As¨ª montaron cinco vecinos del fin del mundo la romer¨ªa m¨¢s universal
El Festival Celta de Ortigueira naci¨® como parte de las actividades de una escuela de gaitas y hoy re¨²ne a 100.000 enamorados del folk
¡°Yo te apoyo pero no lo vas a conseguir, hasta aqu¨ª no va a venir nadie¡±. Eso fue lo que contest¨® en 1978 el m¨ªtico gaiteiro del grupo Milladoiro, Xos¨¦ V. Ferreir¨®s, cuando el maestro de escuela Xabier Garrote le anunci¨® que quer¨ªa montar en Ortigueira, en la esquina norte de A Coru?a, un festival de m¨²sica celta con grupos de toda Europa. ¡°Esto era el culo del mundo¡±, recuerda ahora Garrote, eslab¨®n de una larga estirpe de m¨²sicos anterior al nacimiento de Beethoven. ¡°Llegar era complicado, s¨ª, pero ten¨ªamos un factor a nuestro favor: la colaboraci¨®n de los vecinos al cien por cien¡±. ?l y cuatro compa?eros de la escuela local de gaitas se lanzaron a empapelar Galicia de carteles y repartieron 15.000 pegatinas por las playas, ¡°una a una¡±. Fue hace justo 40 a?os y 10.000 personas desbordaron aquella primera gran romer¨ªa en el fin del mundo, bautizada como Festival do Mundo Celta.
Garrote y sus cuatro camaradas -Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez Mar¨ªas, ?lvaro Fern¨¢ndez Polo, Jes¨²s Losada Otero y Francisco Berm¨²dez Garrote- organizaron durante sus primeros seis a?os un festival que estos d¨ªas celebra una nueva edici¨®n con 100.000 asistentes. Contactaban por carta con grupos de Alemania, Escocia, Gales o la Breta?a francesa y lograron lo imposible: atraer hasta este pueblo remoto una peculiar muchedumbre de amantes del folk y nuevos hippies. Las cocineras del colegio, vac¨ªo de ni?os por ser verano, preparaban y serv¨ªan las comidas y cenas de los m¨²sicos en el comedor escolar, improvisado escenario nocturno de inolvidables jam sessions de gaita entre int¨¦rpretes de todo el mundo. Fuera, en las calles, los vecinos de esta comarca del norte de A Coru?a descubr¨ªan, primero con esc¨¢ndalo y luego con indiferencia, hasta donde puede alguien estirar el placer de la libertad despu¨¦s de cuatro d¨¦cadas de dictadura.
Para reunir el mill¨®n de pesetas (6.000 euros) que cost¨® la primera edici¨®n, los cinco art¨ªfices del festival tuvieron que recurrir a un pr¨¦stamo y avalarlo con una finca de la abuela de uno de los organizadores, que nunca se enter¨® de que hab¨ªa ayudado a tal hist¨®rica proeza. Comerciantes de la comarca hac¨ªan de proveedores incluso de forma gratuita y de ¡°manera elegante¡±. Daban una vuelta por el recinto, ve¨ªan qu¨¦ era lo que faltaba y, al poco, lo tra¨ªan, sin abrir la boca ni poner la mano. En una ocasi¨®n, un problema con los aviones atrap¨® a un grupo escoc¨¦s en Ortigueira durante una semana. Recuerdan los promotores que cuando fueron al hotel a pagar, los due?os no les quisieron cobrar pese a la abultada factura, que inclu¨ªa la ingesta de todas las reservas de whisky.
En los conciertos se cobraba entrada, no hab¨ªa otra forma financiar el festival, y se reclutaba un ¡°servicio de orden¡± compuesto por vecinos fornidos y voluntarios que se ocupaban de vigilar los accesos y evitar altercados. El precio era siempre el de un pase para ver una pel¨ªcula en el cine, pero no suscit¨® la aprobaci¨®n de todo el mundo. Hab¨ªa quienes se lanzaban al mar para acceder nadando al recinto sin pasar por caja. Otros saltaban las vallas. Un d¨ªa lleg¨® a intervenir la Guardia Civil con gases lacrim¨®genos.
Con un pie en la dictadura y otro en la democracia, las autoridades de la ¨¦poca no sab¨ªan muy bien qu¨¦ hacer con lo que estaba ocurriendo en Ortigueira. ¡°Ped¨ªamos cada a?o permiso gubernativo pero no nos lo daban hasta que acababa el festival. Se curaban en salud por si pasaba algo¡±, cuenta Garrote. Ortigueira agriet¨® la monol¨ªtica Espa?a del franquismo. Sus fundadores ven en el ¨¦xito del festival una explicaci¨®n "ideol¨®gica¡± despu¨¦s de 40 a?os de represi¨®n. ¡°El festival fue una llamada a la reivindicaci¨®n de la cultura y del nacionalismo gallego. Est¨¢bamos asfixiados y se abri¨® una ventana para respirar. Hab¨ªa ganas¡±.
En el vientre de aquel festival que semajaba imposible se gest¨® Milladoiro, el venerado emblema de la m¨²sica folk y cuyos miembros, incluido el gaiteiro Ferreir¨®s, fueron claves para su desarrollo. Despu¨¦s de seis ediciones, Garrote y sus cuatro compa?eros cedieron la organizaci¨®n al Ayuntamiento porque su crecimiento se hab¨ªa vuelto inmanejable econ¨®micamente. Traer a los grupos era cada vez m¨¢s caro y llegaron a tener que fletar un avi¨®n para trasladar a una banda militar procedente de Irlanda. Hoy la romer¨ªa del fin del mundo deja en la comarca de Ortegal m¨¢s de cinco millones de euros.
Un pueblo sin gaitas
Aquella romer¨ªa internacional que hoy se llama Festival Internacional do Mundo Celta formaba parte del plan de formaci¨®n de la escuela de gaitas que Garrote y sus compa?eros regentaban en Ortigueira desde 1975 y con la que se propon¨ªan acercar otras culturas a sus alumnos. ¡°Era un objetivo culturizador, quer¨ªamos ampliar su perspectiva cultural, que no se quedaran solo en aprender a tocar la gaita y en conocer lo nuestro¡±, explica Xabier Garrote sobre un instrumento que no sonaba en Ortigueira antes de que ellos fundaran el centro y que ¨¦l aprendi¨® a tocar en Lugo. El pueblo donde ¨¦l naci¨® ten¨ªa una tradici¨®n musical muy rica, pero alimentada solo por los bandas populares. Los ¨²nicos gaiteiros que se ve¨ªan por Ortigueira hasta mediados de los setenta? llegaban de fuera durante las fiestas patronales.
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