A la caza del doctor muerte
'La desaparici¨®n de Josef Mengele' es un extraordinario reportaje de investigaci¨®n de Olivier Guez que mereci¨® en Francia el premio Renaudot
Cada vez que una tregua, una amnist¨ªa, un acuerdo o una victoria ponen fin a un conflicto armado o a una oleada terrorista, suele ocurrir que la administraci¨®n de la paz se convierte en m¨¢s compleja y dif¨ªcil que la gesti¨®n de la guerra. La memoria hist¨®rica es un material sensible, altamente inflamable si quienes la administran no son consecuentes con los principios que la inspiran. Exige reparaci¨®n a las v¨ªctimas y justicia para los delincuentes, especialmente si se trata de culpables de delitos de lesa humanidad, aunque tambi¨¦n capacidad de mirar hacia el futuro sin anclarse en los delirios y sufrimientos del ayer. El ejemplo a¨²n paradigm¨¢tico de estos procesos es el juicio de N¨²remberg, que conden¨® a muerte o a severas penas de prisi¨®n a algo m¨¢s de una veintena de los responsables principales del Holocausto perpetrado por la Alemania nazi contra los jud¨ªos. No obstante, muchos otros lograron escapar y esconderse entre las sombras de la renacida Alemania federal, o en las playas gaditanas de Zahara de los Atunes, el Buenos Aires de Per¨®n y el Paraguay de Stroessner. Incluso fueron cooptados por los servicios secretos del nuevo Estado o de las naciones aliadas. El comienzo de la Guerra Fr¨ªa concit¨® las preocupaciones de Occidente en defenderse del comunismo como enemigo global antes que en castigar la barbarie nazi; y el reci¨¦n estrenado Estado de Israel estaba preocupado sobre todo por la confrontaci¨®n con los pa¨ªses ¨¢rabes. En este entorno, durante los a?os cincuenta decenas, quiz¨¢ centenares, de asesinos, torturadores y confidentes de las SS instalaron su residencia en diversos pa¨ªses sudamericanos y construyeron una red de acogida y apoyo para los fugitivos de lo que debiera haber sido la primera experiencia hist¨®rica de una justicia universal. Beneficiario de esa red fue Adolf Eichmann, capturado posteriormente por el Mosad, enviado a Israel y juzgado y condenado a muerte; tambi¨¦n el doctor Josef Mengele, el ?ngel de la Muerte, como le apodaron sus v¨ªctimas y sus colaboradores en el campo de exterminio de Auschwitz. Tras m¨¢s de treinta a?os de exilio clandestino, muri¨® en Brasil sin haber pagado nunca por sus cr¨ªmenes.
El libro combina el rigor en la descripci¨®n de los hechos con una estructura de ficci¨®n cercana al suspense
El siniestro historial y la fuga de este m¨¦dico, especializado en experimentar con personas y en eliminar epidemias a base de asesinar en masa a los enfermos, ha dado origen a una nutrida bibliograf¨ªa a la que ahora se suma la publicaci¨®n en Espa?a de la obra de Olivier Guez La desaparici¨®n de Josef Mengele, galardonada el pasado a?o con el Premio Renaudot. Aunque el autor y la propia editorial se han esforzado en presentar el libro como una novela, es en realidad un extraordinario reportaje de investigaci¨®n. Para quienes pensamos que el periodismo constituye en cualquier caso un g¨¦nero de la literatura, esta observaci¨®n, lejos de ser un reparo, supone un elogio a?adido a las calidades del libro, que combina el rigor en la descripci¨®n de los hechos con un estilo vibrante y una estructura de ficci¨®n cercana al suspense. Gran parte de lo narrado era ya conocido, pero hasta ahora nadie hab¨ªa intentado escudri?ar en la despreciable personalidad de este cient¨ªfico que convirti¨® su profesi¨®n en una escuela de terror abracadabrante. ¡°Solo la forma novelesca me permit¨ªa acercarme en la medida de lo posible a la macabra trayectoria del m¨¦dico nazi¡±, explica el autor.
La obra da pie a una reflexi¨®n sobre la inmoralidad por la que pueden despe?arse personajes aparentemente educados y cultos
En los a?os sesenta y setenta, peri¨®dicos de todo el mundo dedicaron gran cantidad de espacio a la leyenda de este traidor al juramento hipocr¨¢tico, dispensador de muerte en vez de sanador de cuerpos, al que muchos cre¨ªan haber visto en diversos puntos de Am¨¦rica Latina. Un a?o antes de que el monstruo desapareciera ahogado en una playa brasile?a, Gregory Peck, Laurence Olivier y James Mason protagonizaron una pel¨ªcula en la que el primero interpretaba a un Mengele imaginario, dedicado a clonar 94 peque?os Hitler que habr¨ªan de poner en marcha el Cuarto Reich. Frente a excesos como este en el tratamiento de la ciencia-ficci¨®n, la obra de Olivier Guez es una contribuci¨®n inestimable a la memoria hist¨®rica del Holocausto. Y da pie a una reflexi¨®n inquietante sobre el infierno de inmoralidad por el que pueden despe?arse personajes aparentemente educados y cultos, en nombre de la selecci¨®n de la excelencia gen¨¦tica. Los obsesionados por la identidad en este mundo nuestro que amenaza con traicionar a la raz¨®n deben saber que la senda del horror naci¨® entre melod¨ªas wagnerianas y un impostado inter¨¦s por el progreso cient¨ªfico a costa del desprecio a la vida y la dignidad humana. Mengele pas¨® serias tribulaciones en su interminable fuga, pero disfrut¨® tambi¨¦n de placeres y comodidades que pudo financiar gracias a su adinerada familia, que permaneci¨® afincada en Alemania. Al final de sus d¨ªas, cuando su hijo, horrorizado por sus cr¨ªmenes, le pregunta si no siente remordimientos, es capaz de responder sin compasi¨®n alguna: ¡°La piedad no es una categor¨ªa v¨¢lida¡±. Todav¨ªa hoy la memoria hist¨®rica del Holocausto es negada, cercenada y manipulada por millones de c¨®mplices an¨®nimos de los asesinos nazis.
COMPRA ONLINE 'LA DESAPARICI?N DE JOSEF MENGELE'
Autor: Olivier Guez. Traducci¨®n de Javier Albi?ana.
Editorial: Tusquets.
Formato: tapa blanda.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.