y el espadazo que dej¨® a continuaci¨®n, desprendido, provoc¨® derrame. Tampoco import¨®, la gente sac¨® los pa?uelos y casi hubo trofeo.
FUENTE YMBRO / ISIEGAS, OCHOA, T?LLEZ
Novillos de Fuente Ymbro, correctamente presentados -salvo el abecerrado quinto-, mansos y nobles en conjunto. Buenos para el torero, por su calidad y bondad, segundo, quinto y sexto.
Jorge Isiegas: _aviso_ bajonazo que atraviesa (silencio); estocada corta perpendicular y ca¨ªda (saludos)
Carlos Ochoa: pinchazo y estocada ligeramente desprendida (vuelta tras petici¨®n de oreja); dos pinchazos, pinchazo hondo _aviso_ y un descabello (silencio)
?ngel T¨¦llez, que se presentaba en Madrid: estocada delantera y ca¨ªda _aviso_ (saludos desde el tercio); _aviso_ pinchazo y estocada corta trasera y tendida _aviso_ (saludos)
Plaza de toros de Las Ventas. 8 de abril. Un cuarto de entrada (6.577 espectadores, seg¨²n la empresa).
La suerte le volvi¨® a acompa?ar en su segundo turno. El quinto fue todo un bendito, el perfecto colaborador que todo lo admite. Y, de nuevo, Ochoa anduvo lineal y despegado, notoriamente por debajo de su oponente. Menos fortuna tuvo en el sorteo Jorge Isiegas, al que le correspondieron dos mansos declarados. Al primero, que solo tom¨® dos picotazos en el caballo, lo dej¨® crudo y en el ¨²ltimo tercio tuvo que hacer frente, no solo a la movilidad huidiza del astado, sino tambi¨¦n al molesto viento que soplaba. Aguant¨® con firmeza las acometidas el zaragozano e intent¨® mantenerlo en el enga?o, aunque por momentos anduvo acelerado y falto de ce?imiento. Con la espada se le fue la mano a los s¨®tanos y cobr¨® un infame bajonazo que atraves¨® por completo al animal.
Ese primero hab¨ªa cogido justo antes del tercio de banderillas al pe¨®n Jes¨²s Montes. El subalterno se confi¨® a la hora de resguardarse en el burladero y el de Fuente Ymbro, tras hacerle hilo, lo prendi¨® certeramente ocasion¨¢ndole una cornada de dos trayectorias en el tercio inferior de la cara externa del muslo izquierdo. El cuarto, tambi¨¦n muy manso y rajado, dur¨® a¨²n menos que su hermano y en cuanto se sinti¨® podido se par¨®, arrebat¨¢ndole a Isiegas cualquier posibilidad de lucimiento.
Se presentaba en Las Ventas otro madrile?o, ?ngel T¨¦llez. Y su actuaci¨®n, sin ser ni mucho menos redonda, dej¨® alg¨²n detalle para la esperanza. Frente al concepto retorcido de Ochoa, T¨¦llez tore¨® casi siempre sin abandonar la verticalidad y logr¨® los mejores muletazos del festejo frente al sexto, que tambi¨¦n embisti¨® mucho por abajo. Sin embargo, y tambi¨¦n al contrario que su compa?ero, le cuesta llegar al tendido y a veces se pierde en un oc¨¦ano de pases carentes del m¨¢s m¨ªnimo inter¨¦s. Como Isiegas en el primero, escuch¨® un aviso antes incluso de irse a por la espada, una muestra m¨¢s de lo eternas de estas faenas modernas. Con el blando tercero dio muchos pases y no dijo nada.
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