La mentira de la placidez
M¨¢s interesante en lo social que en lo cinematogr¨¢fico, donde en nada destaca a pesar de su pulcritud
EL ORDEN DIVINO
Direcci¨®n: Petra Biondina Volpe.
Int¨¦rpretes: Marie Leuenberger, Rachel Braunschweig, Maximilian Simonischek.
G¨¦nero: drama. Suiza, 2017.
Duraci¨®n: 96 minutos.
Hay datos que simplemente trascienden el debate sobre el feminismo para hacernos recapacitar como seres humanos: en Suiza las mujeres no pudieron votar en las elecciones hasta el a?o 1971. Ser¨¢ mejor repetir: en Suiza, pa¨ªs del (supuesto) primer mundo, territorio de amplio desarrollo econ¨®mico en el que, seg¨²n rezaba textualmente un discurso de la ¨¦poca, ¡°la participaci¨®n de las mujeres en la pol¨ªtica¡± era contraria ¡°al orden divino¡±. Y hasta all¨ª, es decir, hasta anteayer mismo, se ha retrotra¨ªdo la directora y guionista Petra Biondina Volpe, nacida un a?o antes de que su madre pudiera empezar a votar. Una pel¨ªcula que, casi como no pod¨ªa ser de otro modo, se adentra en el drama de la situaci¨®n con el tono de la comedia con apuntes amargos. M¨¢s vale re¨ªrse.
Volpe se acerca al hecho a trav¨¦s del retrato coral de una serie de mujeres sencillas de un peque?o pueblo, que aprenden a liberarse en la cuadriculada Suiza, acogotadas por unas leyes que a¨²n no les permit¨ªan, entre otras cosas, trabajar fuera de casa sin el permiso del marido. La toma de conciencia de unas pioneras de todas las edades, en la l¨ªnea de la a¨²n reciente Sufragistas (Sarah Gavron, 2015) ¡ªaunque esta, en Reino Unido, en v¨ªsperas de la I Guerra Mundial¡ª, que pasan de la rebeld¨ªa callada a la rebeld¨ªa gritada, encajonadas en el centro de un mundo que, adem¨¢s, viv¨ªa tiempos de revoluci¨®n y contracultura. Era la mentira de la dulce placidez suiza, impuesta por una sociedad patriarcal, que la directora relata con amplio didactismo, pero con narrativa cerca de lo convencional.
M¨¢s interesante en lo social que en lo cinematogr¨¢fico, donde en nada destaca a pesar de su pulcritud, El orden divino aplica estereotipos formales, como la fotograf¨ªa de tonos y textura a?ejos, como un Cu¨¦ntame suizo, y clich¨¦s en demasiadas conversaciones, como la del descubrimiento del cuerpo, mientras pocas veces sabe buscar la complejidad en una historia que, eso s¨ª, en lo real, est¨¢ tan claramente inclinada hacia un lado que resulta dif¨ªcil encontrar defensas en el extremo masculino.
Quiz¨¢ por ello prefiere ese tono costumbrista, casi dulce, donde las situaciones, por pat¨¦ticas, responden a singularidades c¨®micas. ?O no es c¨®mico de por s¨ª que, debido a la democracia directa suiza, ¨²nicamente los hombres de un pa¨ªs decidan en refer¨¦ndum si dejan votar a las mujeres?
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