Me quiere, no me quiere
Con un espect¨¢culo monumental, Beyonc¨¦ y Jay-Z mostraron en Barcelona que la margarita les ha dicho s¨ª
De la manita, como camino del altar, aunque quien iba de blanco era ¨¦l. As¨ª aparecieron en el escenario Beyonc¨¦ y Jay-Z en el inicio de su ¨²nico concierto en Espa?a, ante 47.000 espectadores que casi llenaron el Estadi Ol¨ªmpic. Antes, bajo la voz de Nina Simone cantando Black Is The Color Of My True Love's Hair, en las pantallas tama?o U2, unas im¨¢genes de la parejita mostrando felicidad y lemas relativos a lo inalterable del amor sugirieron lo que ser¨ªan dos horas de p¨²blica reconciliaci¨®n, motivo central de la gira?On The Run II, a la que con buen criterio no denominaron Tortolitos. Ese fue el sustrato de la noche, una pareja escenificando complicidad despu¨¦s de haberse tirado los trastos a la cabeza. S¨ª, mucho tipo duro, pero al final, mensaje casi cursi de amor triunfante.
La pauta del espect¨¢culo se explicit¨® rapidito. El protagonismo quedaba reducido a los dos artistas, cuyas im¨¢genes ocupaban monogr¨¢ficamente las pantallas para acercar sus gestos al individuo. Siguiendo el guion de conciertos previos, la pareja abri¨® con Holy Grail, para rematar el primer tramo de actuaci¨®n con?Part II (On The Run), y Bonnie And Clyde. Jay-Z recitaba feroz tras las demostraciones de voz y tron¨ªo de su mujer, m¨¢s mel¨®dica, sutil y flexible en el uso de la voz. El p¨²blico, mayoritariamente de Beyonc¨¦, enloquec¨ªa con la diva, mientras Jay-Z, que actuaba en Espa?a por vez primera, era aplaudido como estallan los explosivos, por simpat¨ªa. En el segundo tramo del show fue muy perceptible este extremo, ya que cuando son¨®?Drunk In Love, Beyonc¨¦ pudo sentirse diosa. M¨¢s a¨²n. Los primeros cambios de vestuario ya se hab¨ªan verificado, con Jay-Z vestido tal que un chaval de barrio forrado hasta los capilares.
Y de nuevo le lleg¨® el turno a ¨¦l, que pese a su dicci¨®n y energ¨ªa, lo acertado del repertorio y sus ganas de gustar, no dejaba de parecer un fascinado consorte. Un poco, aunque menos, que hace a?os cuando Lou Reed acept¨® actuar junto a Laurie Anderson y hasta parec¨ªa apocado ante su mujer. Pero todo sea por salvar un matrimonio, aunque para ello se haya de reinventar Pimpinela acerc¨¢ndolos a la cultura del nuevo poder afroamericano. Por salvar la pareja y por continuar vendiendo la vida privada como elemento central del discurso art¨ªstico, algo que se ha convertido en norma hoy que los artistas del nivel de Beyonc¨¦ y Jay-Z son celebridades que convierten vida privada en espect¨¢culo. Que adem¨¢s publicitan ellos mismos, un poco como Piqu¨¦ quiere que hagan los futbolistas en sus propias redes.
A todo esto, la pareja ya desfilaba por las dos pasarelas paralelas que se adentraban en los territorios de las zonas VIP, otro peaje de los nuevos tiempos. Hasta seis tipos de VIP¡¯s hab¨ªa. En breve no faltar¨¢ un mindundi VIP para que nadie se sienta un desharrapado. Fuegos artificiales, luces, un cuerpo de 16 bailarines y una nutrida banda que se iba mostrando poco a poco en segundo plano, en el andamiaje que dejaban ver las dos descomunales pantallas que se iban abriendo y cerrando en el escenario. Un montaje de campanillas, espectacular, que no atolondrado o solo basado en el tama?o, aunque menos sutil que el que ofreci¨® Beyonc¨¦ en solitario hace dos a?os, donde solo ella pasm¨® con un carisma oce¨¢nico y una muestra de poder¨ªo apabullante. Este montaje tambi¨¦n descansaba en la figura humana, centro de las im¨¢genes, pero Jay-Z no tiene ese hieratismo que congela la sangre de quien mira a la diva sola, plantada en el escenario, retadora y desafiante. Jay-Z era potencia aunque, a riesgo de ofender a los dioses del hip-hop, su salida a escena ni rozaba el ¨¦xtasis que por ejemplo logr¨® Beyonc¨¦ con el sandunguero?Mi gente de las Destiny¡¯s Child, todo y que en el tramo final, con temas como?Niggas In Paris pusiera el estadio a hervir.
Porque a la postre el espect¨¢culo funcion¨® milimetrado y convincente: los cambios de vestuario, el reparto de protagonismo, la alternancia entre rhythm and blues y hip-hop, la potencia del sonido¡ Incluso una c¨¢mara en tirolina segu¨ªa a las estrellas permitiendo al realizador ofrecer m¨²ltiples planos que adem¨¢s pinchaba ocasionalmente con efectos. Al final de la noche acabaron sonando cerca de 40 canciones que repasaron las gemas de ambos artistas sin que dejase de sobrevolar por el Estadi la frase de Eddy Cantor: ¡°El matrimonio es tratar de solucionar entre los dos problemas que nunca hubieran surgido en solitario¡±. Esto es hoy un show.
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