Locura en el Teatro Real
La "Lucia" de Lisette Oropesa precipita una noche de delirio en la que hubo hasta un bis
Sobrevino anoche en el Teatro Real una de las grandes funciones de delirio en su historia contempor¨¢nea. M¨¦rito de Lisette Oropesa en el desgarro de Lucia di Lammermoor, pero tambi¨¦n de la ¡°conspiraci¨®n¡± de otros argumentos? extraordinarios que llevaron la ¨®pera del triunfo hacia el triunfalismo, engendr¨¢ndose no ya la locura can¨®nica del aria del tercer acto, sino la locura colectiva en una inercia desenfrenada de pasi¨®n y desquiciamiento.
Ven¨ªan los espectadores prevenidos del boca a boca y de las cr¨ªticas entusiastas. Y se percib¨ªa en el patio de butacas una atm¨®sfera de sugesti¨®n y de predisposici¨®n, m¨¢s todav¨ªa cuando un abnegado voluntario repart¨ªa a la entrada una octavilla que solicitaba a los espectadores la iniciativa de reclamar el ¡°bis¡± en el sexteto del segundo acto.
Se indujo la histeria, quiere decirse. Y se le sustrajo al "bis" su naturaleza espont¨¢nea y genuina, pero la implicaci¨®n del maestro Oren en la repetici¨®n de la escena -aplaudiendo ¨¦l mismo, dirigi¨¦ndola despu¨¦s- precipit¨® una reacci¨®n entusiasta, euf¨®rica y hasta memorable, pues han sido poqu¨ªsimas las ocasiones en que se ha producido una "moviola" en la historia reciente del Teatro Real. Javier Camarena, partner de Oropesa en el deilrium tremens de anoche, fue precisamente el protagonista de una de ellas, como art¨ªfice del aria trapecista de La fille du r¨¦giment.
Encaja mejor en su color e idiosincrasia el papel ligero de Tonio que el oscuro de Edgardo, pero la relaci¨®n especial del Real a Camarena predispone una devoci¨®n incondicional que el tenor mexicano reclam¨® como salvoconducto para sobrevivir a la personalidad y protagonismo de Oropesa. Suya, de la soprano, es la gran responsabilidad dramat¨²rgica de la ¨®pera. Suyo es el punto de referencia en el recitativo, pasaje declamatorio y aria de la locura.
?La muerte de Lucia crea una sima en la ¨®pera. La convierte en hu¨¦rfana. Por eso el tenor tiene que hacer un esfuerzo extraordinario para levantarla y rescatarla del baj¨®n del cl¨ªmax. Camarena lo consigui¨® alentado desde el foso con la gestualidad histri¨®nica de Daniel Oren, un maestro de instinto oper¨ªstico y de poco refinamiento al que se le puede reprochar la opulencia sonora y al que se le debe reconocer el m¨¦rito de haber ¡°comprendido¡± la naturaleza de la velada.
La condujo desde un cierto populismo. Y supo al mismo tiempo respetar el trance de la agon¨ªa y muerte de Lucia. Tan veros¨ªmil y tan sobrecogedora que daban ganas de llamar a una ambulancia. Hac¨ªa casi lo mismo George Bernard Shaw cuando Adelina Patti cantaba la ¨®pera. Le lanzaba un bast¨®n desde su asiento para que se pudiera sostener.
El escr¨²pulo canoro de Oropesa y su afinidad belcantista se entienden no tanto en la exhibici¨®n vocal como en el camino de introspecci¨®n y de dolor. El papel est¨¢ escrito para lucirse, recrearse en el virtuosismo, pero la soprano de Nueva Orleans subordina el lucimiento al compromiso del ¡°pathos¡±. Su Lucia es pat¨¦tica en la acepci¨®n m¨¢s noble y expansiva del t¨¦rmino. Un estado de trance que explora todos los l¨ªmites de la tristeza y de la pasi¨®n.
Contribuye al ¡°patetismo¡± la t¨¦trica y neog¨®tica dramaturgia de David Alden. Un espacio siniestro en el que acechan el puritanismo, la hipocres¨ªa y los susurros en la evocaci¨®n de un cuento oscuro y funerario de Henry James. Toda la ¨®pera la tiraniza la pulsi¨®n mortal, hasta el extremo de que se confunde la tarima el teatro con el cadalso de un pat¨ªbulo. Y se mixtifican la sociedad y los espectadores como c¨®mplices de un asesinato colectivo.
Impresionante dramaturgia en su poder conceptual. Y delirante velada de bravos, bises y exacerbaciones. Fue tan extrema y triunfalista la noche que la ¨®pera todav¨ªa segu¨ªa cuando los espectadores abandon¨¢bamos el Teatro Real. Y no era un sue?o. La obra de Donizetti se estaba divulgando por pantalla gigante en la plaza de Oriente con 90 minutos de diferido. Y lo estaba haciendo en otras ciudades y pueblos de Espa?a, convirtiendo a Lisette Oropesa en el espectro inmortal de Lucia.
Babelia
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