?Madrid est¨¢ con ¨¦l!
Castella cort¨® una oreja tras provocar el delirio con un arrim¨®n ante un noble jandilla
?Qu¨¦ emoci¨®n! ?Qu¨¦ arrebato! ?Qu¨¦ efusividad! ?Qu¨¦ ovaci¨®n tan cerrada y un¨¢nime ¡ªtoda la plaza puesta en pie¡ª le dedicaron al romperse el pase¨ªllo¡!
Madrid est¨¢ con ¨¦l. No hay duda.
?l es Juan Jos¨¦ Padilla, el h¨¦roe del pueblo, el torero que ha conseguido hacer de su desgracia un triunfo admirable.
Acudi¨® a Las Ventas para despedirse, pero no pudo responder al enorme cari?o recibido. Lo da todo, pero no es un exquisito, y se anunci¨® con una corrida de figuras, que no es asunto nada fiable¡ La despedida comenz¨® con tambores y trompetas y acab¨® en silencio. Sea como fuere, guste m¨¢s o menos, es justo reconocer su gran val¨ªa como ser humano y su categor¨ªa extraordinaria como torero.
Jandilla / Padilla, Castella, Roca
Toros de Jandilla, correctos de presentaci¨®n, mansos, muy blandos y agotados.
Juan Jos¨¦ Padilla: metisaca, estocada ca¨ªda, un descabello y el toro se echa (silencio); pinchazo, casi entera y dos descabellos (silencio).
Sebasti¨¢n Castella: estocada muy baja (silencio); casi entera fulminante (oreja).
Roca Rey: gran estocada (palmas); estocada (gran ovaci¨®n).
Plaza de Las Ventas. Und¨¦cimo festejo de la Feria de San Isidro. 18 de mayo. Lleno de 'no hay billetes'.
Padilla lo intent¨® en todos los tercios, tore¨® a la ver¨®nica, coloc¨® banderillas a toro pasado, se luci¨® en dos pares al viol¨ªn, dio pases a derechas e izquierdas, mat¨® mal y nada sali¨® como ¨¦l habr¨ªa so?ado. Queden en el recuerdo ese recibimiento espectacular del p¨²blico, y los inicios de las dos faenas de muleta: de rodillas, junto a las tablas, en su primero, y por bajo, en el segundo. Ambos toros tuvieron una vida muy corta en el ruedo, y Padilla no pudo recetarles vitaminas. Menci¨®n especial merece su subalterno Daniel Duarte, eficac¨ªsimo en la lidia del cuarto.
La verdad es que la corrida de Jandilla fue una birria. Varios toros pasaron por el caballo para un an¨¢lisis cl¨ªnico; casi todos llegaron moribundos a la muleta y ninguno destac¨® m¨¢s que por una noble falta de casta y excesiva soser¨ªa.
A pesar de ello, Castella cort¨® una oreja al quinto ¡ªagotado se mostr¨® el segundo y anodino el torero¡ª, que cumpli¨® en varas y mostr¨® buen son en los primeros compases del tercio final.
Por en¨¦sima vez, comenz¨® la faena con un pase cambiado por la espalda en el centro del anillo, lo que elev¨® los entristecidos ¨¢nimos del respetable; y aprovech¨® el buen son del toro en las dos primeras tandas con la mano derecha, embebido el animal en la muleta.
Despu¨¦s, con la pa?osa en la zurda, sufri¨® un desarme y ah¨ª acab¨® todo. Mejor dicho, comenz¨® otra fase, basada en el toreo despegado, en los circulares que enardecen ¡ªno se sabe muy bien por qu¨¦¡ª a los tendidos y en un arrim¨®n que acab¨® con el cuadro. Y todo ello, en el centro del ruedo.
Cuando mat¨® de una casi entera se masticaba la posibilidad de que le concediera las dos orejas, pero, felizmente, no fue as¨ª. Pero que la pase¨®, merecida, sin duda alguna.
Y Roca lo intent¨® con todas sus fuerzas, pero se fue de vac¨ªo; tampoco tuvo oponentes serios. Capote¨® a la ver¨®nica, por chicuelinas y gaoneras. Aguant¨® como un poste ce?idos pases cambiados por la espalda en su primero, y estatuarios espectaculares en el sexto. Luch¨® contra la mortecina vida del tercero y persigui¨® al muy manso ¨²ltimo. Ya sabe: debe cambiar de hierro ganadero.
Babelia
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