Roca Rey, ¨ªdolo de masas, arrebata al p¨²blico alicantino y sale a hombros
Alejandro Talavante corta una oreja tras una excelente faena al quinto de la tarde
Roca Rey, Andr¨¦s de nombre de pila, es el nuevo ¨ªdolo de masas. La masa de p¨²blico est¨¢ con el torero pase lo que pase. De forma incondicional. Para lo bueno, para lo regular y para lo menos bueno. En Roca Rey -Andr¨¦s- todo vale, que vale todo. En esta tercera de abono, el p¨²blico alicantino enloqueci¨® primero con el torero y cogi¨® un monumental cabreo con el presidente, despu¨¦s, al negarle la segunda oreja del tercero de la tarde, pedida con clamor en el tendido.
Ese tercero, colorado ojo de perdiz, un dibujo de toro, tuvo salida fulgurante y respuesta de espect¨¢culo por parte de Roca: una larga de rodillas y un racimo de lances, no todos limpios ni quietos, pero que ya pusieron la plaza al rojo m¨¢s vivo. Apenas picado, solo un picotazo se?alado con mucho cuidado, el toro desarroll¨® bondad en combinaci¨®n con sus justas fuerzas. Antes de banderillas, el quite de Roca: chicuelinas, tafalleras, farol invertido y revolera. La plaza no era una plaza; era un manicomio. Aunque al toro le cost¨® un pelo tomar la muleta, la faena no tuvo desperdicio para el gran p¨²blico. De toreo fundamental, pases sueltos, de buen concepto, pero de uno en uno porque el toro no ten¨ªa fuelle para aguantar las series encadenadas. Con todos los poderes en sus manos, Roca puso la faena en el escaparate final con circulares en todos los sentidos y direcciones, parones cerca de los pitones y dem¨¢s envoltorio. La plaza en pie. Y m¨¢s a¨²n cuando dej¨® una excelente estocada, que result¨® fulminante. Tantas orejas de regalo que se dan, result¨® extra?o que solo le premiaran con una.
Al sexto titular, inv¨¢lido y devuelto, le supli¨® otro del mismo hierro. Menos toro, muy estrecho de sienes, y manejable sin m¨¢s. M¨¢s asentado Roca, con menos arrebato, la faena fue de versos sueltos. Poca ligaz¨®n, pero salteada de muletazos de m¨¦rito. M¨¢s de toreo hacia adentro que hacia afuera. Con el toro a menos, Roca se ech¨® encima de ¨¦l y vino la galer¨ªa de marras. Cercan¨ªas, derroche de aguante ilimitado con el toro rendido a sus pies. Hubo pinchazo antes de otra buena estocada, y la oreja reclamada le sirvi¨® para abrir la puerta grande.
Al salpicado toro que abri¨® la corrida, un cromo de astado, le hizo Sebasti¨¢n Castella una faena de esas que se venden al por mayor. Muchos pases. Mec¨¢nico siempre, al aire del toro y con la muleta a media altura, sobre todo cuando lo pas¨® de izquierdas. El de Cuvillo, sin rechistar, segu¨ªa la muleta con obediencia franciscana y con una clara virtud: movilidad. Un dulce, vamos, que dej¨® a Castella campar a sus anchas, aunque con poca alma en todo. Le cost¨® cuadrar y la cosa se enfri¨® tanto, que la gente no reaccion¨® cuando entreg¨® toro tan bomb¨®n a las mulillas.
CUVILLO / CASTELLA, TALAVANTE, ROCA REY
Toros de N¨²?ez del Cuvillo, el sexto lidiado como sobrero en sustituci¨®n del titular, de muy correcta presentaci¨®n, nobles con las fuerzas justas, no plantearon problemas. Discretos en varas.
Sebasti¨¢n Castella: pinchazo, estocada trasera _aviso_ y descabello (silencio); estocada pasada echando la muleta _aviso_ y tres descabellos (silencio).
Alejandro Talavante: estocada pasada y echando la muleta, y descabello (saludos); pinchazo y estocada (oreja).
Roca Rey: estocada sin puntilla (oreja, gran petici¨®n de la segunda y dos vueltas); pinchazo y estocada (oreja)
Plaza de Alicante. Tercera corrida de Hogueras. 22 de junio. Tres cuartos de entrada.
El cuarto tuvo las fuerzas muy ajustadas y, cansado de ir de aqu¨ª para all¨¢, sali¨® del armario de la mansedumbre y acab¨® por buscar las tablas. Castella pareci¨® centrarse m¨¢s en principio, pero luego todo desemboc¨® en otra faena de pases acumulados y de escaso lucimiento. Se le espesaron otra vez las ideas a la hora de cuadrar y la cosa acab¨® en ni fu ni fa.
Con tanta viveza salt¨® el segundo de la tarde, que enseguida le bajaron los humos. Fue el picador que hac¨ªa puerta -el de tanda ni lo oli¨®-, quien tras un derribo meritorio del toro veng¨® trance tan apurado con un segundo puyazo sin misericordia. Para los restos acus¨® el ¡°cuvillo¡± tan tremendo castigo. El toro, bajo, largo, de preciosa armon¨ªa f¨ªsica por los cuatro puntos cardinales, claudic¨® m¨¢s veces de las deseadas en la muleta a pesar de su incondicional vocaci¨®n por embestir. Talavante le anduvo c¨®modo, sobrado, sin gran compromiso porque no hab¨ªa lugar ni ocasi¨®n, sin que la faena cogiera vuelo de verdad. Al final, labor de casi un sinsentido ante enemigo tan amigo.
Otra cosa fue el quinto. Toro largo, de buena presencia, de gran movilidad en todos los tercios, incansable en la muleta y de son excelente. Tambi¨¦n con las fuerzas justas, pero, en este caso, mal menor. Con ¨¦l, un Talavante plet¨®rico y comprometido con la causa. Centrado desde los primeros muletazos, en redondo y sin preparaci¨®n alguna. La personalidad por bandera, junto con el temple. De toda una labor sin fisuras, lo de vuelo m¨¢s alto fueron dos series con la mano izquierda: monumentales. Vers¨¢til labor, a la que no faltaron los fuegos de artificio finales: arrucina, manoletinas, afarolados y circulares.
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