Solo existe un Dios y se llama muerte
Los ap¨®stoles del rock solo temen al mal sonido y las colas interminables en las barras, caracter¨ªsticas ajenas al Resurrection Fest desde sus ediciones m¨¢s tempranas
Han pasado doce a?os desde que un grupo de j¨®venes decidiera que la Orquesta Panorama o el Combo Dominicano no eran atracciones suficientes para las fiestas de su pueblo, Viveiro. Se trata de una peque?a villa con cierto abolengo, situada en la Mari?a lucense, lo que suele traducirse en turismo de velero, relojes caros y otros accesorios grandilocuentes. Su intenci¨®n de sustituir los ¨¦xitos del verano por himnos del punk y del hardcore fue acogida con cierta desconfianza en sus primeros compases pero, a d¨ªa de hoy, apenas unos cuantos nost¨¢lgicos del polo Lacoste y del humo de habano siguen mirando de reojo a la marea de camisetas negras que se funden entre la poblaci¨®n local durante la celebraci¨®n del Resurrection Fest.
La alameda de Covas es uno de los puntos neur¨¢lgicos del festival m¨¢s all¨¢ del recinto destinado a los conciertos. Las parcelas m¨¢s golosas, aquellas que incluyen hierba fresca y tupida, sombra natural y vistas a la playa o al estanque de los patos, han sido tomadas con absoluta armon¨ªa por los campistas m¨¢s madrugadores. El lugar presenta el aspecto de las grandes batallas, con los soldados haciendo acopio de hidratos de carbono, prote¨ªnas y cervezas antes de iniciar el asalto a los principales escenarios de la contienda. Un servicio de autobuses ayuda a recorrer los poco m¨¢s de tres kil¨®metros que separan Covas de Celeiro, el aut¨¦ntico nido de serpientes. Pese a ello, son muchos los que optan por el cl¨¢sico pase¨ªllo a pie atravesando puentes y calles que ya estaban ah¨ª mucho antes de que alguien, no se sabe qui¨¦n, tuviese la brillante idea de combinar la guitarra con un tendido el¨¦ctrico.
El cielo trata de intimidar a los presentes, pero no parece muy consciente de a qui¨¦nes dirige sus amenazas. Los ap¨®stoles del rock, en todas sus variantes, solo temen al mal sonido y las colas interminables en las barras, caracter¨ªsticas ajenas al Resurrection desde sus ediciones m¨¢s tempranas. Todo est¨¢ pensado y dispuesto para que el visitante no se sienta un simple n¨²mero en medio de un gran ejercicio de contabilidad y eso se refleja en la fidelidad de los asistentes: ¡°Hay carteles mejores pero ning¨²n ¡®festi¡¯ que se le parezca¡±, dice Julio. Lleva seis a?os consecutivos adecuando las vacaciones a la celebraci¨®n del festival, pidiendo prestado el coche a su padre y recorriendo los mil kil¨®metros que separan su Huelva natal de Viveiro. ¡°Esto es devoci¨®n, ni?o; como la que siente mi madre por la Virgen del Roc¨ªo¡±, apunta otro onubense que levanta su vaso al cielo de Galicia para redondear con cierto misticismo su gesto. Dice que se llama Satanasio pero las risas de los presentes no secundan la mentira.
En el recinto me parece ver a Syrio Forel, el maestro espadach¨ªn de Arya Stark en Juego de Tronos, pero resulta ser un fan asturiano de Megadeth que se le parece. No importa, su presencia me ayuda a improvisar un final para esta primera cr¨®nica desde el coraz¨®n del averno: ¡°Solo existe un Dios y se llama muerte. Y solo hay una cosa que decirle a la muerte: hoy no¡±.
Babelia
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