Philip Roth, Bruce Springsteen y el reloj roto de Nueva Jersey
El escritor, bajo su pertenencia emocional a su estado de nacimiento, diseccion¨® el enloquecido carrusel de pasiones y conflictos de la clase media de Estados Unidos
Dicen en Nueva Jersey con algo de sorna que Nueva York no ser¨ªa lo que es si no fuera por ellos. Los oriundos de all¨ª sueltan r¨¢pidamente una pregunta: ¡°?Cu¨¢l ser¨ªa el skyline de Nueva York sin Nueva Jersey?¡±. Bien sea desde Hoboken, bien desde Jersey City o cualquier otro punto al otro lado del r¨ªo Hudson, ¡°esa esponja gris¡± como lo llam¨® Federico Garc¨ªa Lorca en Poeta en Nueva York, el mejor horizonte de la incandescente Manhattan se ve con los pies en Nueva Jersey. De alguna manera, todo yang necesita un yin. Toda luz necesita una oscuridad. Como en una tragedia griega, Nueva Jersey complementa a Nueva York, como dos fuerzas opuestas y fundamentales pero que se dan significado irremediablemente el uno al otro.
Nueva Jersey es una filosof¨ªa vital en s¨ª misma. M¨¢s all¨¢ de ser conocido como el Garden State (el estado jard¨ªn, debido a sus numerosos jardines y zonas verdes), ser de Nueva Jersey es vivir a la sombra de Nueva York, la ciudad de los rascacielos, rep¨²blica independiente de Estados Unidos, promesa siempre eterna de oportunidades. El paisaje de Nueva Jersey es bien distinto. Siempre es otro. Pude comprobarlo en primera persona durante el periodo que viv¨ª en Jersey City, en dos ocasiones, en a?os distintos. Ser de Nueva Jersey, con su peculiar fealdad y su rom¨¢ntica decadencia, es vivir con la sensaci¨®n impregnada a los huesos de una preocupaci¨®n fatalista. Como el hombre del martillo que espera detr¨¢s de la puerta del hombre rico para darle en la cabeza y recordarle que la gente tambi¨¦n sufre. Ese hombre del martillo que pertenece a uno de los cuentos de Ch¨¦jov y que sol¨ªa citar Philip Roth como una met¨¢fora de uno de los grandes motores de su monumental literatura. El cataclismo existencial acechando en cualquier momento, ilustrado por personajes que lo representan, aunque solo sea por los miedos y las frustraciones con las que viven como simples ciudadanos de clase media en una sociedad voraz como la estadounidense.
Ser de Nueva Jersey es ya no solo creer en ese hombre del martillo, es sentirse ese hombre del martillo teniendo de vecino al hombre rico. Al otro lado de la puerta. Con su prosa precisa, Roth, nacido en Newark, retrat¨® de forma imponente al hombre de Nueva Jersey. Su literatura nada condesciende es cr¨®nica de la clase media americana, ejemplificada perfectamente en Jersey, sin m¨¢s aspiraci¨®n que la simple supervivencia, cuando se acab¨® el dep¨®sito para hacer de tu vida otra cosa, permiti¨¦ndote observar Nueva York desde el otro lado del r¨ªo. Y no siempre, por no ser masoca, o por haber perdido hasta la capacidad de asombrarte con las luces y los rascacielos.
No es casualidad que Bruce Springsteen, el mejor cronista musical de esa Nueva Jersey industrial y proletaria, haya citado a Philip Roth como un referente literario. El m¨²sico, nacido en el pueblo de Freehold (Nueva Jersey), reconoci¨® que qued¨® impactado al leer su trilog¨ªa americana, formada por Pastoral americana, Me cas¨¦ con un comunista y La mancha humana. ¡°Te dejaban como si te hubiesen pateado el culo¡±, dijo. Cierto que a Springsteen no le influy¨® directamente Roth para componer esas canciones que tambi¨¦n dibujaban ese mismo paisaje humano, pero ambos observan la realidad con ojos parecidos y rastrean en la trastienda que es Jersey. Darkness the Edge of Town, The River y Nebraska no estuvieron bajo su influjo, pero pertenecen al mismo territorio en el que se adentra con descaro y ojo cl¨ªnico Roth en su trilog¨ªa americana, que lleg¨® despu¨¦s que esos ¨¢lbumes. Ambos creadores diseccionan el enloquecido carrusel de las pasiones y los conflictos de la clase media, verdadero esqueleto de Nueva Jersey y de ese frustrado sue?o americano, convertido ya en la segunda mitad del siglo XX en un arma de doble filo.
Como con Richard Ford, otro gran referente de Springsteen y otro eterno candidato al Nobel como Roth, al ser otro incontestable talento literario y voz emocional de Norteam¨¦rica, la grandeza que guardan las mejores obras de Roth y Springsteen reside en mostrar una normalidad tremenda, donde la vida sucede como en un documental. La vida que desprenden esas canciones o esas p¨¢ginas termina por ser un retrato del norteamericano corriente, con ese cataclismo sentimental clavado en el pecho. Una radiograf¨ªa del hombre del martillo de Nueva Jersey, recordando que la gente tambi¨¦n sufre, que tambi¨¦n se desorienta, que simplemente sobrevive c¨®mo puede, con lo que tiene, sin haber cumplido las expectativas, refugiado una noche cualquiera en uno de sus Diner, tan caracter¨ªstico de la postal de Nueva Jersey ¡ªel estado que tiene, por cierto, los mejores Diners del pa¨ªs¡ª. Refugiado, en definitiva, como un poliz¨®n del ¡°fugitivo sue?o americano¡±, que cantaba Springsteen.
Como escribe Roth en Pastoral Americana: ¡°Hombres limitados con una energ¨ªa ilimitada, hombres que en seguida se muestran amistosos y con la misma rapidez evidencian que est¨¢n hartos, hombres para quienes lo m¨¢s importante en la vida es seguir adelante a pesar de todo. Y nosotros ¨¦ramos sus hijos¡±. Hijos con el temor a convertirse en sus padres. Y, en la mayor¨ªa de los casos, finalmente resignados a serlo cuando s¨®lo queda observar Nueva York desde el otro lado del r¨ªo. Padres e hijos que viven dando sentido a otra frase que se recoge en esa magn¨ªfica novela: ¡°La ilusi¨®n de que alg¨²n d¨ªa puedes acertar es la perversidad que te hace seguir adelante¡±.
Una perversidad como un motor gripado, como un truco sin magia. Como aquello que dec¨ªa Tony Soprano, el mejor retrato jam¨¢s hecho del hombre de Nueva Jersey, capo de la familia mafiosa m¨¢s famosa del estado a la sombra de ese gigante de hormig¨®n y luces que es Nueva York: ¡°Hasta un reloj roto da bien la hora dos veces al d¨ªa¡±. Nueva Jersey, esa tierra de Tony Soprano, Philip Roth y Bruce Springsteen, siempre ha sido ese reloj roto.
Babelia
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