No perder la opci¨®n de decir algo est¨²pido
La idea del dad¨¢ era eclipsar el arte cl¨¢sico y poetizarlo desde la antiacademia. El Museo Reina Sof¨ªa analiza este revulsivo de la vanguardia rusa
Hugo Ball (1886-1927), traductor de Bakunin, escapado de Alemania durante la Primera Guerra Mundial, cre¨® en Z¨²rich el Cabaret Voltaire, que al principio ten¨ªa las relativamente modestas intenciones de animar la vida art¨ªstica de la noche urbana y de reunir a artistas de todos los ¨¢mbitos que tuvieran algo que aportar en aquel momento de crisis de la civilizaci¨®n. En ese contexto se entiende la excentricidad de ¡°inolvidables veladas¡± como la del 2 de abril de 1916: ¡°Tarde, sobre las doce de la noche, llega todo un grupo de j¨®venes holandeses. Han tra¨ªdo consigo banjos y mandolinas y se comportan como locos absolutos. A uno de su pandilla lo llaman Aceite en la Rodilla. Este se?or Aceiteenlarodilla es el actor principal, ya que sube a la tarima y ejecuta exc¨¦ntricos pasos de baile con toda clase de contorsiones, flexiones y bamboleos de rodilla. Otro, largirucho, rubio, me llama ¡®se?or director¡¯ de una manera forzada, una e infinitas veces, sin parar, y pide permiso para poder bailar un poco. De modo que se ponen a bailar y acaban poniendo todo el local patas arriba¡ La sonada fiesta se extiende hasta la calle¡¡±.
Aceite en la Rodilla. Se?or director, repetido con retint¨ªn una y mil veces¡ Muy pronto gracias a la afluencia de talentos iconoclastas al cabaret se apoder¨® de Ball y sus amigos ¡°un frenes¨ª indefinible¡±, el local amenazaba con salirse de quicio, se hab¨ªa convertido en ¡°un hervidero de emociones locas¡±. De aquella reuni¨®n de artistas exasperados por el fin del mundo en los campos de batalla que envejec¨ªa hasta la putrefacci¨®n todo lo que hasta entonces hab¨ªa regido en arte y en lenguaje, irradiaron las ideas m¨¢s destructivas y renovadoras del arte del siglo XX. Ball compuso el manifiesto inaugural de la primera velada dad¨¢ (dad¨¢, palabra que ?Ball encontr¨® al azar en el diccionario y que ¡°en franc¨¦s significa ¡®caballito de madera¡¯, en alem¨¢n ¡®?Adi¨®s, fin de trayecto, hasta que nos volvamos a ver!¡¯. En rumano, ¡®s¨ª, efectivamente, tiene raz¨®n, as¨ª es, claro que s¨ª, de verdad, de acuerdo¡±), donde ya reprochaba a ¡°los muy respetados poetas¡± que siempre hubieran hecho poes¨ªa con palabras, pero nunca hubieran poetizado la palabra misma. En este reproche y en el recitado, desde la tarima del Cabaret Voltaire, de poemas fon¨¦ticos que Ball declam¨® vestido con un asombroso disfraz cubista y sombrero de cham¨¢n, ¡°como un obispo m¨¢gico¡±, se ve que dad¨¢ no aspiraba s¨®lo a fundar una corriente est¨¦tica nihilista, a burlarse de la solemnidad y las convenciones del arte tradicional, a denostar una ¨¦poca degradante que ni por la fuerza de los ca?ones lograba imponer respeto a Ball, Tzara y sus amigos, sino tambi¨¦n ¡°un juego de locos a partir de la nada en el que se enredan todas las cuestiones elevadas¡±. Ball era un hombre espiritual. El ¨¦xito del Cabaret los llev¨® a crear una editorial, una revista, una galer¨ªa, a difundir por Berl¨ªn, Francia y el mundo la buena nueva de su palabra.
