Palomo Spain: ¡°Era interesante que en TVE entrase un chico con tacones vestido de leopardo¡±

El dise?ador Alejandro Palomo (Posadas, C¨®rdoba, 1992), conocido en el mundo de la moda como Palomo Spain, no esperaba terminar como jurado en un programa como Maestros de la costura, el concurso de talentos de La 1que termin¨® el pasado lunes con la victoria de Alicia Cao. ¡°Nunca quise ser un personaje, sino que se reconociesen mis creaciones y mi marca¡±. Entonces, ?por qu¨¦ dijo s¨ª a la propuesta? ¡°Al principio tuve un l¨ªo tremendo, me lo pens¨¦ much¨ªsimo y me di cuenta de que he llegado donde he llegado a base de aprovechar todas las oportunidades y subirme a todos los trenes¡±. Sin embargo, fue un arrebato reivindicativo, m¨¢s que profesional, lo que le empuj¨® al s¨ª definitivo: ¡°Era interesante que en la casa de todos los espa?oles entrase un chico con tacones vestido de leopardo de los pies a la cabeza¡±. Dicho y hecho.

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Cr¨ªtica: ¡®Maestros de la costura¡¯ no da puntada sin hilo

Alicia, ganadora de ¡®Maestros de la costura¡¯

Maestros de la costura ha seguido una estela en RTVE marcada por Operaci¨®n triunfo, el hito al que sucedi¨® en la noche de los lunes y que abri¨® una grieta en la cadena por la que entraron una serie de debates y causas sociales in¨¦ditos en la televisi¨®n p¨²blica de los ¨²ltimos a?os. Una cuerda que un¨ªa al espectador conservador con el joven contestario. Una figura como ¨¦l era imprescindible en este proceso y la evoluci¨®n l¨®gica del discurso aperturista sobre el g¨¦nero y la sexualidad que surgi¨® en el programa musical.

Palomo tampoco se hubiese visto como concursante. ¡°A m¨ª nunca me habr¨ªan seleccionado¡±, aclara. ¡°Adem¨¢s, nunca ha sido mi intenci¨®n ser un personaje televisivo¡±. ?Est¨¢ sugiriendo que los concursantes no solo ans¨ªan una carrera como creadores de moda sino cierta notoriedad? ¡°Cuando te presentas a un concurso de televisi¨®n sabes que vas a salir por televisi¨®n. Hay convocatorias para j¨®venes dise?adores, como el EGO de Cibeles, que no exigen estar en un plat¨®¡±. Alejandro alaba el formato y ensalza la organizaci¨®n (¡°me ha ense?ado a tener autoridad ante un equipo¡±) y volver¨ªa sin pensarlo en una segunda temporada, pero tambi¨¦n se?ala los cambios que desear¨ªa: m¨¢s libertad para el dise?o en las pruebas.

El dise?ador tambi¨¦n se deshace en elogios para algunas de las personalidades de la moda que han participado como asesores en el programa: Eugenia Silva, ¡°una conocedora tremenda de la industria de la moda¡±; Sonsoles D¨ªaz de Rivera, de la que consider¨® un privilegio ¡°o¨ªr de primera mano c¨®mo fue su experiencia con Balenciaga, que le hizo el traje de comuni¨®n¡±; y especialmente Dione Caus Pertegaz, la sobrina del hist¨®rico dise?ador, que le ¡°fascin¨® solo con su presencia¡±. ?Sus invitados so?ados para una segunda entrega? ¡°Por pedir, pido a Karl Lagerfeld, sin duda, y a John Galliano. De los pocos genios vivos que nos quedan¡±. De los concursantes resalta a dos entre los que no se encuentran la madrile?a Alicia Cao, ganadora. ¡°Amo a Luisa, pero Antonio siempre ha sido mi favorito. Me lo llevar¨ªa a mi taller a trabajar conmigo¡±.

La fama masiva ha llamado a su puerta, claro. De ser habitual de las publicaciones de moda ha pasado a verse reconocido por el p¨²blico que consume entretenimiento en horario de m¨¢xima audiencia. ¡°Lo he notado de manera dram¨¢tica. Cruzo al bar de enfrente y un repartidor fan del programa se quiere hacer la foto contigo. Y cuando ven que se la hace uno, se la quieren hacer todos¡±. Eso quiere decir, tal vez, que su mensaje ha calado. Que el p¨²blico masivo ha aceptado de buen grado a ese chico con tacones vestido de leopardo. ¡°Es curioso. En el primer programa la gente dijo de todo sobre m¨ª en las redes sociales: que era un hortera, que parec¨ªa Torrente¡­ pero al final es todo lo contrario. Creo que han visto mi parte humana, que lo han entendido. Las se?oras me dicen por la calle que les encantan mis zapatos y mis estampados. He normalizado algo que defiendo desde hace much¨ªsimo tiempo. Lo he conseguido¡±.