Preferir¨ªa s¨ª hacerlo
Isidoro Valc¨¢rcel Medina y Dora Garc¨ªa dicen 'no' a las convenciones del mundo del arte y 's¨ª' a la creaci¨®n abierta a la participaci¨®n. Dos referentes debaten para Babelia
Dora Garc¨ªa (Valladolid, 1965) e Isidoro Valc¨¢rcel Medina (Murcia, 1937) se conocieron en 2005 en Madrid en unos encuentros celebrados en Conde Duque para hablar sobre el estatuto del artista. Era la primera vez que se ve¨ªan, aunque ambos se ubicaban bien. Pocos d¨ªas antes, Isidoro giraba A la izquierda del centro cultural en una performance que bordeaba la manzana m¨¢s grande de Madrid y sus conocidos ejercicios de medici¨®n. Pocos d¨ªas despu¨¦s, ella llevaba Todas las historias al Espacio Uno del Reina Sof¨ªa, sus performances y v¨ªdeos que recog¨ªa tambi¨¦n en formato libro, y que volvemos a ver en la exposici¨®n que inaugura la semana que viene en el museo. Su Segunda vez.
Sentados en el cine Dor¨¦, les animo a hablar sin distancia de literatura, de arte conceptual, de lo inmaterial y del peso de las ideas. De esa obra empe?ada en romper con los esquemas del arte m¨¢s convencional y que circula temerosa de llegar a cualquier conclusi¨®n. Valc¨¢rcel Medina merodea desde los sesenta por el arte conceptual en la creaci¨®n de situaciones, intervenciones, acciones y proyectos m¨¢s all¨¢ del objeto art¨ªstico y que dan cuenta de su actitud alejada de los aspectos comerciales del arte. Su ¨²ltimo escaqueo de lo art¨ªstico lo puso en pie en el Teatro Pradillo hace unos d¨ªas con Estar o no estar. Dora Garc¨ªa bosqueja una compleja red de referentes intelectuales, desde los literarios hasta los marginales y heterodoxos, de los que se nutre un trabajo que transita la ficci¨®n, la performance y los misterios de la psique. De hecho, es asidua al Caf¨¦ de las Voces. A ambos les gusta la performance trouv¨¦, la verbal, esa comunicaci¨®n problem¨¢tica que escapa de lo evidente: los malentendidos, los susurros, los esp¨ªritus de escalera. Isidoro dora poco la p¨ªldora cuando habla. Dora tampoco mitiga la dificultad, especialmente al pisar ese campo institucional del arte que pronto se convierte en el campamento base de esta charla.
ISIDORO VALC?RCEL MEDINA. La idea de instituci¨®n es de por s¨ª bastante ficticia¡
DORA GARC?A. Hace poco hablaba con un experto en instituciones y me dec¨ªa que, en realidad, no se trata tanto de acabar con la instituci¨®n, sino de crear muchas otras que se contrapongan, instituciones peque?as, de tres o cuatro personas. Lo malo es esa instituci¨®n total que lo decide todo sobre la vida de la gente. Aunque la instituci¨®n puede ser un refugio. Estar ¡°desinstitucionalizado¡± crea ansiedad.
I.?V.?M. Eso se ha construido ya. La instituci¨®n muse¨ªstica, por ejemplo. Se mide por el n¨²mero de visitantes y se mantiene por eso. Cuantos m¨¢s, mejor, claro. Los visitantes ven anuncios de exposiciones por la calle y van al museo. A otros que no se anuncian tanto pues no va nadie, porque no est¨¢n ¡°suficientemente institucionalizados¡±. Es un organismo que cuenta con una red de colaboradores externos que est¨¢n tan institucionalizados como los que dirigen la oficina.