Con su exposici¨®n Dad¨¢ ruso, t¨ªtulo ciertamente llamativo y hasta provocador, los comisarios Margarita y Victor Tupitsyn vuelven a pensar la aventura de las vanguardias rusas de principios del siglo XX, y exactamente la d¨¦cada prodigiosa de 1914 hasta 1924 -a?o de la muerte de Lenin y la proclamaci¨®n de Stalin-, desde el punto de vista de la influencia y continuidad de dad¨¢, o incluso de la existencia de un dad¨¢ ruso previo, un ¡°protodad¨¢¡± que se manifest¨® en obras fundamentales como la ¨®pera futurista Victoria sobre el sol (1913), que pr¨®ximamente se representar¨¢ en el Museo Ruso de M¨¢laga: una ¨®pera en realidad m¨¢s dad¨¢ que futurista, un experimento radical con m¨²sica llena de continuas disonancias de Mija¨ªl Matiushin, escenograf¨ªa y vestuario de Mal¨¦vich (su hoy c¨¦lebre Cuadrado negro presid¨ªa el tel¨®n), libreto de Kruch¨®nij -con canciones hechas s¨®lo con vocales o s¨®lo con consonantes- y pr¨®logo de Jl¨¦bnikov. Un a?o antes, estos dos ¨²ltimos, creadores del zaum o lenguaje fon¨¦tico transracional, un lenguaje art¨ªstico donde las palabras no tienen que tener un sentido inequ¨ªvoco, hab¨ªan firmado el famoso manifiesto futurista Una bofetada en la cara del gusto del p¨²blico, junto con Maia?kovski. Jlebnikov y los artistas de vanguardia rusos estaban perfectamente al corriente de la evoluci¨®n de las ideas sobre el arte en Par¨ªs y en Occidente en general. Conoc¨ªan la obra de Picasso, el cubismo, y tambi¨¦n el futurismo de Marinetti (¡°cretino fosforescente¡± lo defini¨® Borges), que en sus viajes de conquista futurista universal visit¨® Rusia en 1914. Pero los ¡°hombres del futuro¡± rusos prefer¨ªan definirse como ¡°cubofuturistas¡± como rechazo al car¨¢cter belicista del futurismo italiano, su celebraci¨®n ext¨¢tica de la m¨¢quina y de la vida en la ciudad moderna, el desprecio de lo r¨²stico, cuando para los rusos el campo y el campesinado eran elementos decisivos, el alma del pa¨ªs.
Llegan al Reina Sof¨ªa no s¨®lo los artistas consagrados de las vanguardias, tambi¨¦n la obra art¨ªstica y po¨¦tica de grupos como el Dad¨¢ de Tiflis reunido en torno al Fantastic Club, equivalente al Cabaret Voltaire en la capital georgiana, que en su manifiesto defend¨ªa la transgresi¨®n como ¡°forma obligatoria para la materializaci¨®n del arte¡±. Una feliz formulaci¨®n de ?gor Ter¨¦ntiev, que sosten¨ªa que ¡°el arte no tiene sentido bajo el mando del sentido com¨²n¡± y cuyo lema era ¡°Nunca pierdas la oportunidad de decir algo est¨²pido¡±. Y al grupo de los nadistas, cuyos lemas sosten¨ªan que ¡°todo tiene su inicio en la nada¡±, y ¡°nada¡± era la respuesta a todas las preguntas. Entre otros muchos creadores o destructores interesantes.
La exposici¨®n reconstruye las relaciones entre los dada¨ªstas y los artistas rusos que visitaron Par¨ªs, Berl¨ªn y Nueva York a principios de los a?os veinte o vivieron en esas ciudades. Natalia Goncharova, El Lisitski, Lari¨®nov, Puni, Sergu¨¦i Sharshun y Zdan¨¦vich se alistaron en distintas facciones dada¨ªstas, expusieron en la galer¨ªa berlinesa Der Sturm (firme promotora del dad¨¢) y organizaron actos fundamentales del dada¨ªsmo como la Velada del coraz¨®n barbudo (1923), en los que tambi¨¦n participaron. El dada¨ªsmo occidental se extingui¨® asimilado por la secta surrealista, y en los calculados silencios de Duchamp, ¡°autor¡± del inici¨¢tico urinario rebautizado como Fontaine . Mientras que el dad¨¢ ruso se extingui¨® en las purgas estalinistas, pero resucita ahora como historia, en el Reina Sof¨ªa, desde donde vuelve a formular el consejo del t¨ªtulo, Nunca pierdas la oportunidad¡
¡®Dad¨¢ ruso 1914-1924¡¯. Museo Reina Sof¨ªa. Madrid. Hasta el 22 de octubre.
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