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Silenciados en castellano durante ocho d¨¦cadas, el rescate de libros de autores de habla inglesa arroja nuevos testimonios sobre la vida y la muerte durante la Guerra Civil
Hace casi 80 a?os, el canadiense que acompa?aba a Gerda Taro el pen¨²ltimo d¨ªa de su vida relat¨® lo ocurrido en un libro publicado en Nueva York. Ted Allan y la fot¨®grafa compart¨ªan el estribo derecho de un coche que transportaba hacia El Escorial a heridos durante los estertores de la batalla de Brunete en julio de 1937. Euf¨®rica, Taro asegur¨® a su amigo que hab¨ªa hecho las mejores fotos de su vida. Deposit¨® las c¨¢maras en un asiento. Un tanque que se mov¨ªa al tunt¨²n se abalanz¨® hacia ellos. El coche volc¨®. Allan cay¨® a la cuneta, herido en las piernas, y contempl¨® por ¨²ltima vez con vida a la mujer que pronto se convertir¨ªa en uno de los iconos de la Guerra Civil: ¡°Entonces vi su cara. Solo su cara. El resto del cuerpo hab¨ªa quedado atrapado debajo del tanque. Estaba gritando. Hab¨ªa gente a su alrededor intentando ayudarla. Sus ojos me miraron pidiendo socorro, pero no pod¨ªa ayudarla. No me pod¨ªa mover. El tanque se hab¨ªa detenido. Hab¨ªa creado el caos, pero ya se hab¨ªa detenido¡±.
El pasaje pertenece a la novela que Ted Allan public¨® en 1939, This Time a Better Earth, que Hemingway se neg¨® a prologar (¡°Jam¨¢s pondr¨¦ mi nombre en semejante basura¡±) acaso por razones extraliterarias (Allan y la periodista Martha Gellhorn, segunda esposa de Hemingway, se hab¨ªan divertido demasiado en un viaje entre Valencia y Madrid). Un libro testimonial ¡ªno tan alejado de ?Por qui¨¦n doblan las campanas?¡ª donde el periodista canadiense deposita, ficcionadas, sus vivencias b¨¦licas entre enero y agosto de 1937. Una de las 2.000 obras sobre la contienda impresas en todo el mundo entre 1936 y 1975 por autores de 30 nacionalidades, seg¨²n la hispanista canadiense Maryse Bertrand de Mu?oz. Tambi¨¦n un perfecto desconocido en Espa?a hasta 2017, cuando se public¨® como Otro mundo es posible, traducido y contextualizado en una edici¨®n cr¨ªtica por el fil¨®logo de la Universidad de Alcal¨¢ Juan Manuel Camacho: ¡°Hemos rescatado del olvido hist¨®rico un texto muy valioso, con una gran carga de testimonio. En algunas ocasiones se nos antoja como un documento social y pol¨ªtico; en otras, como un instrumento de denuncia muy efectivo¡±.
El apag¨®n informativo de la dictadura explica el desconocimiento de textos de extranjeros llegados para luchar o contar
Hasta que el catedr¨¢tico de la Universidad de Salamanca Antonio R. Celada y su grupo de investigaci¨®n comenzaron a rastrear en 2010 la huella silenciada de la guerra en la literatura y el periodismo en habla inglesa, apenas nada se sab¨ªa en Espa?a de Ted Allan. Ni de Esmond Romilly, el sobrino de Winston Churchill, que viene con 18 a?os a pelearse contra el fascismo y que muere a los 23 haciendo lo mismo en su pa¨ªs de origen. Romilly escribi¨® Boadilla, publicado en Londres en 1937 e in¨¦dito en espa?ol hasta 2011. Fue el primer t¨ªtulo de la colecci¨®n Armas y Letras, que dirige Celada y que est¨¢ sacando a la luz t¨ªtulos como la de Katherine Atholl, la duquesa roja que form¨® parte de la delegaci¨®n parlamentaria brit¨¢nica que visit¨® Espa?a en abril de 1937. Una excavaci¨®n tan valiosa por los testimonios del pasado como por las aportaciones actuales de los fil¨®logos, que incorporan biograf¨ªas, cronolog¨ªas, fotos y estudios de contexto, que neutralizan los errores, sean involuntarios o propagand¨ªsticos.
Ted Allan (Montreal, 1916-Toronto, 1995) lleg¨® a Barcelona para alistarse en las Brigadas Internacionales, impulsadas por la Komintern: ¡°Demasiado j¨®venes para saber qu¨¦ era la vida y demasiado j¨®venes para creer que podr¨ªamos morir¡±. En su libro recrea el hast¨ªo en el cuartel general en Albacete o la higiene de un burdel que parece ¡°un club de debate¡±. Herido r¨¢pidamente, Allan se reconvirti¨® en la voz inglesa de la emisora republicana EAQ en Madrid, donde se hace amigo de Robert Capa y se enamora de Gerda Taro.
