Ese hueso, ese HAL
Se cumple medio siglo del estreno de '2001: una odisea del espacio'. Aclaro que el cine y la literatura de ciencia-ficci¨®n nunca han formado parte de mis amores
Figura inevitablemente en casi todas las listas con las que se entretiene peri¨®dicamente la cr¨ªtica sobre las mejores cosas que le han ocurrido al cine a lo largo de su venturosa y ya centenaria historia. No ha sido jam¨¢s indiferente en los gustos de los espectadores comunes. Para muchos constituye una de las pel¨ªculas m¨¢s impactantes que han visto jam¨¢s, le profesan eterno culto antes de que dicho t¨¦rmino se pusiera de moda. Para otros, una minor¨ªa, el recuerdo de esta intocable obra est¨¢ asociado al aburrimiento que pasaron con ella, ni siquiera les interes¨® el misterioso significado del monolito. Y, c¨®mo no, nadie le discute su t¨ªtulo de obra cumbre del g¨¦nero de ciencia-ficci¨®n. Se titula 2001: una odisea del espacio. Acaba de cumplir cincuenta a?os. Vale. ?Y c¨®mo los lleva?
Aclaro que el cine y la literatura de ciencia-ficci¨®n nunca han formado parte de mis ancestrales e inmarchitables amores. Bastante temibles son algunas de las ficciones que crea la realidad como para andar mezcl¨¢ndolas con la rigurosa ciencia. Amo pel¨ªculas encuadradas en este g¨¦nero como Alien, el octavo pasajero y Blade Runner porque la primera es suspense y terror de alto voltaje y la segunda puro cine negro, desarrolladas en una nave espacial y en una ca¨®tica ciudad del futuro. Y me fascinan los libros de Ray Bradbury no por su faceta de visionario del futuro sino por su tono po¨¦tico, su melancol¨ªa y la inquietud que me crean. Qu¨¦ miedo me invade siempre leyendo el relato Aunque siga brillando la luna en esa obra maestra titulada Cr¨®nicas marcianas.
He visto varias veces en el curso del tiempo la venerada odisea espacial que film¨® Stanley Kubrick, basado en el cuento de Arthur C. Clarke El centinela. Con cierto e imperdonable tedio cuando se estren¨®, aunque fuera blasfemo en aquella ¨¦poca confesarlo. Y esa opini¨®n de mi adolescencia se ha ido modificando en las revisiones, no porque el paso del tiempo proporcione lucidez, sino que imagino que en funci¨®n de estados de ¨¢nimo. He vuelto a ella varias veces. La curiosidad permanece. Y hay s¨ªmbolos y cosas que sigo sin entender, como la naturaleza y el significado del enigm¨¢tico monolito, pero la fascinaci¨®n visual ante el torrente de im¨¢genes que se invent¨® el perfeccionista y obsesivo Kubrick se mantiene siempre.
Si el viaje hacia el infinito a veces me ha parecido muy largo o la deliberada gelidez emocional con la que est¨¢n descritos los tripulantes y pasajeros de las naves espaciales te distancie de lo que les pueda ocurrir, hay una parte y un personaje en esta pel¨ªcula que han mantenido permanentemente su fuerza hipn¨®tica. El arranque es insuperable. Lo protagonizan monos (Kubrick mezcl¨® aut¨¦nticos simios con actores disfrazados) en un paisaje rocoso, des¨¦rtico y ancestral, en medio de amaneceres y crep¨²sculos. Disputan por el agua cenagosa, se enfrentan a huesazos, reciben la visita del monolito. Kubrick enlaza el hueso que lanza al aire el simio matador con una nave espacial mientras suena El danubio azul. Es tan impactante como hermoso. El ¨²nico personaje conmovedor, parad¨®jicamente no es humano sino un ordenador, ese asustado y tr¨¢gico Hal que protesta ag¨®nicamente cuando constata leyendo los labios de los astronautas que le van a desconectar.
Supongo que los efectos especiales de esta pel¨ªcula y el pausado ritmo de 2001 pueden provocar actualmente la desde?osa risa de ese horroroso y triunfante cine en el que solo existe el ruido, el montaje fren¨¦tico a base de planos cortos con duraci¨®n cronometrada y el derroche gratuito de efectos especiales. Kubrick, empe?ado en dejar su sello presuntamente genial en todos los g¨¦neros, tan arrogante y antip¨¢ticamente consciente de su arte, consigui¨® algunas veces que el resultado estuviera a la altura de las ambiciosas pretensiones. Pero este artista total puede tener un lado cargante. Es consecuente que un se?or tan cerebral no sintiera ning¨²n aprecio por su Espartaco. Yo la adoro. Por ¨¦pica, emocionante, sentimental. vibrante.
Babelia
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