Los amantes del amor
El perseverante Philippe Garrel cierra su trilogía en torno a la infidelidad que completan 'La jalouise' (2013) y 'L’ombre des femmes' (2015)
AMANTE POR UN D?A
Dirección: Philippe Garrel.
Intérpretes: Esther Garrel, ?ric Caravaca, Louise Chevillotte, Paul Toucan.
Género: drama. Francia, 2017.
Duración: 76 minutos.
Una de las herencias más perdurables de la Nouvelle Vague es la de entender el cine como una prolongación natural de la vida. O asumir que cine y vida son, en el fondo, la misma cosa. Así parece sostenerlo el perseverante Philippe Garrel a lo largo de una carrera que, pese a la incuestionable coherencia de su discurso, ha atravesado etapas sumamente diferenciadas: poco tienen que ver, a simple vista, el simbolismo ritual de La cicatrice intérieure (1972) con la sintética transparencia de este Amante por un día que ahora se estrena. La evolución de su cine puede verse como un camino de progresiva depuración del lenguaje sobre un juego de variaciones en torno a las luces y las sombras de un ideal de amor romántico que tanto puede llevar a la autodestrucción como erigirse en una forma de resistencia: en su universo, la vida privada es política y, también, el territorio de cultivo de un humanismo afectivo al que los incontrolables movimientos del corazón ponen constantemente a prueba.
Con Amante por un día, Garrel cierra su trilogía en torno a la infidelidad que completan La jalouise (2013) y L’ombre des femmes (2015): una ruptura sentimental lleva a la joven Jeanne (Esther Garrel estrenándose en el doméstico star system de la filmografía paterna) a refugiarse en casa de su progenitor, donde descubrirá que este mantiene una relación con una alumna que tiene, exactamente, la misma edad que ella. Lo que podría ser funcional premisa para una comedia burguesa para la hora del cruasán de media tarde se convierte, por supuesto, en otra cosa: un estudio nada enfático, ni pretencioso sobre afectos paternofiliales e inesperadas complicidades femeninas, sobre las diferentes temperaturas del amor y la fidelidad en un grupo humano que parece vivir su sentimentalidad con la intensidad de los personajes de una novela epistolar del siglo XVIII.
Garrel propone una película que reprime gestos autorales para depositar toda su confianza en los personajes, sus gestos y sus palabras, entre el seísmo que provoca un beso de un padre a su hija y la potencialidad de la tragedia que enmarca una ventana.
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