Del toro al borrego

La llamada Feria del Toro queda en entredicho cuando aparecen las figuras. El mundo se transforma y el toro se torna en borrego; y no es que ayer las reses no tuvieran estampa bovina, que s¨ª, pero su alma y su comportamiento correspond¨ªan m¨¢s bien a la raza ovina.

Los toros de N¨²?ez del Cuvillo est¨¢n criados con mimo para que los toreros disfruten, est¨¦n a gusto y se ejerciten de sal¨®n; est¨¢n infiltrados de bondad y no son aptos para la lidia sino para el cuidado. Toros colaboradores que no presentan dificultades. Ocurre, sin embrago, que como ese dise?o de toro contradice abiertamente la condici¨®n de bravo y fiero de este animal, lo que suele surgir es una caricatura.

Toros los de Cuvillo que vienen picados de f¨¢brica -los tres matadores ahorrarse pudieron el sueldo de los del castore?o-, con las fuerzas justas, descastados, con abundante soser¨ªa y un esport¨®n de nobleza. Toros, en fin, para que se les den muchos pases, pero todos faltos de vida, rebosantes de frialdad y rutina. Toros para que los toreros se sientan c¨®modos y aburridos los aficionados. Toros para la desnaturalizaci¨®n de la fiesta.

No se entiende, por ejemplo, c¨®mo Ferrera se presenta en Pamplona con semejantes oponentes. Estuvo bien, s¨ª, porque le sobra oficio y t¨¦cnica, pero si sud¨® fue por el calentamiento global, que no por la entrega exigente de los toros. Dio muchos lances, pases mil, y tuvo momentos de torer¨ªa, pero todo en un escenario de aburrimiento impropio de su categor¨ªa.

Sin embargo, con estos toros sali¨® a hombros Roca Rey. Claro, este torero tiene valor para estos toros y los de d¨ªas anteriores, pero prefiere pasar menos fatigas y animar a la solanera con oponentes m¨¢s artistas que fieros. Sobresali¨® su entrega, se luci¨® con el capote por chicuelinas, saltilleras en un quite con Mar¨ªn, ver¨®nicas, gaoneras y rogerinas; se arrodill¨®, como mandan los c¨¢nones, en el inicio de faena al segundo y le cantaron dos pases cambiados por la espalda en esa posici¨®n, sin apenas espacio, y tambi¨¦n dobl¨® las piernas al final del ¨²ltimo tercio del quinto para dar molinetes y redondos. Entre ambas secuencias, muchos pases de calidad intermitente y casi nula emoci¨®n. Mat¨® muy bien a sus dos toros, de dos grandes estocadas, e inexplicable resulta que no le concedieran m¨¢s que una oreja en su primero con lo que se premia aqu¨ª una muerte r¨¢pida.

Y Gin¨¦s Mar¨ªn, enrolado tambi¨¦n en la lista de toreros comodones por su aspirante condici¨®n de figura, quiso y no pudo ser. Algunos detalles sueltos con el capote y poco m¨¢s. Pero que nadie crea que rectificar¨¢ tras la desalentadora experiencia; simplemente, esperar¨¢ que embista el siguiente cuvillo y aqu¨ª se acab¨® la presente historia.