Matar a Moby Dick a golpes
En 'La dulce ciencia', A. J. Liebling construye de manera formidable un relato sobre la ¨¦poca dorada del boxeo estadounidense
![Combate entre Archie Moore (izquierda) y Rocky Marciano en 1955.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/RKUIVX3VVKOKIF5NN33VGKAVVE.jpg?auth=44ad30aae4d51d88053715d2a78f505359d9550c37a49f39d1131ae02450f8a3&width=414)
¡°?Qu¨¦ ser¨ªa Moby Dick si Ahab hubiera tenido ¨¦xito? S¨®lo otra historia de pesca¡±. Hacia el final de La dulce ciencia (Capit¨¢n Swing, 2018), A. J. Liebling recuerda el combate entre Archie Moore y Rocky Marciano. Moore es un cl¨¢sico, un dechado de estilo, pero desde la violenta aparici¨®n de Marciano se siente ¡°un exponente del bel canto que se ve expulsado de la ¨®pera por un tipo que ¨²nicamente sabe gritar¡±. Marciano tiene un estilo prehist¨®rico y el trabajo de sus entrenadores es ocultarle las innovaciones del boxeo. Marciano recuerda a Bill Neat, el carnicero de Bristol, un boxeador de principios del XIX: m¨¢s all¨¢ del arte de la educaci¨®n que puede recibir un boxeador, sabe que un golpe de su mano derecha lanzado a la distancia adecuada puede acabar el combate; tres de ellos, derrumban a un gigante. Marciano ten¨ªa ese golpe con la derecha y con la izquierda. As¨ª que Archie Moore se preparaba para ese combate ¡±como un solitario capit¨¢n Ahab para derrotar a Herman Melville y las apuestas¡±.
Liebling no escribe exactamente de boxeo ni La dulce ciencia es, exactamente, un libro sobre boxeadores. Boxiana, la biblia de este deporte que escribi¨® Pierce Egan en 1824, da nombre al extra?o t¨ªtulo de manera a¨²n m¨¢s extra?a: ¡°?La dulce ciencia de los moratones!¡±. Y a trav¨¦s de esa ciencia Liebling construye de manera formidable un relato considerado por Sports Illustrated como el mejor libro de deportes de todos los tiempos.
Su cr¨®nica aborda minuciosamente todos los aspectos marginales de la pelea que se convierten, bajo su mirada, en las vigas maestras de la cr¨®nica; resulta imposible escapar al influjo de la atm¨®sfera camino al Madison Square Garden, a sus visitas a los boxeadores y sus conversaciones con los entrenadores (¡°le dijimos a Joe Luis que Carnera era un hombre de Mussolini y que Mussolini hab¨ªa empezado la guerra en Etiop¨ªa; Joe lo derrib¨® como si fuera un ¨¢rbol¡±), sus reflexiones -su odio- sobre el impacto de la radio y la televisi¨®n (¡°por un motivo: no les puedes decir a los boxeadores qu¨¦ tienen que hacer¡±), su vista atr¨¢s para recordar los viejos combates, aquellos en los que se peleaba a pu?o descubierto. Y, en fin, los momentos que cambiaron la historia del boxeo -un segundo, un golpe, una pelea- bajo el aplastante dominio de su pluma: ¡°Marciano lanz¨® uno de esos croch¨¦s e hizo blanco. Era el tipo de impacto que confunde el cerebro. Creo que ese golpe fue el que hizo a Joe Luis sentirse viejo¡±; o la derrota de Sugar Ray Robinson bajo un calor embrutecedor tras fallar un golpe en el que hab¨ªa depositado todas las fuerzas que le quedaban y fue tumbado acto seguido por Maxim sin misericordia; Robinson sali¨® del cuadril¨¢tero ech¨¢ndole la culpa de su derrota a Dios: entend¨ªa que nadie m¨¢s pod¨ªa ganarle.
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/SODG3RD2KL6JYOPUQZDSSRTB2Q.jpg?auth=73f31bd1bbe442e2c04c4b985f4b020b68de3878b3fc4b9d877f8fec0f97ffeb&width=414)
Liebling fue una leyenda del periodismo, uno de los pocos elegidos que pudieron firmar sus cr¨®nicas -¨¦l para The New Yorker- fechadas el 6 de junio de 1944, el D¨ªa D, desde la playa de Omaha. ?sa fue su estatura como periodista, su tour de force; la medida de todas las cosas que hizo antes y despu¨¦s. Quiz¨¢s pens¨®, al abordarlo, que La dulce ciencia supon¨ªa un entretenimiento, dar rienda suelta a una pasi¨®n suya. Pero en esas cr¨®nicas gotea todo lo recogido; el hombre que baj¨® de una lancha a la arena de Normand¨ªa entre balas y bombazos es el mismo periodista rechoncho y miope que se echa a la buena mesa antes y despu¨¦s de los combates de boxeo: el mismo rigor, la misma habilidad para sujetar los paisajes y sus personajes y exponerlos en las p¨¢ginas con una escandalosa veracidad. Y que hace ver en todos sus art¨ªculos que ¨¦l paga sus combates: que no es un gorr¨®n, ni un cronista profesional.
"Liebling", dice el periodista David Gistau, un apasionado del boxeo, "apenas tuvo tiempo de contemplar la aparici¨®n del primer Al¨ª (a¨²n Cassius Clay) e intuy¨® c¨®mo iba a ser en lo bueno y en lo malo. Muri¨® justo cuando empezaba la edad dorada de los pesos pesados, y por ello no pudo contarla, s¨®lo la percibi¨®". El capit¨¢n Ahab, por cierto, no derrot¨® a Moby Dick. El elegante Archie Moore se bati¨® con destreza. O esquivas, o piensas, y la brutalidad de Marciano obligaba a Moore a esquivar todo el rato. Rocky Marciano lo aplast¨® varias veces. Ni dulce, ni ciencia. Liebling record¨® durante ese combate una frase que Rocco Francis Marchegiano (hizo con su nombre lo mismo que con sus rivales: esculpirlo con un taladro) debi¨® recordar tambi¨¦n: ¡°Sea lo que sea lo que tu rival quiere hacer, no le dejes hacerlo¡±.
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Autor: A. J. Liebling.
Editorial: Capit¨¢n Swing(2018).
Formato: tapa blanda (366 p¨¢ginas)
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