Aquella alegre pandilla del PCE de prensa
Figura destacada del periodismo antifranquista, evolucion¨® a posiciones de derecha
Ni siquiera estoy seguro de que a C¨¦sar Alonso de los R¨ªos (Palencia, 1936) fallecido el ¨²ltimo d¨ªa del mes pasado en Madrid, le gustase este a modo de necrol¨®gica: se hab¨ªa vuelto bastante cascarrabias, que es la escapatoria de los inteligentes que no aceptan el reba?o. Fue uno de los nuestros, de los entonces m¨ªos, y luego cambi¨®. Ten¨ªa, faltar¨ªa m¨¢s, todo el derecho del mundo a hacerlo. Fue uno de los responsables te¨®ricos de aquella extra?a pandilla que compon¨ªan, compon¨ªamos, los del PCE de prensa, basculando entre Santiago Carrillo, Enrico Berlinguer y vaya usted a saber qu¨¦ derivas cubanas, guevaristas. Stalin nunca. Fui su subordinado en la La Calle, que no era una revista comunista, sino progresista: me llam¨¦ Serge D¡¯Alfand y fui corresponsal en Ginebra. Al final le confes¨¦ que no compart¨ªa su ¨²ltimo viraje ideol¨®gico y creo que no le gust¨® que se dijese de manera tan frontal: compartimos algunas tertulias radiof¨®nicas y creo que alguna vez hasta nos gritamos las diferencias. Jam¨¢s dej¨¦ de quererle, pese a su p¨¦simo humor postrero.
Le debemos a C¨¦sar dos cosas: haber tomado partido por, valga la redundancia, un partido a cuya pertenencia le podr¨ªa haber costado muy caro haber servido. Eran tiempos duros, pocas bromas. Escribir en Triunfo, y m¨¢s ser uno de sus responsables, era algo que pod¨ªa costarte, al menos, la carrera en unos momentos en los que hasta la menci¨®n de la libertad de expresi¨®n, cuyo d¨ªa internacional conmemoraremos ma?ana, estaba vetada. Lo segundo, haber tenido el valor c¨ªvico de mostrarnos desnudo al h¨¦roe que, no mucho antes, hab¨ªa sido despedido con l¨¢grimas multitudinarias por cientos de miles de madrile?os. Me refiero al fallecido alcalde Enrique Tierno Galv¨¢n. Tierno era, en efecto, un farsante, como pudimos comprobar hasta la saciedad mi colega Pedro Vega ¡ªhistoriador del PCE¡ª y yo mismo; nadie se atrevi¨® a decirlo as¨ª hasta que Alonso de los R¨ªos, en el que creo m¨¢s l¨²cido y valiente de sus vol¨²menes, lo puso de manifiesto.
Tengo algunos otros motivos personales de agradecimiento al que fue camarada antes de que todos dej¨¢semos de ser camaradas: un d¨ªa, en el que yo deb¨ªa viajar a Per¨², me oblig¨®, ¨¦l, que me sacaba veinte cent¨ªmetros de estatura, a llevarme su gabardina. ¡°En Lima llueve mucho¡±, me dijo, sin saber que los peruanos dif¨ªcilmente han visto una prenda as¨ª en su vida. Opin¨®, con risa en los ojos miopes, que la gabardina me sentaba muy bien, y nunca quiso que se la devolviese. Era generoso en el humor.
Form¨® parte destacada de cuanto de lucha antifranquista pudo existir en la peculiar rep¨²blica de los periodistas de los ¨²ltimos tiempos del r¨¦gimen: con ¨¦l estaban gloriosos desaparecidos, como Fernando Castell¨®, Javier Alfaya, Mar¨ªa Antonia Iglesias, Miguel Salabert¡ Otros afortunadamente viven, los m¨¢s en la di¨¢spora, como Gregorio Mor¨¢n, o Ra¨²l del Pozo ¡ªRa¨²l J¨²car en Mundo Obrero¡ª, o los hermanos Mullor o Andreu Claret o Rodrigo V¨¢zquez de Prada o¡ Qu¨¦ injusto olvidar algunos de los muchos nombres que pasaron por aquella alegre muchachada, tan ef¨ªmera, a veces tan gloriosa.
Luego vino el desenga?o, el paso al PSOE, la involuci¨®n creciente, la admiraci¨®n por Aznar. Muchos, que hab¨ªamos desertado del PCE porque no ¨¦ramos comunistas, sino simplemente antifranquistas, ya no le acompa?¨¢bamos desde hac¨ªa tiempo. El peligro de lo que ¨¦l pensaba que ser¨ªa la desintegraci¨®n territorial de Espa?a le amargaba la vida. Hac¨ªa tiempo que yo no hablaba con ¨¦l, pero me imagino lo que deber¨ªa estar pasando, ¨¦l, tan sangu¨ªneo, al ver lo que va ocurriendo en Catalu?a.
Pese a todo, estoy seguro, le segu¨ªamos queriendo: a ver qui¨¦n le arrebataba su derecho a evolucionar como le diese la gana. Estuvo con Delibes, con V¨¢zquez Montalb¨¢n, con Manu Leguineche. De ¨¦l, cuando comenz¨® a escribir en medios de la derecha, Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n dijo, con iron¨ªa pero con cari?o: ¡°Le est¨¢ saliendo el alumno del Ramiro que quiz¨¢ siempre llev¨® dentro¡±. Creo, me dicen, que muri¨® entristecido, pensando que se hab¨ªa quedado muy solo. Tuvo el coraje de asumirlo. Si sirviese de algo, que no, muchos le llevaremos siempre en el recuerdo.
Fernando J¨¢uregui es periodista.
Babelia
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