El debate sobre la abuela espa?ola de Beethoven
El libro ¡®Espa?a en los grandes m¨²sicos¡¯ explica la influencia de Mar¨ªa Josefa Poll en el inter¨¦s del compositor por la Pen¨ªnsula
No resultaba casual que entre el vecindario vien¨¦s lo conocieran como El Espa?ol. Su tez morena, una estatura escasa para el promedio teut¨®n, cierto cuello de toro bravo y esa constante actitud de rebufo, contribu¨ªan a perseverar en el mote para Ludwig van Beethoven. Pero la raz¨®n principal estaba en los genes. Su abuela materna, Mar¨ªa Josefa Poll, bien naci¨® al sur de los Pirineos o descend¨ªa de una familia que tom¨® el camino del exilio hacia el norte en plena guerra de Sucesi¨®n al trono espa?ola.
El debate sigue abierto. Los bi¨®grafos alemanes se resisten a darle importancia. Jan Swafford, autor de la ¨²ltima obra de referencia sobre la vida del m¨²sico, la nombra pero no especifica su procedencia. Otros dos estadounidenses, el historiador David Jacobs y el profesor de Harvard Elliot Forbes, s¨ª apuntan a sus or¨ªgenes hispanos. Concretamente, levantinos. Y ahora, el music¨®logo espa?ol Andr¨¦s Ruiz Tarazona lo da por hecho. "Los alemanes no han querido cruzar a su genio con ascendentes espa?oles; los americanos, s¨ª, y a nosotros nos ha dado siempre un poco igual. Pero es importante y quiero reivindicarlo", comenta.
As¨ª lo escribe en su libro Espa?a en los grandes m¨²sicos (Siruela). El cap¨ªtulo sobre Beethoven rastrea su vinculaci¨®n con Espa?a en varios aspectos. "Personales y musicales", apunta Tarazona. Entre los primeros est¨¢ no solo su linaje familiar. "Tambi¨¦n el constante inter¨¦s que mostr¨® por las noticias que llegaban del sur".
Se alegr¨® mucho de la derrota napole¨®nica en Espa?a. Ya hab¨ªa despose¨ªdo al franc¨¦s del homenaje que le dedic¨® en su Sinfon¨ªa n¨²mero 3, Heroica, defraudado por haber sido testigo de c¨®mo olvidaba los principios de la Revoluci¨®n, seg¨²n Beethoven, para colmar sus ansias imperiales.
De su abuela apenas existen datos. En 1733 se cas¨® en Bonn con Ludwig van Beethoven I, mismo nombre que su nieto y tambi¨¦n m¨²sico. Fue un bajo m¨¢s que aceptable dentro del coro de la ciudad, donde lleg¨® a detentar el cargo de maestro de capilla. Como la m¨²sica no daba para tanto, reg¨ªa un almac¨¦n de vinos. La proximidad al producto, el trago de la desesperaci¨®n y quiz¨¢s cierto fr¨ªo de desarraigo, aficionaron a Mar¨ªa Josefa a las catas. Acab¨® en una cl¨ªnica, completamente alcoholizada. Antes hab¨ªa dado vida a Johann, padre del genio, cantante tambi¨¦n, aunque tenor.
Todo explica un poco mejor esa querencia de Beethoven por Espa?a. Que se fijara en Egmont, h¨¦roe de la resistencia flamenca para dedicarle una obra. Que Fidelio, su ¨²nica ¨®pera, transcurriera en Sevilla. Y que cuando se hizo cargo de la custodia de su sobrino Karl decidiera integrarle en el colegio espa?ol que hab¨ªa fundado en Viena Cayetano Anastasio del R¨ªo, preceptor de varias familias aristocr¨¢ticas de la Corte.
El maestro trab¨® una fuerte amistad con el m¨²sico. Igual que sus hijas, Fanny y Nanni. Gracias al diario de la primera conocemos aspectos cruciales de su vida y los tormentos por los que fue pasando relacionados con su sobrino, sus estrecheces econ¨®micas y su salud. No ten¨ªa descendencia y se volc¨® apasionadamente en la protecci¨®n de Karl. De forma invasiva y agobiante. Fanny estaba locamente ¨Caunque de manera discreta¨C enamorada del m¨²sico. Llevaron a trabar una relaci¨®n pr¨®xima, cercana, c¨®mplice pero no correspondida en los afectos. Beethoven mostraba m¨¢s inter¨¦s por su hermana que por ella.
A cambio recib¨ªa amables desplantes por parte de la bella pero inalcanzable Nanni. Aunque lo cierto es que la familia Del R¨ªo le ayud¨® a sobrepasar con compa?¨ªa su angustia, sus malos humos y esa guisa de enfermo cr¨®nico agravada entonces por gripes, dolencias estomacales, jaquecas continuas y melancol¨ªa. L¨¢stima que no cerrara el c¨ªrculo correspondiendo a Fanny, que lo ador¨® como muy pocas personas lo hicieron en vida.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.