Isidoro Valc¨¢rcel Medina: ¡°El ¡®no¡¯ es comprometido, es una afirmaci¨®n absoluta. Yo me niego a jugar con reglas que no me dejan cambiar¡±
D.?G. Las instituciones son las personas que las llevan. El museo no existe. Existen las personas que trabajan en ¨¦l. Y hay muchos tipos de instituci¨®n. En aquel trabajo que hice sobre Basaglia (The Deviant Majority. From Basaglia to Brazil, 2010), contra la instituci¨®n psiqui¨¢trica, una de las colaboradoras dec¨ªa que no hay que ser antiinstitucional, sino ainstitucional. No ir en contra de la instituci¨®n, sino mantener una din¨¢mica para evitar la institucionalizaci¨®n de tu trabajo. Evitar la solidificaci¨®n. Mantener las cosas en flujo. Pero vamos que, en cuanto te descuidas, te institucionalizas.
I.?V.?M. Claro, y adem¨¢s no es malo. La mejor forma de manifestar tu antiinstitucionalidad es institucionaliz¨¢ndote, es decir, poner la zancadilla desde dentro. Tirar piedras desde fuera no tiene sentido, no te juegas nada. Yo no estoy en absoluto fuera de la instituci¨®n, pero hago lo que me da la gana. Eso s¨ª, lo hago con respeto.
D.?G. Y eso que hay gente que, con todo el respeto del mundo, se ofende.
I.?V.?M. Yo una vez me puse en un paso de peatones a saludar. Lo hac¨ªa efusivamente pero a nadie, mientras la gente miraba mis aspavientos. Yo saludaba porque quer¨ªa. Otra cosa es que la gente pensara que soy imb¨¦cil.
D.?G. Ah¨ª vamos a Duchamp, que dec¨ªa eso de ¡°no s¨¦ si todo el mundo es un artista, pero todo el mundo es un cr¨ªtico¡±. Siempre est¨¢ presente esa preocupaci¨®n por clasificar, por decir esto es arte y esto no. Si no entras en sus categor¨ªas, act¨²an como si les hubieses quitado la cartera.
I.?V.?M. No hay mejor desprecio que no hacer aprecio. Yo s¨®lo tuve un problema una vez, por la calle, con un militar que me dijo que me denunciar¨ªa. Pero, f¨ªjate, s¨®lo una vez en todos estos a?os. Creo que se puede escurrir mucho el bulto.
D.?G. Yo me he metido en l¨ªos incre¨ªbles, pero nunca he querido ofender a nadie. Uno de los dos casos m¨¢s peligrosos desde el punto de vista legal fue un trabajo sobre la polic¨ªa pol¨ªtica de la Alemania del Este. Yo mostraba fotograf¨ªas del archivo de la Stasi muy normales, por ejemplo de gente en una cafeter¨ªa que se expusieron sin m¨¢s. El problema lleg¨® cuando esas fotos se vieron en una feria de arte. Se unieron dos sistemas que no ten¨ªan nada que ver, el de las galer¨ªas y el de la historia. Y no supe ver ese choque de trenes. El segundo caso tiene que ver con una investigaci¨®n que hice sobre Cit¨¦ L¨¦nine en Par¨ªs. Para saber c¨®mo funcionaba, colabor¨¦ con un artista de origen senegal¨¦s, que se infiltr¨® en el edificio para contarme lo que all¨ª ocurr¨ªa. Y lo que me contaba yo lo ordenaba en una especie de libro. El caso es que hab¨ªa all¨ª traficantes y pensaron que era un chivato. Me enter¨¦ de que hubo tiros. A veces chocas con la instituci¨®n del arte y otras con la instituci¨®n del crimen.
Dora Garc¨ªa: ¡°No se trata de ir en contra, sino de mantener una din¨¢mica para evitar que se institucionalice tu trabajo¡±
I.?V.?M. Tambi¨¦n hay artistas con voluntad de provocar. Eso es lo f¨¢cil. Lo dif¨ªcil es provocar con ideas que, s¨ª, pueden sentar mal, pero que nunca llevan a alguien a una situaci¨®n iracunda. En el Teatro Pradillo, por ejemplo, me cabre¨¦. Durante las dos horas que estuve criticando la parafernalia del teatro no vi salir a nadie. Bueno, s¨ª. Me dijeron que sali¨® uno muy despacio, y eso me gust¨®.