En Madrid se pod¨ªa ir a la guerra en metro y ver Tiempos modernos en el cine. Hab¨ªa colas enormes para conseguir pan o le?a. La gente normaliza tanto los bombardeos que se limita a cambiar de acera. Se reencuentra con su amigo Norman Bethune, el cirujano canadiense que inventa un servicio port¨¢til de transfusiones de sangre. Conoce a Hemingway y Gellhorn. Acompa?a a Gerda Taro a Brunete, donde los alemanes estrenan sus cazas Messer?schmitt. Ella siempre pegada al frente. Taro, la reportera que antes de un mes ser¨¢ enterrada con honores en Par¨ªs bajo una escultura de Giacometti, est¨¢ feliz. Ha hecho las mejores fotos de su vida. Aunque nunca llegar¨¢n a verse.
Durante tres a?os, Espa?a fue el coraz¨®n del mundo. Les dol¨ªa a todos, por razones antag¨®nicas. Miles de voluntarios, procedentes de 53 pa¨ªses diferentes, se desplazaron para luchar. No siempre por idealismo. Algunos buscaban experiencias para su versi¨®n de Guerra y paz. En Las armas y las letras, el escritor Andr¨¦s Trapiello ironiza sobre Hemingway y ¡°aquellos fr¨ªvolos intelectuales que vinieron a la guerra espa?ola como a un safari¡±.
Por razones espurias o elevadas, fue el conflicto que m¨¢s extranjeros atrajo y que m¨¢s literatura (buena o mala) aliment¨® hasta la Segunda Guerra Mundial. ¡°Todas las guerras civiles son muy emocionales, pero muy pocas han despertado tanta l¨ªrica po¨¦tica y tanta leyenda como la Guerra Civil espa?ola¡±, sostiene Celada en La trinchera nost¨¢lgica (Renacimiento), donde se repasa la relaci¨®n de escritores brit¨¢nicos con la contienda. ¡°Se ve¨ªa a Espa?a como un ensayo de lo que luego ser¨ªa la Segunda Guerra Mundial. Los conflictos izquierda-derecha o fascismo-comunismo eran internacionales y es en Espa?a donde surge la chispa¡±, reflexiona Alberto L¨¢zaro, catedr¨¢tico de la Universidad de Alcal¨¢ e investigador principal de otro proyecto sobre textos olvidados sobre la guerra en la literatura anglosajona.
Como Viaje por Espa?a, el retrato bals¨¢mico de la vida bajo los rebeldes de Eleonora Tennant (S¨ªdney, 1893-Tasmania, 1963), una entusiasta de Franco que recorre 2.400 kil¨®metros con el br¨ªo de una pionera. Ni faltaban las tabernas con men¨² ni las gasolineras con combustible. Lo m¨¢s agresivo que Tennant afront¨® fue una cama con s¨¢banas usadas. Sus 10 d¨ªas de octubre de 1936 comienzan en Huelva despu¨¦s de inspeccionar las minas de Tharsis que pertenec¨ªan al emporio industrial de su marido, Ernest W. D. Tennant, invitado a la cena que da Hitler como canciller en 1934. Tennant reproduce testimonios sobre desmanes rojos con humor brit¨¢nico: ¡°Un d¨ªa a las tres de la madrugada, unos violentos golpes contra la puerta despertaron al director [de una mina en Huelva]. Al abrir se encontr¨® con un grupo de comunistas, todos ellos armados, una situaci¨®n muy poco agradable para afrontar en pijama¡±.
Emocionada con lo que ve, afirma que ¡°en la Espa?a nacional uno siente como si estuviese asistiendo al nacimiento de una naci¨®n, a pesar de los miles de muertos¡± y que a Franco ¡°se le ama universalmente¡±. La publicaci¨®n de la obra no es un acto inocente, seg¨²n Jonathan P. A. Sell, responsable de la traducci¨®n y del estudio cr¨ªtico. Sell recuerda que la guerra espa?ola ¡°es de las primeras de la historia en las que la propaganda tuvo un papel igual o m¨¢s importante que la propia lucha armada¡±. Entre 1936 y 1939 se publicaron en Reino Unido 221 libros y panfletos sobre ella. ¡°Conseguir que Londres¡±, observa, ¡°mantuviese la neutralidad a pesar de la abrumadora mayor¨ªa de la poblaci¨®n que simpatizaba con los republicanos representa una victoria de dimensiones incalculables¡±. El libro reforz¨® el mensaje de la No Intervenci¨®n, que tanto recrimina Claud Cockburn (Pek¨ªn, 1904-Cork, 1981) en Corresponsal en Espa?a, publicado en octubre de 1936 en Londres.
