Lucha de clases en el Nobel
El poeta y ensayista sueco G?ran Greider analiza la grave crisis que vive la Academia Sueca, tras las acusaciones de filtraciones y abusos sexuales, y considera que deber¨ªa servir para cambiar a los acad¨¦micos y los estatutos
El oto?o pasado estuve en el S?dra Teatern cuando un gran n¨²mero de actrices le¨ªan testimonios de acosos sexuales de un manifiesto de #MeToo. Fue una especie de teatro social emocionante e indignante al mismo tiempo. Antes de la lectura, en el bar del teatro, la gente se dirig¨ªa las acostumbradas miradas ratificadoras del estatus que indicaban el valor de los presentes en la bolsa cultural. Se vislumbraban genios de diferentes sexos. La gente sin estatus permanec¨ªa en su rinc¨®n.
Llegaron por fin la mism¨ªsima Reina y la Princesa heredera y la sensaci¨®n era que toda la miseria jer¨¢rquica ¡ªla ra¨ªz de los abusos, origen de lo que pronto se iba a testificar desde el escenario¡ª se desarrollaba a pleno rendimiento.
Conclusi¨®n: el mundo de la cultura suele ser el peor indicado para comprender y analizar el estatus y las jerarqu¨ªas en nuestras sociedades ya que muchos de los que trabajan en ¨¦l parecen estar m¨¢s obsesionados y dominados por el prestigio que la mayor¨ªa de los grupos profesionales. Probablemente es, en gran parte, inevitable. Inseguros puestos de trabajo, nerviosas tendencias art¨ªsticas y la falta de instrumentos de medida objetivos de lo que es verdadero arte de calidad¡ todo refuerza todos esos c¨ªrculos viciosos. Reina en gran medida el capricho y sobre ello el comercio puro y duro. Por eso nunca habr¨¢ justicia en el mundo de la cultura.
Cuando la Academia Sueca se derrumba no tengo fuerzas para sentir alegr¨ªa por el hecho de que entre en crisis un promotor de estatus no transparente en la esfera de la cultura ¡ªsino solo tristeza por el aura que rodeaba lo que, al fin y al cabo, ha sido lo m¨¢s importante en mi vida, la literatura, los libros¡ª y que empiece a parecerse a un tubo fluorescente al final de su carrera vital: relampaguea, se enciende y se apaga, para finalmente rendirse y morir. Me consuelo pensando que es solo el aura lo que se aver¨ªa, no la literatura propiamente dicha.
Los acad¨¦micos que abandonaron la Academia dijeron que lo hac¨ªan porque no pod¨ªan tolerar que una votaci¨®n en esa corporaci¨®n cerrada tuviese como resultado que se le permitiese seguir en su sill¨®n a uno de sus miembros. Evidentemente se trataba de Katarina Frostenson. A trav¨¦s de ella y de su marido, Jean-Claude Arnault, han podido filtrarse, presuntamente, datos sobre qui¨¦n iba a recibir el premio Nobel. Pero lo que es m¨¢s grave es que ella ha asistido y participado, en una irregular posici¨®n de parcialidad, en las decisiones que sobre las aportaciones econ¨®micas a la peque?a instituci¨®n cultural Forum, que dirig¨ªa Arnault y de la que la propia Frostenson es propietaria al cincuenta por ciento. El informe que la propia Academia ha encargado a un bufete de abogados independiente lleg¨® a la conclusi¨®n de que la Academia deb¨ªa denunciar ante la polic¨ªa al Forum. Pero, claro, ello hubiera significado que las sospechas de irregularidades pod¨ªan dirigirse contra uno de los iconos m¨¢s importantes de la literatura sueca.
Deber¨ªa ser una evidencia que el culpable de parcialidad dejara voluntariamente una instituci¨®n o, directamente, fuese expulsado de ella. Entonces, ?por qu¨¦ no votaron todos los acad¨¦micos la expulsi¨®n? Bueno, la Academia tiene para muchos el mismo papel en el mundo de la cultura que la Casa Real tiene para los mon¨¢rquicos de la naci¨®n: Debe ser defendida, a cualquier precio. Est¨¢ por encima del tiempo. Otra explicaci¨®n que ofrecen los propios acad¨¦micos es que consideran que legalmente no es seguro expulsar a alguien sin que haya sentencia de un tribunal. Pero para los ajenos a la instituci¨®n parece mucho m¨¢s dr¨¢stico y aventurado permitir a Frostenson que siga en la instituci¨®n.
Una tercera explicaci¨®n puede tener m¨¢s que ver con este maldita idea del estatus. Durante decenios Frostenson ha sido la poeta m¨¢s elogiada del pa¨ªs. A trav¨¦s de los a?os me ha asombrado que no se haya expresado una sola palabra cr¨ªtica sobre su poes¨ªa. El coro de aclamaciones ha sido ensordecedor y caracterizado por un puro comportamiento de reba?o. Todo un sistema literario, con las grandes p¨¢ginas culturales a la cabeza, ha determinado que la poes¨ªa de Frostenson es la norma. Se convirti¨® en un icono para la visi¨®n de la literatura canonizada por la casta literaria m¨¢s distinguida ya a partir de los a?os ochenta. Adem¨¢s, varios de sus m¨¢s importantes valedores tienen asiento en la Academia.
Frostenson ha sido elevada a la categor¨ªa de genio femenino en un mundo cultural con fijaci¨®n por el estatus, definido por genios masculinos y un despolitizado clima cultural ha permitido que eso haya ocurrido. El votar la expulsi¨®n de la Academia de un escritor as¨ª ser¨ªa como guillotinar a una monarqu¨ªa y eso es obviamente dif¨ªcil. El que la Academia Sueca se encuentre hoy en crisis es excelente y, a la larga , bueno para la literatura sueca. El poder literario e incluso econ¨®mico (becas y premios) que administra una instituci¨®n antigua y cerrada con el Rey como m¨¢ximo valedor se tambalea. Lo m¨¢s sencillo ser¨ªa ahora renovar los estatutos, cambiar a todos los acad¨¦micos y no dejarlos permanecer en sus sillones m¨¢s tiempo que el que suelen estar los Gobiernos.
Traducci¨®n: Francisco J. Uriz.
G?ran Greider es poeta, ensayista, polemista , y redactor jefe del peri¨®dico socialista e independiente Dala-Demokraten.
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