Un festival del desastre
A¨²n puede haber algo peor que una comedia sin gracia: una pel¨ªcula que aspire a retratar una situaci¨®n social, pero que en realidad sea m¨¢s antigua que la tos
LOS 50 SON LOS NUEVOS 30
Direcci¨®n: Val¨¦rie Lemercier.
Int¨¦rpretes: Val¨¦rie Lemercier, Denys Podalyd¨¨s, Patrick Timsit, H¨¦l¨¨ne Vincent.
G¨¦nero: comedia. Francia, 2017.
Duraci¨®n: 95 minutos.
Por extra?o que parezca, a¨²n puede haber algo peor que una comedia sin gracia: una pel¨ªcula que, en el tiempo y el lugar en que fue escrita, conformada y ambientada, aspire a retratar una situaci¨®n social, unos valores y unas particularidades alrededor de su contemporaneidad, pero que en realidad sea m¨¢s antigua que la tos. Justo lo que le ocurre, incluida la ausencia de talento para provocar la risa, a la pel¨ªcula francesa Marie-Francine ¡ªen su t¨ªtulo original galo¡ª, escrita, dirigida y protagonizada por Val¨¦rie Lemercier. Una obra que, con buen criterio, la distribuidora espa?ola ha decidido rebautizar como Los 50 son los nuevos 30, una de esas frases sello de la tonter¨ªa actual de cierto periodismo de llamada al clic f¨¢cil y ocurrente, pero que al menos puede tener efecto comercial entre un arco de p¨²blico casi masivo en los cines de versi¨®n original.
Eso s¨ª, vista la pel¨ªcula, ni siquiera va de eso. Porque no parece que en ese lema, en esa nueva oportunidad de efervescencia vital para la persona en una edad adulta, encaje la historia de una mujer de 50 a?os de alta formaci¨®n profesional que pierde su trabajo y ve c¨®mo su marido la abandona por una chica mucho m¨¢s joven, y decide, sin una m¨ªnima discusi¨®n de qui¨¦n se queda con la casa y tras una pat¨¦tica excusa para el despido laboral, irse a vivir de nuevo con sus septuagenarios padres, y hacer lo que ¨¦stos le aconsejan como si fuera una quincea?era, a pesar de lo risible de sus sugerencias. Una pel¨ªcula inmisericorde con la indolencia y la falta de personalidad de su protagonista, que pondr¨¢ de los nervios a cualquiera con m¨ªnimas expectativas de modernidad social, y en la que tambi¨¦n reluce una pedestre concepci¨®n de la puesta en escena.
Sin recursos c¨®micos en las r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas, Lemercier solo se salva en su doble interpretaci¨®n de dos hermanas gemelas. Apenas una nimiedad si se tiene en cuenta que, como remate, los gags visuales son dif¨ªcilmente comprensibles en su concepci¨®n del encuadre y del montaje, toscos como los de un director aficionado que, en determinados enredos, apenas puede pegar un plano con el otro sin que la continuidad y la utilizaci¨®n del espacio se desvanezcan en un sin sentido.
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