Escorado hacia el comunismo, Cockburn dej¨® The Times tras contar el crash de 1929 desde Nueva York. Recala en Barcelona el d¨ªa ¡°del Sarajevo espa?ol¡±: el 12 de julio de 1936, fecha del asesinato en Madrid del teniente de la guardia de asalto Jos¨¦ del Castillo. Comienza de corresponsal del Daily Worker y acaba alist¨¢ndose en el Quinto Regimiento de las Milicias Populares. En el actual colegio San Juan Bautista, en Cuatro Caminos, recibi¨® la formaci¨®n militar: ¡°Un adiestramiento de m¨¢s de 12 horas se consideraba de larga duraci¨®n¡±. En Guadarrama constata el efecto pr¨¢ctico de la neutralidad de Francia y Reino Unido: aviones alemanes Junkers contra fusiles anticuados. Tambi¨¦n aquel asamblearismo de los primeros d¨ªas, cuando los civiles se movilizan contra los militares sublevados. Los cabos se eligen por votaci¨®n y al mando se le discute. Cockburn abandona el regimiento al poco tiempo y regresa a Londres, donde escribe la obra con el seud¨®nimo de Frank Pitcairn. Se traduce r¨¢pidamente al dan¨¦s, sueco, alem¨¢n, checo y ruso, mientras que no pudo leerse en espa?ol hasta 2012.
El apag¨®n informativo de la dictadura explica el desconocimiento de obras de extranjeros que llegaron a Espa?a para luchar, contar o las dos cosas a la vez. Incluso de aquellos que viv¨ªan aqu¨ª y tomaron partido como Florence Farmborough (Buckinghamshire, 1887-Liverpool, 1977), que se ofreci¨® voluntaria en 1937 en la reci¨¦n creada Radio Nacional. Su libro se public¨® en Londres un a?o despu¨¦s y acaba de ser traducido al espa?ol. A menudo se obvia su militancia en el franquismo y se incide en su ¨¦pica como enfermera durante la Primera Guerra Mundial, pero el volumen con sus charlas radiof¨®nicas corrobora su devoci¨®n: ¡°Valiente y decidido, el gran capit¨¢n no se ha desviado nunca de su alto prop¨®sito y, luchando en tremenda desventaja, ha ganado a las Hordas Rojas la mayor parte del territorio que hab¨ªan conseguido a traici¨®n¡±.
M¨¢s all¨¢ de Orwell o Hemingway, a la altura de 1975, cuando Franco muri¨®, pocos conoc¨ªan decenas de memorias, diarios, novelas o poemarios escritos por quienes le hab¨ªan combatido o admirado. En el exilio, Max Aub reflexion¨® sobre el frenes¨ª literario asociado a la guerra espa?ola: ¡°En ella se jug¨® algo m¨¢s que la vida. El petr¨®leo, las colonias, el oro no fueron motores ni razones determinantes. La furia ¨¦tica, la justicia y hasta el derecho se jugaron la existencia y, por lo menos temporalmente, la perdieron. Un suceso de esta importancia s¨®lo podr¨ªa acontecer en un pa¨ªs tan fuera de la realidad como Espa?a. La perdimos, cada quien a su modo, y salimos a buscarla, como profetiz¨® C¨¦sar Vallejo¡±.
Memorias en caliente
- La mirada femenina. Edici¨®n de Daniel Pastor y Manuel Gonz¨¢lez de la Aleja. Amar¨², 2018. 216 p¨¢ginas. 12 euros. Selecci¨®n de art¨ªculos escritos por brit¨¢nicas durante la Guerra Civil.
- La vida y la gente de la Espa?a nacional. Florence Farmborough. Edici¨®n y traducci¨®n de Jonathan P. A. Sell. Renacimiento, 2017. 388 p¨¢ginas. 19,90 euros. La voz inglesa de Radio Nacional, devota franquista, considerada una hero¨ªna de la Primera Guerra Mundial.
- Viaje por Espa?a. Eleonora Tennant. Edici¨®n y traducci¨®n de Jonathan P. A. Sell. Renacimiento, 2017. 180 p¨¢ginas. 14,90 euros. Diez d¨ªas de 1936 de la mano de una australiana exc¨¦ntrica, resolutiva y admiradora de Franco.
- Otro mundo es posible. Ted Allan. Edici¨®n y traducci¨®n de Juan Manuel Camacho Ramos. Amar¨², 2017. 288 p¨¢ginas. 14 euros.Herido durante el primer bombardeo que sufri¨®, el periodista acompa?aba a Gerda Taro cuando la aplast¨® un tanque en Brunete.
- Con los reflectores sobre una Espa?a en guerra. Katharine Atholl. Edici¨®n y traducci¨®n de Fernando Galv¨¢n. Amar¨², 2016. 396 p¨¢ginas. 14 euros. En abril de 1937, la duquesa de Atholl form¨® parte de una delegaci¨®n parlamentaria brit¨¢nica.
- Corresponsal en Espa?a. Frank Pitcairn (Claud Cockburn). Edici¨®n y traducci¨®n de Alberto L¨¢zaro. Amar¨², 2012. 170 p¨¢ginas. 12 euros. Relato de los primeros momentos de la guerra del periodista de Daily Worker que acab¨® en el Quinto Regimiento.
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