D.?G. Hay muchos tipos de p¨²blico. Yo lo soy muchas veces tambi¨¦n, y veo cosas curiosas. Cosas que irritan a otros, a m¨ª no me irritan, por ejemplo. Y cosas que hacen gracia, a m¨ª no me la hacen. A m¨ª me gustan mucho los autores que no encuentran su p¨²blico inmediatamente, o cuyo p¨²blico es reducido. Autores de culto, las relecturas, los malditos¡
I.?V.?M. Si trabajamos en esto, aspiramos a tener un p¨²blico. Otra cosa es hasta qu¨¦ punto te condiciona. Mucha gente act¨²a en funci¨®n de que algo sea acogido o no. Eso es mucho m¨¢s corriente de lo que parece.
D.?G. A m¨ª, cuando me dicen que les gusta mi trabajo es porque me confunden con otros artistas, a menudo con Doris Salcedo. Aunque cuando no es un error, siempre es gratificante. Por otro lado, y ha dejado de importarme, s¨¦ que nunca habr¨¢ grandes masas queriendo ver lo que hago.
I.?V.?M. Pero t¨² no est¨¢s pensando en las grandes masas. Mira, es como si le echo una gota verde a este vaso de agua. Va a haber poca gente que lo pruebe aunque est¨¦ exquisito. Justo me viene a la mente Juan Hidalgo, que dec¨ªa: ¡°Yo hago las obras para m¨ª, para mis amigos y para los que pueda interesar¡±. Adem¨¢s, tiene gracia eso de contar el n¨²mero de los visitantes como si fuera algo. La inmensa mayor¨ªa no vive su visita, no es una masa comprometida. A m¨ª me tachan de irreverente y lo soy siempre que la doctrina es indigna. Ser radical es m¨¢s c¨®modo que ser seguidor.
D.?G. Yo me culpabilizo mucho porque creo que soy poco radical. Los artistas a los que admiro se han mantenido en un lugar de convencimiento mientras que yo hago concesiones. Digo s¨ª a esto, s¨ª a lo otro. Siempre me digo: ¡°Por esta vez pase, pero que no se vuelva a repetir¡±.
I.?V.?M. El no es una afirmaci¨®n definitiva. Es comprometido. Yo me niego a jugar con las reglas que no me dejan cambiar. Lo que me interesa es la negaci¨®n constructiva, negar la realidad con una evidencia incuestionable. Cada uno lleva en su c¨¢mara interna esa predeterminaci¨®n. Tambi¨¦n hay artistas del s¨ª, que seguro que les ir¨¢ mejor que a los artistas del no, sobre todo en repercusi¨®n medi¨¢tica y econ¨®mica.
D. G. Yo me he quedado en la mitad, entre s¨ª y no. Pero estoy en proceso. Soy una artista de a lo mejor. Aunque hay una trampa ah¨ª, porque los artistas del super tampoco pueden vivir de su trabajo. El porcentaje de artistas que no vive del arte es alt¨ªsimo. De hecho, no conozco pr¨¢cticamente a nadie que pueda vivir de la venta de su obra. Igual lo consigues durante un tiempo, pero eso no quiere decir que puedas vivir del arte.
I.?V.?M. Yo no he vivido nunca del arte.
D.?G. Yo tampoco. Nunca he podido vivir de la venta de mi obra, aunque los trabajos ligados a la ense?anza que tengo no est¨¢n lejos y a menudo se mezclan much¨ªsimo.
I.?V.?M. ?Te acuerdas de la mesa de debate que compartimos en Conde Duque, cuando nos conocimos? Habl¨¢bamos justo de esto. Recuerdo que cuando acabamos le dije al organizador: ¡°Creo que no tienes que pagarme porque lo que he dicho es destructivo!¡±.
Dora Garc¨ªa. Segunda vez. Museo Reina Sof¨ªa, Madrid. Del 18 de abril al 3 de septiembre.
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